El mundo ha despertado ante la emergencia climática
Nos vamos mucho más fuertes de lo que nunca hemos sido
Cumbre Social por el Clima
La Cumbre Social por el Clima (CSxC) ha constituido un espacio fundamental de contestación social a la COP25. Desde que recibimos el testigo no deseado de intentar levantar este espacio en un tiempo récord, nos comprometimos a funcionar como un altavoz de las demandas de las comunidades del Sur Global y, en particular, de los movimientos sociales latinoamericanos y chilenos, cuya voz pretendía silenciarse.
A pesar del reto logístico y humano que implicaba organizar todo en tan poco tiempo, siempre quisimos cuidar la coordinación con los diferentes espacios sociales chilenos que ya estaban en marcha, particularmente la Minga Indígena, la Cumbre de los Pueblos y la Sociedad Civil por la Acción Climática (SCAC).
Estos espacios mantuvieron sus actividades en Chile, pero era fundamental la presencia tanto de sus mensajes como de sus delegaciones en la CSxC. Elementos como la denuncia del extractivismo, la violación de los derechos humanos, las demandas relativas a la justicia social y a los pueblos originarios han estado desde el principio en el centro de nuestras reivindicaciones.
Con plazos muy apretados (y gracias a la contribución de la Universidad complutense de Madrid y UGT) se ha logrado el reto de habilitar el espacio físico y humano para la celebración de la CSxC. Hemos canalizado más de 370 peticiones de actividades estructuradas en torno a diferentes ejes temáticos: límites planetarios, sistema económico y financiero, justicia social, sistemas políticos, democracia y derecho humanos, interseccionalidad y soluciones verdaderas.
Más de 15.000 personas y 300 organizaciones, redes, colectivos y movimientos sociales de todos los continentes se han dado cita estos días en la CSxC para hablar, intercambiar ideas y hacer propuestas sobre ecofeminismo, migraciones, neocolonialismo, indigenismo, empleo, agroecología, energía, transiciones, democracia o cultura regenerativa, entre otros. Frente a los decepcionantes debates en la negociación oficial, que giraban en torno a los mercados de carbono o las compensaciones, la CSxC se ha encargado de abrir el espacio a un debate mucho más rico y diverso sobre las verdaderas soluciones. Pero, por encima de todo, el espacio de la CSxC ha servido para continuar tejiendo la red social y comunitaria que nos hará más fuertes para el escenario de crisis ecológica, social y climática que enfrentamos.
Durante las asambleas plenarias de cada día, en algunas de las cuales han llegado a participar cerca del millar de personas, hemos tenido la ocasión de escuchar a decenas de compañeras y compañeros de comunidades muy diversas que han compartido sus luchas y cómo están confrontando en primera línea las agresiones extractivistas y los impactos climáticos. Compartir estas dos semanas con personas de pueblos indígenas ha sido una de las experiencias más constructivas, enriquecedoras y emotivas de la CSxC.
Como dicen en la carta entregada a la Presidencia de la COP25, los pueblos indígenas son los “guardianes de la vida en los territorios más biodiversos del planeta”, quienes trabajan por “el buen vivir, la vida, la naturaleza y la humanidad, sean indígenas o no”.
Estos pueblos y naciones indígenas (que defienden el territorio de las multinacionales, del extractivismo, de la mercantilización del planeta), han dejado claro que la tierra es esencial para el sustento de los seres humanos y no humanos y que es importante el equilibrio entre lo material y lo espiritual.
Desde su concepción de la Madre Tierra como un ser vivo y desde sus conocimientos tradicionales, han aportado muy valiosas visiones hacia la transición ecológica necesaria. Nos unimos a estos pueblos y naciones denunciando el papel de las multinacionales, principalmente las españolas, exigiendo el fin de la criminalización y persecución que sufren por proteger los ecosistemas, declarando a la Madre Tierra como un ser vivo sujeto de derecho y demandando que se mantengan los combustibles fósiles bajo el suelo, fuera de los actos del extractivismo colonialista.
Si algo hemos aprendido de los pueblos indígenas es que el colonialismo continúa, no solo en las grandes empresas, sino también en nuestras maneras de pensar y actuar. Durante estas dos semanas hemos cometido errores fruto de un pensamiento que, pese a la buena voluntad, no cuestiona suficientemente el poder de las personas blancas. Errores que han generado dolor. Queremos disculparnos por ello. Y queremos aprender de estos errores. El camino de la descolonización es largo, pero queremos recorrerlo porque, como termina la carta presentada por la Minga Indígena a la COP25 “es el momento de unir todos los esfuerzos del mundo y dejar de lado nuestras diferencias”.
Queremos destacar también la persecución que sufren especialmente las mujeres y el pueblo mapuche (cuya represión es una práctica histórica de todos los gobiernos hasta la fecha). Por eso apoyamos su lucha y exigimos el cese de la represión y la liberación de las presas políticas. De la misma manera, apoyamos a todos los pueblos en lucha por la defensa de sus territorios y rememoramos a quienes han sido asesinadas en el ejercicio de este derecho. Ha sido un honor contar en la cumbre con Laura Zúñiga Cáceres, hija de Berta Cáceres, asesinada por el gobierno de Honduras por defender su territorio.
Nuestra mirada tampoco ha dejado de estar en las recientes movilizaciones de Chile, cuya población sale diariamente a las calles para luchar por el cambio. Hemos denunciado las violaciones de los derechos humanos del gobierno de Piñera, que asesina, desaparece, hiere, tortura y viola. Son la manifestación palpable de la crisis del sistema neoliberal, que no solo ha precarizado el sistema de salud pública, expoliado el sistema de pensiones y endeudado a amplias capas de la población (y muy en particular a la población estudiantil), sino que lleva décadas acometiendo una política extractivista depredadora del territorio. A medida que la crisis climática se hace más palpable en Chile -con procesos como la desertificación, la esquilmación de los acuíferos o la subida del nivel del mar, minando las posibilidades para la vida en los territorios-, estas demandas se han ido incorporando a las luchas por la justicia social. Por ello desde la CSxC hemos querido en todo momento visibilizar este nexo que relaciona la crisis social con la crisis ecológica como manifestaciones de un mismo problema: un modelo económico que atenta contra la vida.
En las asambleas plenarias también se han seguido las negociaciones oficiales de la COP25, la lucha climática de los movimientos de la juventud, el lanzamiento del manifiesto latinoamericano por el clima por parte de la SCAC/FIMA, la declaración final de la Cumbre de los Pueblos, las luchas de las defensoras de derechos humanos, la criminalización de la protesta y las luchas de activistas contra combustibles fósiles y megaproyectos, los ecofeminismos y las alternativas para un futuro deseable. La difusión de la cultura también ha sido central; a través de los espacios de exposiciones, talleres artísticos, performances, lecturas de poesía y actuaciones musicales.
Nuestra visión sobre la COP25
Nosotras y nosotros, defensores de la justicia climática, personas científicas, jóvenes, mujeres, indígenas, campesinas, activistas de organizaciones y movimientos sociales de todo el mundo, nos hemos reunido en la Cumbre Social por el Clima y nos hemos manifestado masivamente en Madrid para hacer sonar una vez más la alarma, con una sola voz: las negociaciones de la COP25 nos conducen a un calentamiento global de consecuencias catastróficas. Depende de nosotras articular las respuestas a la emergencia climática, no podemos esperar nada de la mayoría de los Estados cuyos compromisos deberían verse enormemente incrementados.
La vida de las personas y nuestro planeta están en peligro. Los países del Norte Global acumulan una deuda histórica a la que deben responder garantizando los fondos necesarios para dar respuesta a la emergencia ecológica y social de la mayor parte del planeta. Es inadmisible seguir cuestionando las salvaguardas de derechos humanos en la lucha climática. Sería imperdonable que mecanismos como los mercados de carbono o los mecanismos de desarrollo limpio siguiesen siendo la fuente de enormes vulneraciones sociales y ambientales.
Esta cumbre nuevamente sigue obviando la necesidad de echar a los grandes contaminadores de estas cumbres. Es más, permite que a través del patrocinio se conviertan en un escaparate donde lavar de verde a las empresas responsables de la degradación climática, obteniendo además acceso privilegiado a políticos y negociadores.
Mientras se mencionan en los plenarios las masivas movilizaciones de los pasados meses, se ignoran las demandas de medidas reales, echando a más de 300 personas de la cumbre oficial –defensores de la justicia climática, personas científicas, jóvenes, mujeres, líderes indígenas, representantes de organizaciones de todo el mundo–, que se habían unido en una protesta pacífica para hacer sonar la alarma con una sola voz: las negociaciones de la COP25 están peligrosamente desviadas.
En 2015 los países convenían acordar un débil proceso conocido como el Acuerdo de París, pero tal y como la comunidad científica está poniendo en evidencia, este pacto global parece incapaz de mantener el incremento de la temperatura global muy por debajo de los 2ºC y a ser posible en 1,5ºC. Esta COP25 podría reducir aún más esa ambición. Dilatando los tiempos de presentación de nuevos compromisos, podemos retrasar durante años afrontar la emergencia climática, lo que tendrá catastróficas consecuencias.
Apenas quedan 10 años para enfrentar la emergencia climática. Sin embargo, se sigue proponiendo profundizar en mecanismos como los mercados de carbono o mecanismos de desarrollo limpio que ya han sido fuente de numerosas violaciones de derechos humanos y ambientales. Seguir permitiendo que las grandes empresas petroleras, de aviación civil y marítima, mineras, eléctricas… sigan condicionando la ruta de descarbonización de la economía es sencillamente inadmisible. Solo una correcta planificación que consiga transformar el sistema capitalista depredador en un sistema que quepa dentro del planeta y con la vida en el centro podrá frenar la emergencia climática.
En estas últimas horas de la COP25 reafirmamos nuestro compromiso de articular soluciones reales a la emergencia ambiental y social. Es nuestra capacidad de movilizarnos, organizarnos y entendernos lo que nos puede salvar de la emergencia ecológica y social que vivimos. Hemos aprendido las unas de las otras, hemos trazado lazos de solidaridad, nos hemos contagiado las ganas de luchar. Nos vamos mucho más fuertes de lo que llegamos. Mantendremos la presión frente a los políticos en defensa del bien común. Seguiremos en las calles para frenar la emergencia climática, de Santiago a Madrid articularemos redes de solidaridad con las poblaciones que luchan por la justicia en todas partes del mundo. Frente a la política neoliberal, las zonas de sacrificio o la locura de seguir extrayendo combustibles del suelo llamamos a la resistencia pacífica pero firme y continuada, al fin y al cabo, el mundo ha despertó ante la emergencia climática.
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