
24-marzo

24 de marzo: 45 años del crimen de Monseñor Romero.
Hoy 24 de marzo la plaza de mayo de Buenos Aires se volverá repletar de gente contra el Golpe de estado del que se cumplen 49 años, y , con digna rabia, contra las medidas negacionistas y eliminatorias de la Memoria que propugna el actual presidente Milei.

Hoy en San Salvador y en toda América Latina se harán actividades en memoria del obispo Romero, de cuyo crimen (impune) se cumplen 45 años.
Monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 con la participación de efectivos militares por su prédica a favor de los pobres, víctimas de la política criminal de los gobiernos sustentados por militares.

El asesino material, el capitán Álvaro Saravia, fue protegido por EEUU en Modesto, California, hasta que fue descubierto y huyó del lugar escondiéndose.
El excapitán Saravia fue finalmente condenado en septiembre de 2004 por un tribunal civil de Fresno a pagar 10 millones de dólares a los familiares del obispo. Saravia se dio a la fuga y sigue oculto. Amado Antonio Garay, el chofer que llevó al francotirador hasta la capilla de la última misa de Romero (y quien en 1987 confesó su participación y la de Saravia) vive en Estados Unidos como testigo protegido por el gobierno. Otros supuestos responsables han muerto o «desaparecido».

Para la mayoría de los salvadoreños el crimen fue concebido y coordinado por oficiales del ejército salvadoreño y líderes de grupos paramilitares de extrema derecha, hombres de influencia que fueron capaces de impedir todo intento de hacerles responsables de sus crímenes.
Pero su voz, su palabra, su mensaje no fue capaz de acallarla la bala asesina que lo mató aquella tarde.

Asturias tiene una fecunda relación con “el pulgarcito de América”, como lo repitió Gabriela Mistral.
El compositor salvadoreño Alvar Castillo deja dicho que:
“Símbolo de rebeldía
fue tu manera de amar.
Serás por siempre profeta,
guía de la Libertad.
En estos tiempos de guerra
tu valentía orientó
la esperanza justiciera
gritando liberación.

(coro) Monseñor vives hoy
en el corazón
del pueblo que tanto te amó.
Monseñor tu verdad
nos hace marchar
a la victoria final.
Hoy tus palabras sencillas
denuncian la realidad;
marcan con sangre al tirano,
llaman al pueblo a luchar.
No podrá callar tu ejemplo
el imperio del dolor.
Tu sangre será la vida,
el renacer del amor.
(coro) Monseñor vives hoy
en el corazón
del pueblo que tanto te amó.
Monseñor tu verdad
nos hace marchar
a la victoria final”.

San Romero de América.
Hace 10 años en el Club de Prensa de LNE la religiosa Teresa Forcades respondía que Romero ya había sido reconocido, beatificado, santificado por su pueblo, mucho más importante que la posterior declaratoria de la curia de Roma designando a Romero como santo.
El comité de solidaridad que llevaba su nombre se ha disuelto recientemente, dejando un inmenso legado de Solidaridad.
Sí, el comité (asturiano) de solidaridad Oscar Arnulfo Romero ha dejado una impronta amplia, diversa, no sólo con El Salvador y Centroamérica, sino en el seno de otras organizaciones con la que ha confluido: en la CODOPA, en el programa asturiano de DDHH (con Colombia) del que fue cofundador; pero sobremanera varias de las personas integrantes “del comité” (fallecidas unas, viejitas otras) mantienen una impronta de valores éticos, que resultan cada vez más imprescindibles en el presente.

Cuando se cumplían los 25 años del martirio de Monseñor Romero, se hizo una celebración en el antiguo salón de plenos del Ayto de Siero. Allí llevo la voz cantante la hermana colombiana Cecilia Naranjo, de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz que acompaña valientemente numerosos procesos de comunidades de Paz en medio del conflicto armado colombiano, y era perseguida por ello y por oponerse al robo de tierras a las comunidades.
Ese mismo día 24 de marzo de 2005 en ese mismo salón municipal estaba Luciano Romero. Mismo apellido que Monseñor, y también mártir ese año en septiembre a su regreso a Valledupar. Este año, a los veinte de su terrible asesinato, cuando ya ha sido determinado el suyo por la justicia colombiana como crimen de lesa humanidad, se ha podido compartir con su familia y su sindicato una actividad de Memoria en Valledupar la semana pasada, con integrantes de la 21ª delegación astur.

¿Quién era Monseñor Romero?
Otro obispo, Casaldáliga, lo describía con acierto poético:
El ángel del Señor anunció en la víspera…
El corazón de El salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;

como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua Latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma aureola de sus mares,
en el dosel airado de los Andes alertos,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!

El 8 de febrero de 1977 había sido nombrado arzobispo de San Salvador.
El 14 de febrero de 1978 se le otorgó a Monseñor Romero el doctorado honoris causa de parte de la Universidad de Georgetown en los Estados Unidos. El 7 de diciembre de 1978 monseñor Romero fue propuesto como candidato para el premio Nobel de la paz por 118 miembros del parlamento británico. Más tarde la universidad de Lovaina, Bélgica, le otorgó el doctorado honoris causa.
Monseñor Romero hizo de la homilía dominical un oasis donde no llegaba la censura del Estado, una cartelera con voz donde colgar los nombres de los asesinados y desaparecidos. El incipiente movimiento guerrillero comenzaba a cobrar fuerza y, como respuesta de la extrema derecha, aparecieron ‘Los Escuadrones de la Muerte’, liderados por el mayor Roberto D’Aubuisson, un militar formado en la Escuela de Las Américas.
El día 24 de marzo, a las seis y cuarto, mientras celebraba misa, Romero era asesinado.
Miles de personas velaron su cadáver en la Basílica del Sagrado Corazón y unas cincuenta mil acudieron a su funeral en la catedral. Mientras se celebraba, estalló una bomba en los alrededores, entre tiroteos y ráfagas de ametralladora, a causa de la cual murieron 27 personas y más de doscientas resultaron heridas.

La muerte de Monseñor Romero estuvo precedida por el asesinato de más de una decena de sacerdotes, y por decenas de miles de civiles, entre obreros, campesinos, estudiantes y profesionales, asesinados por los escuadrones de la muerte y el ejército.
La muerte de Monseñor Oscar Arnulfo Romero no se entiende sin su compromiso decidido a favor de la justicia y de la dignidad de los salvadoreños y salvadoreñas, así como tampoco se entiende sin el proceso de conversión, desencadenado a partir del asesinato del padre Rutilio Grande (el 12 de marzo de 1977) y su progresiva profundización a medida que sectores eclesiales y populares eran golpeados por la violencia del Estado y de los escuadrones de la muerte.
“Nadie hará callar tu última homilía”, recuerda para siempre su colega Pedro Casaldáliga.

En estos tiempos de guerras y de obscenos presupuestos de guerra, las valientes palabras de San Romero de América vuelven a adquirir rabiosa actualidad:
«Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: No Matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios… Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla… En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión!’.
Nueve años después los militares entraban a la UCA (universidad centroamericana) y asesinaban de madrugada a Ignacio Ellacuría, Segundo Montes , Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López , la trabajadora de la Universidad, Julia Elba, y su hija de quince años, Celina Ramos.
El asesinato de Ellacuría y de sus compañeros ya había sido anunciado. Miembros de las Fuerzas Armadas habían calificado la UCA como un refugio de subversivos y Ellacuría, empeñado en buscar una solución negociada a la guerra civil, se había convertido en uno de los objetivos más deseados por los militares. Cinco de los jesuitas asesinados eran españoles y, conociendo el riesgo que corrían, habrían podido regresar a su país de origen. Pero no lo hicieron.

Dos años antes, en semana santa, un grupo de brigadistas de COSAL cruzaron la frontera entre Nicaragua y Honduras y llegaron a visitar los tres campamentos de refugiados salvadoreños, en San Antonio, Colomoncagua, y Mesa Grande. Allí, en las celebraciones de aquella semana santa, sería donde conocerían en profundidad lo que la gente salvadoreña opinaba de su obispo mártir. (Pelotas de trapo para los niños salvadoreños. Publicación de COSAL-Nalón)
Algunos miles de esos refugiados/as lograrían acordar un regreso-retorno colectivo. Una parte se quedarían en las cercanías de Perkin, todavía en guerra y fundarían una nueva población: le pusieron el nombre de Segundo Montes, uno de los jesuitas asesinados, y allí los visitaría de nuevo una delegación asturiana, cuando ya se avizoraba un acuerdo de paz.
Y fue antes de la firma de los acuerdos de Paz, en 1991, cuando la ONG Las Segovias realizaría una de sus acciones pioneras: traer de la comunidad Segundo Montes a su grupo musical, y hacer un recorrido magistral por varias localidades asturianas: la capilla de Grao, el Teatro Jovellanos de Xixón donde los ritmos campesinos hicieron saltar de sus asientos a los asistentes, la capilla de las Pelayas en Oviedo, una discoteca de Blimea, y el propio Seminario de Oviedo donde se alojaron. La cantante, Meymis, entonces tenía 11 años.

Manuel García Fonseca, “el Pole”, siendo diputado en Madrid, participó en el juicio por los asesinatos en la UCA, y dio testimonio en la Audiencia Nacional, para un juicio que tuvo resultado parcial en la sentencia y condena a uno de los responsables.
La justicia, para el caso de Monseñor Romero, está más lejos aún. El que es considerado responsable principal, el mayor Dabuisson, murió de cáncer, en la completa impunidad y su partido Arena le propuso para una condecoración en el parlamento.
Nunca se procesó a los responsables del asesinato de Monseñor Romero. El miedo y el silencio han reinado en este caso paradigmático de impunidad, convirtiéndose en expresión de incontables víctimas de la violencia estatal en las Américas. Pasan los años pero estas atrocidades aún sin resolver, piden justicia a gritos.
Ni perdón ni olvido. Es un lema de los movimientos contra la Impunidad.
Romero vive en las luchas del pueblo; los gringos, la oligarquía, la actual extrema derecha gobernante de Bukele, los escuadrones de la muerte quisieron con el magnicidio acabar con la voz del pueblo; y sin embargo, sus enseñanzas, su ejemplo de justicia y dignidad, sigue latiendo y vive en la gente organizada de toda Latinoamérica.
Un año y tres meses antes había muerto en combate el cura guerrillero asturiano Gaspar García Laviana, en Nicaragua.

En el año 2000, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó al gobierno de El Salvador por la falta de acciones para esclarecer el asesinato del obispo y por no garantizar la reparación de las víctimas de la guerra a través de un proceso judicial adecuado.
Casi 100.000 personas perdieron sus vidas, y otros tantos quedaron marcados para siempre en la guerra salvadoreña, que Romero intentó parar.
Un informe de la Informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas en 1993 (creada por los acuerdos del proceso de paz que puso fin a la guerra en El Salvador) responsabilizó a los escuadrones de la muerte que dirigía el coronel Roberto D´Aubuisson, líder de la inteligencia política y fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), que gobernaría el país durante dos décadas.
Una ley de amnistía de 1993 impidió entonces cualquier proceso en su contra.
23 años después, la ley fue declarada inconstitucional y derogada.
Pero pese a los esfuerzos de organizaciones civiles y de derechos humanos de El Salvador, el proceso legal por el asesinato de Romero parece continuar en el mismo limbo de silencio.
Se considera que el proceso legal por el asesinato del obispo es una deuda de memoria histórica con las víctimas del conflicto armado y un primer paso para el fin de la impunidad.
«La impunidad jurídica, que es permitir que los culpables sigan libres; la histórica, que es negar su asesinato y la influencia de su figura. Y, también, la moral: porque muchos de los que ahora celebran la canonización fueron los que se opusieron a ella, o los que lanzaron cohetes e hicieron fiestas cuando lo mataron. Incluidos miembros de la propia Iglesia».

La ya citada delegación asturiana que regresaba este domingo de su tarea específica y especial (de verificación a los DDHH en Colombia) pudo escuchar en Bogotá en el “día internacional de la poesía” uno de los poemas de Roque Dalton, asesinado por los suyos en el marco de la guerra salvadoreña:
Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.

Y es que Roque Dalton, como Monseñor Romero, pero desde diferente trinchera laica, defendió y dio la Vida por Defender la Vida.
El agnóstico e irreverente Roque Dalton con su ironía implacable, interpelaba:
«¿Juraís por Dios Nuestro Señor y sus Santos Evangelios, ser libres e independientes de toda otra nación, sostener y defender nuestra gloriosa independencia hasta derramar la última gota de sangre si fuera necesario?»
Un juramento hipotético que está siendo violado y vilipendiado por el actual presidente Bukele, vendido al yanqui, que no se conforma con MAL-tratar a los salvadoreños, sino que ofrece su negocio carcelario al matón del norte para torturar a migrantes de todo el mundo. Y de paso está tratando de humillar y mancillar la Memoria de Monseñor Romero.
Pero no podrá..
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