Puestos a jugar a las comparativas, el anunciante se ha dejado algunas muy importantes en el tintero, seguramente con el ánimo de no hacer muy largo su anuncio promocional:
—Por cada concesión de explotación de acuífero en favor de Coca-Cola, una comarca se queda completamente seca.
—Por cada acuífero que se apropia o que arruina con sus vertidos, la compañía tiene que invertir varios millones de dólares para lavar su imagen.
—Por cada 6 litros de producto producido en el tercer mundo, una persona del tercer mundo pasa un día entero sin agua, muchas de las cuales son niños, uno de los principales objetivos comerciales de la marca estadounidense.
—Por cada cultura local, por cada hábito cultural distinto al consumo de Coca-Cola, la compañía ha identificado un enemigo a batir, a desplazar, a suplantar, a destruir.
—Por cada tonelada de hoja de coca que la compañía tiene que importar, un periodista indocumentado y malintencionado acusa a Hugo Chávez de mascar hoja de coca todas las mañanas. Como puede observarse, la hoja de coca sirve lo mismo para fabricar el orgullo nacional con gas, que para desacreditar a un presidente electo de un país anti-imperialista.
—Por cada trabajador que Coca-Cola tiene en Estados Unidos con derechos laborales, existen al menos 10 trabajadores explotados por la compañía en sus plantas de países no pertenecientes al primer mundo.
—Por cada dólar aportado por Coca-Cola a la campaña electoral de Bush, murió un iraquí inocente durante la invasión y estancia ilegal en aquel país.
—Por cada pueblo que la política de la compañía arruina, existe un ejército que está dispuesto a defender a la compañía ante cualquier legítima protesta o reclamación, por parte de los damnificados.
—Por cada millón de dólares de beneficio se cuenta un caso de represión psicológica o física contra trabajadores, sindicalistas, consumidores y afectados en general por la política de la empresa. En muchos casos, la represión ha terminado con la vida de quien reclamaba sus legítimos derechos.
Efectivamente hay razones para creer en un mundo mejor, hay razones para creer en una publicidad mejor, hay razones para creer en una política empresarial mejor.
Puede que solo sean impresiones mías, (Victor J. Sanz) pero parece claro que esta compañía y su nociva y dañina política de expansión, es el paradigma de la cultura imperialista estadounidense.