Los supermercados y la crisis alimentaria mundial
Esther Vivas
ALAI . Barcelona.- La crisis alimentaria ha dejado sin comida a miles de personas en todo el mundo. A la cifra de 850 millones de hambrientos, el Banco Mundial añade cien más fruto de la crisis actual. El “tsunami” del hambre no tiene nada de natural, sino que es resultado de las políticas neoliberales impuestas durante décadas por las instituciones internacionales. Hoy, el problema no es la falta de alimentos sino la imposibilidad para acceder a ellos debido a sus altos precios.
Esta crisis alimentaria deja tras sí a una larga lista de perdedores y de ganadores. Entre los más afectados, se encuentran mujeres, niños y niñas, campesinos y campesinas expulsados de sus tierras, pobres urbanos… En definitiva, aquellos que engrosan las filas de las y los oprimidos del sistema capitalista. Entre los ganadores, encontramos a las multinacionales de la industria agroalimentaria que controlan de origen a fin la cadena de producción, transformación y comercialización de los alimentos. De este modo, mientras la situación de crisis azota, principalmente, a los países del sur global, las multinacionales del sector ven multiplicar sus ganancias.
Monopolios
La cadena agroalimentaria está controlada en cada uno de sus tramos (semillas, fertilizantes, transformación, distribución, etc.) por multinacionales que consiguen grandes beneficios gracias a un modelo agroindustrial liberalizado y desregularizado. Un sistema que cuenta con el apoyo explícito de las élites políticas y de las instituciones internacionales que anteponen los beneficios de estas empresas a las necesidades alimenticias de las personas y el respeto al medio ambiente.
La gran distribución, al igual que otros sectores, cuenta con una alta concentración empresarial. En Europa, entre los años 1987 y 2005, la cuota de mercado de las diez mayores multinacionales de la distribución significaba un 45% del total y se pronosticaba que ésta podría llegar a un 75% en los próximos 10-15 años. En países como Suecia, tres cadenas de supermercados controlan alrededor del 95,1% de la cuota de mercado; y en países como Dinamarca, Bélgica, Estado español, Francia, Holanda, Gran Bretaña y Argentina, unas pocas empresas dominan entre el 60% y el 45% del total. Las megafusiones son la dinámica habitual en el sector. De este modo, las grandes corporaciones, con su matriz en los países occidentales, absorben a cadenas más pequeñas en todo el planeta asegurándose su expansión a nivel internacional y, especialmente, en los países del sur global.
Este monopolio y concentración permite un fuerte control a la hora de determinar lo qué consumimos, a qué precio lo compramos, de quién procede, cómo ha sido elaborado, con qué productos, etc. En el año 2006, la segunda empresa más grande del mundo por volumen de ventas fue Wal-Mart y en el listado de las cincuenta mayores empresas mundiales se encontraban también, por orden de facturación, Carrefour, Tesco, Kroger, Royal Ahold y Costco. Nuestra alimentación depende cada día más de los intereses de estas grandes cadenas de venta al detalle y su poder se evidencia con toda crudeza en una situación de crisis.
De hecho, en abril del 2008 y frente a la situación de crisis alimentaria mundial, las dos mayores cadenas de supermercados de Estados Unidos, Sam’s Club (propiedad de Wal-Mart) y Costco (de venta a mayoristas), apostaron por racionar la venta de arroz en sus establecimientos aludiendo a una posible restricción en el suministro de este cereal. En Sam’s Club, se limitó la venta de tres variedades de arroz (basmati, jasmine y grano largo) así como la compra de sacos de arroz de nueve o más quilos a un total de cuatro por cliente; en Costco se restringió la venta de harina y de arroz frente al aumento de la demanda. En Gran Bretaña, Tilda (la principal importadora de arroz basmati a nivel mundial) también estableció restricciones a la venta de arroz en algunos establecimientos al por mayor. Con esta medida se puso en evidencia la capacidad de las grandes cadenas de distribución de incidir en la compra y venta de determinados productos, limitar su distribución e influir en la fijación de sus precios. Un hecho que ni siquiera se había producido en Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, cuando sí se restringió el acopio de petróleo, neumáticos y bombillas, pero no de alimentos.
Cambio de hábitos
Otra dinámica que se ha puesto de relieve frente a la situación de crisis alimentaria ha sido el cambio de hábitos a la hora de hacer la compra. Ante la necesidad, por parte de los clientes, de abrocharse el cinturón y buscar aquellos establecimientos con precios más baratos, las cadenas de descuento han sido las que han salido ganando. En Italia, Gran Bretaña, Estado Español, Portugal y Francia, estos supermercados han visto aumentar sus ventas entre un 13% y un 9% el primer trimestre del 2008 respecto al año anterior.
Otro indicador del cambio de tendencia es el aumento de las ventas de marcas blancas que ya suponen, según datos del primer trimestre del 2008, en Gran Bretaña un 43,7% del volumen total de ventas, en el Estado Español un 32,8%, en Alemania un 31,6% y en Portugal y Francia alrededor del 30%. Cuando son, precisamente, las marcas blancas las que dan un mayor beneficio a las grandes cadenas de distribución y permiten una mayor fidelización de sus clientes.
Pero más allá del papel que la gran distribución pueda jugar en una situación de crisis (con restricciones a la venta de algunos de sus productos; cambios en los hábitos de compra, etc.), este modelo de distribución ejerce a nivel estructural un fuerte control e impacto negativo en los distintos actores que participan en la cadena de distribución de alimentos: campesinos/as, proveedores, consumidores/as, trabajadores/as, etc. De hecho, la aparición de los supermercados, hipermercados, cadenas de descuento, autoservicios…, en el transcurso del siglo XX, ha contribuido a la mercantilización del qué, el cómo y el dónde compramos supeditando la alimentación, la agricultura y el consumo a la lógica del capital y del mercado.
– Esther Vivas es miembro de la Red de Consumo Solidario y de la campaña No te comas el mundo. Es coautora del libro Supermercados, no gracias (Icaria editorial, 2007). Publicado en AAVV Introducción a la Crisis Alimentaria Global, Barcelona, No te comas el mundo.
Olimpiadas y ropa sucia: campaña jueguen limpio
Las firmas de ropa deportiva fracasan en la prueba olímpica
Leaver
Maquila Solidarity Network/Asia TimesErik
Traducido del inglés para Rebelión por Germán LeyensLos Juegos Olímpicos de Verano de Beijing representan una oportunidad dorada para que la industria de ropa deportiva, interesada por imponer sus marcas, asocie sus productos con la apreciada marca olímpica. Por un abordable patrocinio o pago de licencia, una compañía de ropa deportiva puede imbuir sus zapatos atléticos y marcas de ropa con los elevados ideales olímpicos de trato justo, perseverancia y, lo más importante, de victoria.
Al asociar sus marcas con los Juegos Olímpicos, u otros eventos deportivos como ser la Copa de la UEFA, las compañías de ropa deportiva esperan conseguir oro en ventas, cuota de mercado y reconocimiento de marca. Si el pasado sirve de guía, estos importantes eventos deportivos pueden ser extremadamente lucrativos para algunos de los principales protagonistas en esta industria global.
Pero la historia tiene otro aspecto. Antes de los Juegos Olímpicos de Verano en Atenas, la Campaña Play Fair [Jueguen limpio] en los Juegos Olímpicos – la mayor movilización internacional de su tipo por los derechos de los trabajadores – atrajo la atención del mundo al lado oculto de la industria de la vestimenta deportiva: las atroces condiciones laborales que sufren jóvenes mujeres, hombres y niños que fabrican zapatos, camisetas, balones de fútbol y otros artículos en fábricas contratadas e instalaciones subcontratadas en todo el mundo.
Avancemos cuatro años, y ante los Juegos Olímpicos de Beijing, tenemos que preguntar: “¿Hay alguna cosa que haya mejorado?
Sobre la base de entrevistas con más de 320 trabajadores de la ropa deportiva en China, India, Tailandia e Indonesia, así como estudios sobre compañías e industrias, informes publicados y no publicados, artículos en la prensa, sitios en la Red y anuncios de fábricas, investigadores de la red Play Fair establecieron que aunque algunas marcas han desarrollado un control de los derechos laborales y programas de cumplimiento y han actuado en una serie de problemas y casos, la norma sigue siendo la violación sustancial de los derechos de los trabajadores en la industria de la vestimenta deportiva.
A pesar de más de 15 años de códigos de conducta adoptados por las principales marcas de ropa deportiva, como ser Adidas, Nike, New Balance, Puma y Reebok, trabajadores que hacen sus productos siguen enfrentando una extrema presión para cumplir con cuotas de producción, horas extra excesivas indocumentadas y no pagadas, abusos verbales, amenazas a la salud y a la seguridad, relacionados con las altas cuotas y la exposición a productos químicos tóxicos, y el incumplimiento de programas legalmente exigidos de salud y otros seguros.
Los investigadores de Play Fair también descubrieron que los salarios para trabajadores de la vestimenta deportiva siguen siendo mucho más bajos que los salarios de subsistencia mínima locales. Incluso cuando los gobiernos han aumentado el salario mínimo legal o los compradores de vestimenta deportiva de marca tratan de imponer límites a las horas extra, los investigadores de Play Fair encontraron evidencia de que los empleadores encuentran nuevas maneras de evadir sus responsabilidades.
Por ejemplo, cuando el gobierno chino aumentó el salario mínimo en Dongguan, en la provincia Guangdong, a fin de tener en cuenta una tasa brutal de inflación de productos básicos, como ser los alimentos, los empleadores en numerosas fábricas de calzados atléticos estudiadas por Play Fair hallaron modos de anular el aumento. Algunos empleadores aumentaron los objetivos de producción, reduciendo, o eliminando, así los bonos de producción, parte importante de los ingresos de los trabajadores. Otros introdujeron nuevos cobros por alimentación, vivienda u otros servicios. Algunos de los trabajadores entrevistados reciben ahora menos ingresos que antes del aumento del salario mínimo.
En algunos casos, investigadores de Play Fair descubrieron que los trabajadores ni siquiera reciben el salario mínimo legal, a pesar de trabajar entre 12 y 13 horas por día. Asimismo, en una serie de fábricas, había evidencia de que los empleados falsificaban las cuentas para ocultar el hecho de que los empleados eran obligados a trabajar horas excesivamente largas e ilegales y que no recibían el pago adicional legal por horas extra.
Obreros que trabajan en casa cosiendo balones de fútbol en Jalandhar, India dijeron a investigadores de Play Fair que las tarifas por pieza han estado estancadas durante los últimos cinco años, a pesar de tasas de inflación del año pasado calculadas entre un 6,7 y un 10%. Dependiendo del tipo de balón, un cosedor de balones que trabaja en casa gana entre 35 centavos de dólar y 88 centavos por balón, completando entre dos y cuatro por día. Los trabajadores en casa también viven con una falta total de seguridad de ingresos. Durante los meses en que hay pocos pedidos, los grupos familiares a menudo se hunden en deudas a prestamistas.
“No tenemos ahorros, así que no nos queda nada cuando hay emergencias,” dijo un cosedor de balones de fútbol de 50 años. Hay pocas o ninguna redes de seguridad a disposición de los trabajadores desde su casa: una enfermedad o un accidente puede equivaler a una catástrofe. “He perdido el oro de mi mujer, que di como fianza a un prestamista y no le pude reembolsar,” dijo. “Una vez incluso arrendé mi cilindro de gas licuado para conseguir un poco de dinero para una emergencia sanitaria sufrida por mi esposa. Todos vivimos la misma situación. Uno de mis amigos llegó a vender su sangre para conseguir un poco de dinero adicional para encarar una emergencia.”
Tres vallas que superar
En toda la industrial global de la vestimenta deportiva, los trabajadores que fabrican ropa deportiva, calzados y balones de fútbol hablan todos del mismo tipo de problemas. Estos hechos no son nuevos. Un modelo empresarial particular, la falta de incentivos, la competencia de intereses, la inercia institucional, y otros factores, han anulado a menudo los mejores esfuerzos por solucionar los problemas endémicos que siguen plagando a esta industria.
En lugar de simplemente volver a presentar una letanía de abusos, este informe trata de identificar soluciones a esos problemas persistentes del sitio de trabajo, concentrándose en tres obstáculos centrales que, si no son superados, inhibirán la futura capacidad de la industria de realizar un progreso real en otros aspectos.
Si la industria de la vestimenta deportiva habla en serio de un cambio en la manera como se realizan actualmente los negocios, hay una necesidad urgente de emprender pasos inmediatos para encarar estos temas centrales.
1) La falta de respeto por el derecho de asociación y a negociar colectivamente de los trabajadores que impide los esfuerzos de los trabajadores de resolver problemas en el sitio de trabajo cuando se presentan y de negociar mejoras a largo plazo de salarios y condiciones laborales.
2) La actitud y práctica dominantes en esta industria está tan sesgada contra el desarrollo de sindicatos que creemos que se necesita un enfoque más dinámico para crear un clima positivo para los sindicatos (en lugar de ser sólo neutral). Creemos que las compañías deberían adoptar una actitud positiva hacia las actividades de los sindicatos y una actitud abierta hacia las actividades de organización de los trabajadores.
* Los trabajadores enfrentan considerables obstáculos cuando tratan de ejercer su derecho a la libertad de asociación y de negociación colectiva, incluyendo: el despido de dirigentes y partidarios sindicales.
* Negativa de la administración de las fábricas a reconocer y negociar con, los sindicatos.
* Término o reducción de pedidos a las instalaciones sindicalizadas.
* Movimiento de la producción a jurisdicciones donde se limita legalmente la libertad de asociación.
* Promoción por la dirección y selección de “comités de trabajadores” no representativos.”
Cierres de fábricas
La racha de cierres de fábricas que ha acompañado la reestructuración de la industria durante los últimos años, contribuye a un clima de temor entre los trabajadores y los proveedores, alimentando el mito de que cualesquiera esfuerzos por mejorar las condiciones sólo llevará a más pérdidas de puestos de trabajo. Cuando los trabajadores enfrentan la inseguridad en el empleo, es menos probable que tomen iniciativas paras cuestionar prácticas abusivas.
Aunque unas pocas compañías de ropa deportiva sensibles a la imagen de su marca están dispuestas a discutir como minimizar los impactos negativos de la reestructuración y la consolidación, la vasta mayoría se niega incluso a considerar si tienen la obligación de justificar sus decisiones ante los trabajadores o las comunidades negativamente afectadas.
Los cierres sólo deberían ocurrir cuando una fábrica ya no es capaz de sostenerse económicamente y se han agotado todas las demás opciones para rescatar el negocio. Pero no es siempre fácil desenmarañar la responsabilidad por decisiones económicas que afectan la viabilidad de una fábrica en particular.
Los proveedores y/o agentes de compra que utilizan múltiples fábricas en uno o más países toman decisiones sobre qué fábricas reciben cuales pedidos, afectando la viabilidad de uno u otro centro de producción. Los compradores también, sea por decisión o simplemente por desatención, no apoyan a fábricas que han cumplido mejor con los estándares laborales – especialmente las que tienen acuerdos de negociación colectiva – conduciendo a cierres.
Como estamos hablando de cadenas globales de suministro, una evaluación limitada de la viabilidad económica de un centro de producción aislado no basta para racionalizar un cierre. Una verdadera evaluación de la viabilidad de una fábrica también debe considerar los tipos de pedidos de los compradores, si los precios pagados por los compradores son suficientes para respaldar el cumplimiento de los derechos laborales en un centro de producción, y las finanzas de la sociedad matriz.
Crecimiento en empleos precarios
Aunque no tenemos a disposición datos globales exhaustivos a través de toda la industria, los sindicatos y las organizaciones de derechos laborales han informado en los últimos años sobre el creciente uso por proveedores de sucesivos contratos de empleo a breve plazo y de agencias de contratos de empleo de terceras partes.
El creciente uso de contratos a corto plazo y de otras formas de empleo precario niega a los trabajadores su seguridad social y otros derechos legales, desalentando la organización del trabajador, y debilitando la imposición de los reglamentos laborales, que demasiado a menudo no son aplicados a trabajadores no-permanentes.
El problema es que la industria de la ropa deportiva es adicta a la flexibilidad. En el modelo empresarial prevaleciente en la ropa deportiva, los comerciantes, las marcas, y los proveedores transnacionales tratan de maximizar su capacidad de cambiar no sólo los estilos y los productos que son producidos, sino las fábricas o países en los que los artículos son fabricados, todo en busca de la producción más rápida, más fiable, de la mejor calidad y, desde luego más barata.
No sorprende, por lo tanto, que las fábricas de ropa deportiva traten de “flexibilizar” sus fuerzas laborales. Mientras siga siendo inestable el sistema global de producción de vestimenta deportiva, habrá un impulso por descargar sobre otros la masa del riesgo involucrado en la competencia por el negocio y los pedidos. Los que ya no pueden descargar ese riesgo – los trabajadores en la base de la cadena de producción y distribución – terminan soportando la parte más dura de la inestabilidad del sistema.
La cuarta valla – un salario de subsistencia mínima
La investigación de Play Fair también indica que a pesar de la creciente presión del trabajo y del exceso de horas de trabajo, los ingresos de los trabajadores siguen estando, en general, bien por debajo de un salario de subsistencia mínima. Mientras los líderes de la industria han estado dispuestos a asegurar, en algunos casos, que los trabajadores reciban el salario mínimo legal o el salario prevaleciente en la industria, ha habido muy poca acción hasta la fecha para asegurar que los salarios de los trabajadores sean suficientes para satisfacer sus necesidades básicas.
Tal como los trabajadores en la base de la cadena de producción y distribución han sido obligados a soportar la mayor parte de los riesgos asociados con la exigencia de flexibilidad de la industria, los trabajadores también se han visto obligados a cargar con los costes asociados con la exigencia por los consumidores de comprar a precios bajos.
Los cosedores de balones de fútbol en Pakistán, por ejemplo, informan que reciben entre 57 centavos y 65 centavos de dólar por cada balón que producen, un precio que no ha cambiado en seis años a pesar de que el índice de precios al consumidor aumentó en un 40% durante ese período. Trabajadores de la vestimenta en Camboya ganan un promedio de entre 70 y 80 dólares por mes, incluyendo horas extra y bonificaciones – lo que no es suficiente para permitir a un trabajador y su familia un nivel de vida decente.
En Bangladesh, donde en 2006 las protestas de trabajadores llevaron a un muy necesario aumento en el salario mínimo a 24,30 dólares al mes, el verdadero valor (después de la inflación) de su salario mensual vale ahora incluso menos que el salario mínimo de 1995. En Turquía, el salario prevaleciente en la industria del sector de la vestimenta es calculado como menos de la mitad del salario de subsistencia mínima.
* La responsabilidad de lograr mejoras de los salarios en las cadenas de producción y distribución globales de la vestimenta deportiva está más ampliamente distribuida de lo que podría ser en una industria nacional que produce para el consumo interno, porque la producción global de ropa deportiva tiene lugar en un contexto de relaciones de compra inestables.
* Las dificultades con los mecanismos nacionales de fijación de salarios se deben a compras e inversiones sin estabilidad en su origen o destino geográfico.
* La falta de respeto por la libertad de asociación y la negociación colectiva.
* Las expectativas de bajos precios de los consumidores, las marcas y los comerciantes minoristas.
Por estos motivos, debe desarrollarse un esfuerzo coordinado para aumentar los salarios en la industria de la ropa deportiva. Debiera concentrarse inicialmente en los mayores proveedores y en fábricas relativamente estables, donde una masa crítica de compradores tenga una relación a largo plazo con la fábrica proveedora y todos estén dispuestos a emprender pasos para asegurar que los trabajadores reciban salarios que caigan dentro del marco de los cálculos de salarios de subsistencia mínima de la región.
Para encarar seriamente la ausencia de libertad de asociación y del derecho a la negociación colectiva, y los impactos de cierres de fábricas, y para elevar los ingresos a un nivel que corresponda a las necesidades básicas de los trabajadores, las compañías de ropa deportiva tendrán que emprender una serie de acciones concretas, cuantificables, en estrecha colaboración con múltiples participantes, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, y gobiernos,
Una pequeña muestra de las acciones y objetivos que pueden tener lugar incluye:
* Las marcas de ropa deportiva debieran exigir a los proveedores que adopten una política de libertad de asociación y comunicarla por escrito a los trabajadores mediante una “Garantía del Derecho a Organizarse.” Esto debiera ser hecho con un mínimo de un 30% de los proveedores hasta Vancouver 2010, y de un 100% hasta Londres 2012.
* Hasta Vancouver 2010, las marcas y el comercio minorista de marcas de ropa deportiva debieran suministrar incentivos cuantificables a las fábricas que tengan un acuerdo de negociación colectiva (ANC) con un sindicato independiente. Tales incentivos deberían incluir que se adjudiquen órdenes preferenciales; contratos estables de suministro a largo plazo; y una compensación ANC cuantificable en los precios por unidad.
* Los proveedores de ropa deportiva deben asegurar que, hasta los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver en 2010, por lo menos un 95% de los trabajadores empleados en la parte fundamental del negocio de cada compañía estén empleados con contratos ilimitados de de duración indeterminada, y que: 1) Todo uso de contratos de duración fija tenga lugar como reacción a un plan claramente definido que justifique su uso; 2) Que todo trabajador con contrato de duración fija reciba el mismo salario y beneficios otorgados a trabajadores permanentes que realicen el mismo trabajo; 3) Una vez que un empleado a corto plazo sea contratado dos veces con un contrato de duración fija por el mismo empleados, o por dos años, el empleado sea contratado automáticamente mediante un contrato de duración ilimitada en caso de un tercer contrato.
* Hasta Vancouver 2010, los compradores debieran informar públicamente sobre las políticas de selección, administración y/o finalización de proveedores / vendedores de la compañía, incluyendo: 1) el proceso de aprobación de nuevas fuentes de suministro; 2) la conexión del desempeño de responsabilidad social corporativa del proveedor con las decisiones de compra; y 3) la estrategia para administrar el impacto de la terminación de las compras de ciertas fábricas. Iniciativas de múltiples partes implicadas deberían exigir esto a sus miembros.
* Los compradores deberían comprometerse a lograr un salario de subsistencia mínima en por lo menos un 25% de las fábricas proveedoras hasta los Juegos Olímpicos de Verano en Londres en 2012 mediante: 1) Colaboración con otros compradores (posiblemente mediante una iniciativa de múltiples partes interesadas) para identificar a proveedores en los que los compradores participantes controlan colectivamente más de un 75% de la producción sobre una base regular; 2) La promoción del establecimiento de estructuras de negociación para posibilitar que la dirección de la fábrica y los sindicatos consoliden el elemento del salario de subsistencia mínima en la estructura de pagos existente en esas fábricas: 3) La negociación individual con las direcciones de fábricas sobre las medidas necesarias para lograr un salario de subsistencia mínima proporcional a la parte jugada por cada comprador en la producción.
Hace cuatro años, Play Fair pidió que la industria encarara el desafío de hacer mejoras reales, sustanciales, en el cumplimiento de los estándares laborales hasta los Juegos Olímpicos de Beijing. Cuando se encendió la llama en la apertura en Beijing, el progreso hacia esos objetivos era limitado en el mejor de los casos.
Si la industria de la ropa deportiva – compradores, proveedores y las iniciativas de múltiples partes interesadas que los incluyen como participantes – es verdaderamente seria en el trato de los temas mencionados en este informe, debe demostrar su disposición a emprender acciones concretas para lograr objetivos cuantificables para asegurar que cuando tengan lugar los próximos Juegos Olímpicos en dos y cuatro años, los trabajadores puedan esperar verdaderas mejoras en sus condiciones de trabajo en lugar de que para entonces sigamos hablando de compromisos vagos.
Maquila Solidarity Network (Red de Solidaridad de la Maquila) es una organización por los derechos de los trabajadores y de las mujeres que apoya los esfuerzos de los trabajadores en las cadenas globales de producción y distribución por lograr mejoras de salarios y de las condiciones de trabajo y una mejor calidad de vida. Escribió este informe por cuenta de Play Fair 2008.
(Publicado por Asia Times con permiso de Foreign Policy in Focus)
http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/JH23Dj03.html
El Imperio del Consumo
Eduardo Galeano
www.aporrea.org 28/01/07
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.
La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.
La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.
La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: Para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.
EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.
«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas». Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.
El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida: Esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.
El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.
Un signo de los tiempos: Esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados de McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.
Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra… Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.
Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla.
La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto mámás exclusivas, mejor: Las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.
Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.
Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?
El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.
El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.
Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta a unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: Es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.
El pringoso mundo de McDonald’s
José Steinsleger
La Jornada
Las varias acepciones del poco empleado verbo “pringar” se ajustan didácticamente al contenido de este artículo. Pringar se deriva de “pringor” (jugo, sustancia) y de “pringue”, grasa que suelta el tocino u otra cosa sometida a la acción del fuego.
El amasijo mezclado en la olla con carne, tocino y chorizo se llama “pringote”. Ejemplos de alimentos pringosos serían los engullidos por 46 millones de personas que en el mundo concurren a diario a los 30 mil restaurantes de McDonald’s, la cadena de hamburguesas más grande del planeta (Fortune, 2002).
En sentido figurado (y curioso) el diccionario reconoce que pringar es tomar parte en un negocio o dependencia. Sería el caso de Ángel Lastra Martínez, médico veterinario zootecnista por la UNAM, uno de los dos especialistas mexicanos que emplean la tecnología de bipartición de embriones de ganado vacuno, avanzado método de reproducción de animales en serie.
Con posgrados en microbiología por la Universidad de Manchester y el Colegio Real de Medicina Veterinaria de Londres (Proceso No. 1240, agosto 2000), el doctor Lastra Martínez ha recibido varios reconocimientos internacionales. Entre éstos, el que le otorgó la reina Isabel de Inglaterra por haber descubierto la enfermedad conocida como phyelonefritis (cistitis en los cerdos). O sea, un total desconocido para la candidata presidencial Paty Chapoy y otros genios de la cultura nacional.
El caso es que en 1991, decenio en que México ingresó al primer mundo por la puerta de la cocina, Lastra Martínez organizó una empresa y obtuvo en el centro de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, dos de las 130 franquicias que McDonald’s tenía en el país (casi el doble, hoy). A finales de la década, el doctor estaba en quiebra. Y no precisamente por falta de “talento empresarial”.
Lastra Martínez cometió un “error”: se negaba, en sus restaurantes, a preparar alimentos con carne, verdura, pan y lácteos en estado de descomposición, suministrados por la empresa Apelco SA de CV. “Las lechugas venían con mucha basura, incluidas piezas metálicas, como tornillos o tuercas… el pan llegaba con vidrios de hielo y se descomponía en los hornos”, declaró a Proceso.
En 1998 el caso llegó a los tribunales. La Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural (Sagar) verificó la introducción de carne de pollo y puerco sin los registros sanitarios de ley y con fecha de caducidad hacia las franquicias en los estados de Coahuila y Nuevo León. “Interesante”, dijeron las autoridades de la Sagar. Ronald McDonald’s, el pringoso y siniestro payaso de la trasnacional, destruyó al científico metido a empresario.
“Macdonalización” y otros términos similares (“cocalización”, “walmartización”) se han convertido en los favoritos de quienes con imaginación los han convertido en sinónimo de “imperialismo yanqui”: explotación, ruina, saqueo, desnutrición, muerte.
En abril de 2005, la firma fue demandada por dos familias del popular barrio Bronx, Nueva York, a causa de los problemas de salud que presentaban sus hijos. Los padres de Jazlyn Bradley y Ashley Pelman denunciaron que sus hijos desarrollaron diabetes, obesidad, problemas cardiacos y altos niveles de colesterol.
Aquí es importante señalar que 90 por ciento de los niños de Estados Unidos consumen productos de McDonald’s entre tres y cinco veces por semana, durante años. Según el escritor Eric Schlosser, autor de Fast Food America, los estadunidenses gastaron en 2000 unos 110 mil millones de dólares en comida rápida, más que en la enseñanza universitaria o los automóviles.
En 2002, las investigaciones de Schlosser y otros especialistas obligaron a McDonald’s al retiro progresivo de los aceites hidrogenados en la elaboración de las papas fritas, con alto contenido innecesario de ácidos transgrasos, “potentes promotores de enfermedades cardiacas”.
En febrero de 2006, la trasnacional aceptó pagar 8.5 millones de dólares para evitar un juicio por una demanda presentada por la organización Ban Trans Fat, de California, misma que en 2005 logró que la firma Kraft Foods retirara las grasas insaturadas de sus snacks, entre ellos las populares galletas Oreo.
Por otro lado, la revista especializada Food Magazine lanzó el mes pasado una campaña advirtiendo acerca de la falsa publicidad de McDonald’s con respecto al uso de aceite de cocina hidrogenado. La campaña advierte que en Estados Unidos la sustitución en la alimentación de grasa parcialmente hidrogenada evitaría unas 30 mil muertes anuales prematuras por enfermedades coronarias.
Según Food Magazine, en 2003 Dinamarca fue el primer país que introdujo restricciones en el uso de aceites transgrasos que contengan más de 2 por ciento de aceite y productos transgrasos, como los que se consumen masivamente en México.
¿La Organización Mundial de la Salud dispone ya de cifras aproximadas de personas fallecidas o que padecen de obesidad y trastornos cardiovasculares por ingerir los alimentos diseñados por McDonald’s en su cuartel general de Oak Brook, Illinois? Y en México… ¿quién le pone el cascabel al gato?
«Fast Food Nation», se ha hallado mierda en las hamburguesas de una gran cadena
Mikel Insausti
McDonalds se ha sentido directamente atacada por la película de Richard Linklater «Fast Food Nation», que transforma en ficción el ensayo literario homónimo de Eric Schlosser dedicado al análisis de las cadenas de comida basura. El proceso económico que se inicia con la contratación de trabajadores ilegales en los mataderos es seguido paso a paso, gracias a un reparto estratégicamente distribuido por los distintos frentes de esta contaminante guerra comercial.
El debate sobre la comida basura está encima de la mesa, por ser uno de los factores externos de la decadencia de Occidente. Es uno de los síntomas evidentes de que el desarrollo capitalista no implica necesariamente una mejora de la calidad de vida, sino que sucede al contrario. La sociedad norteamericana tiene un serio problema alimenticio, de la sanidad ya se ocupa Michael Moore con su nuevo documental «Sicko». Esos malos hábitos en el comer tienen que ver con una industrialización que no cumple con los mínimos de calidad de los productos, ni de manipulación y tratamiento de los mismos, ni de higiene por parte de un personal explotado laboralmente. Las grandes cadenas multinacionales de comida rápida atienden denuncias diarias, para lo que cuentan con un equipo de abogados especializado en dar una cobertura legal a su insana implantación. Es McDonalds la compañía que está más alerta contra las campañas de opinión que pueden perjudicar a sus intereses, mucho más a raíz del documental de Morgan Spurlock, «Super Size Me», que obligó a la famosa franquicia a implantar una serie de novedades en sus menús para mejorar su ya bastante deteriorada imagen pública.
«Fast Food Nation» se centra también en las hamburgueserías, pero con un enfoque muy distinto al de Spurlock, quien se sometía como conejillo de indias a un experimento consistente en alimentarse durante un periodo de tiempo determinado solamente de menús de esas cadenas, a fin de comprobar ante notario médico los desequilibrios y estragos casi irrecuperables causados en su organismo. Richard Linklater, en cambio, plantea un análisis global del sector cuya economía se basa, además de en ofrecer un producto de baja calidad mal tratado, en una explotación sistemática de sus empleados a través de fórmulas de trabajo temporal para jóvenes sin recursos, y, sobre todo, en una connivencia con la industria cárnica que se sirve de la inmigración ilegal como mano de obra barata. Por lo tanto, la película sigue todo el proceso; desde que la res es engordada artificialmente y entra en el matadero hasta que la hamburguesa es servida en el plato del cliente. En cada uno de esos pasos se cometen una serie interminable de irregularidades, con lo que se acaba entendiendo perfectamente cómo la hamburguesa ha llegado a ser un alimento tan desprestigiado cuando, en su versión casera, debería ser apreciada en función de la bondad de la carne picada empleada en su elaboración. Pero las grandes cadenas, al igual que han acabado con la respetabilidad de la hamburguesa, lo están haciendo con otros platos internacionales, como puedan ser la pizza italiana o el döner kebap turco. Lo mismo se pretende hacer con las tapas o el tradicional bocadillo, por lo que no estaría de más que en nuestro entorno se fueran tomando las medidas necesarias para que no vaya a ocurrir algo parecido con el pintxo y otras especialidades autóctonas.
El puzzle de la comida basura
La mayor y principal dificultad del planteamiento de Linklater consistía en convertir en ficción lo que en origen es un ensayo literario, porque como tal ha sido considerado el exitoso libro de Eric Schlosser «Fast Food Nation: the Dark Side of the All-American Meal». Gracias a que la experimentación corre por las venas del cineasta, el desafío no ha supuesto ningún muro insalvable y ha optado por recurrir al sistema «made in Altman» del reparto coral con historias cruzadas para simultanear todas y cada una de las caras del problema. La película está organizada a modo de puzzle, inteligentemente dispuesto para que el espectador pueda ir uniendo las piezas y sacar sus propias conclusiones respecto al grado de amenaza que supone para su vida la comida basura. No hay estadísticas sobre la influencia de este tipo de películas en las costumbres alimenticias de los espectadores, pero merecería que alguien hiciera un estudio.
Linklater es vegetariano y Schlosser come carne, pero nunca en un fast food. Las duras e impactantes secuencias de los matarifes haciendo su trabajo en penosas condiciones, contrarias a cualquier consideración ecológica, seguramente harán replantearse a más de un espectador su tipo de dieta alimenticia. Esas escenas fueron filmadas de forma semiclandestina, junto con toda la parte localizada en la frontera con México. De hecho, durante el rodaje se utilizó un título provisional que no pudiera ser relacionado de ninguna manera con el libro de Schlosser, con tal de evitar que McDonalds y otras compañías pudieran ponerse en guardia antes de tiempo, incluso poniendo trabas a la filmación.
La estrategia de cine militante o de guerrilla seguida en esta ocasión por Linklater también responde a las necesidades de una producción independiente que, a pesar de su bajo presupuesto, pudo contar con un reparto multiestelar. El cineasta recurrió a los actores que le han sido fieles a lo largo de su filmografía (Ethan Hawke, Greg Kinnear), a los consagrados que no les importa renunciar al sueldo (Bruce Willis, Kris Kristofferson, Patricia Arquette), a los jóvenes ascendentes (Ashley Johnson, Avril Lavigne, Paul Dano, Bobby Cannavale) y a la comunidad latina (Catalina Sandino Moreno, Ana Claudia Talancón, Luis Guzmán, Wilmer Valderrama). Una vez resuelto el elemento humano, había que distribuir los peones de la partida, con la ventaja de que en una película sobre franquicias, donde cada empleado se distingue del de rango superior por el tipo de uniforme y el letrerito con su nombre que lo identifica, facilita mucho las cosas y cada uno sabe cual es su puesto.
En lo alto de la pirámide empresarial se sitúa el personaje de Greg Kinnear, que es el alto ejecutivo que debe investigar la calidad de la carne que contiene el nuevo lanzamiento de la cadena Mickey’s, una hamburguesa gigante llamada «The Big One», que debería ser el orgullo de la casa. Pero algo huele a podrido en ese plato estrella; más exactamente, huele y sabe a mierda en el sentido literal de la palabra. Paralelamente, la cajera de un restaurante de la franquicia, encarnada por Ashley Johnson, una joven de hoy en día poco concienciada, es aleccionada por Ethan Hawke en el rol de su tío, como un activista que organizará un sabotaje en toda regla. En la base están los trabajadores mexicanos del matadero, lugar en el que se confirmará que la carne de vacuno está contaminada con restos de abono.
Linklater no sabe hacer una mala película
Richard Linklater es el mayor talento que ha dado el cine norteamericano en la década de los 90. Un guionista y director que no sabe hacer una mala película ni cuando trabaja para la industria de Hollywood, actividad esporádica que le permite autoproducirse sus trabajos más experimentales. Debutó con un rodaje local en su Austin natal, que viene a ser la versión tejana de la figura del «Vitelloni» felliniano. «Slacker» sigue inédita en nuestro mercado, al igual que la posterior «Tape», intenso drama hermético basado en la obra teatral de Stephen Belber. A la distribución en formato doméstico han ido directamente muchos otros títulos de su minoritaria filmografía, como las generacionales «Movida del 76» y «Suburbia», la gangsteril «Los Newton Boys» y las innovadoras creaciones de animación «Waking Life» y «A Scanner Darkly». Han tenido mayor difusión sus realizaciones europeas «Antes del amanecer» y «Antes del atardecer», protagonizadas por Ethan Hawke y Julie Delpy, junto con sus proyectos comerciales para todos los públicos, «Una pandilla de pelotas» y «Escuela de rock».
M. I.
Dirección: Richard Linklater.
Guión: Richard Linklater y Eric Schlosser, sobre el libro de Schlosser.
Intérpretes: Greg Kinnear, Ashley Johnson, Ethan Hawke, Kris Kristofferson, Bruce Willis, Catalina Sandino Moreno, Luis Guzmán, Ana Claudia Talancón, Wilmer Valderrama, Paul Dano, Avril Lavigne, Patricia Arquette, Bobby Cannavale.
País: EE.UU., 2006.
Duración: 115 minutos.
Género: Denuncia.
Greenpeace acusa a alimentarias españolas de la destrucción de la selva Amazónica
10 de septiembre de 2006
La soja importada con la que se alimentan los pollos, ovejas, cerdos y vacas en este país puede proceder de la destrucción de la Amazonia»
Agencias / La organización ecologista Greenpeace acusó a empresas alimentarias como El Pozo, Coren, Casa Tarradellas, Grupo Sada o Grupo Pascual de contribuir directa o indirectamente a la destrucción de la selva Amazónica brasileña a través de producir carne alimentada con soja que puede proceder de dicha selva tropical.
Así, solicitó a estas compañías alimentarias a que revisaran su política de suministros para desechar la soja procedente de estos escenarios de conflictividad ambiental y social.
El responsable de la Campaña de Bosques de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, denunció que «la soja importada con la que se alimentan los pollos, ovejas, cerdos y vacas en este país puede proceder de la destrucción de la Amazonia, y el sector empresarial implicado está mirando para otro lado». En este sentido, resaltó que «el consumidor tiene que saber que cada vez que consume jamón, pizza, chorizo o pollo podría estar comiéndose un bocado de selva amazónica. O que las empresas que están produciendo alimentos enriquecidos con soja están ocultando que la soja procede de contextos de destrucción social y ambiental». Según la entidad, los gigantes agrícolas norteamericanos, Cargill, Bunge y ADM —que controlan la mayoría del mercado de la soja en Europa— están fomentando la destrucción de la selva para plantar la soja que servirá para la alimentación animal en Europa, e incluso algunos han utilizado trabajo esclavo.
Asimismo, denunció que los puertos españoles de Barcelona, Valencia y Cartagena han recibido durante el año 2005 soja procedente de la región amazónica exportada a través de los puertos brasileños de Santarém y Ponta da Madeira.
Un reciente artículo de la revista científica ’Nature’ alertaba de que en el 2050 se habrá perdido el 40% de la Amazonia —una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta— si la tendencia actual de expansión agrícola continúa; con ello se amenazará la biodiversidad y se contribuirá gravemente al cambio climático; además los monocultivos de soja tienen una alta dependencia de los químicos tóxicos y, en algunos casos, han llegado a cultivar soja modificada genéticamente en la Amazonia, concluyó Greenpeace.
El comercio justo
14 de julio de 2005
El Comercio Justo, también llamado comercio alternativo, es un movimiento internacional formado por organizaciones del Sur y del Norte, con el doble objetivo de mejorar el acceso al mercado de l@s productor@s más desfavorecidos y cambiar las injustas reglas del comercio internacional.
En Asturies las organizaciones L’Arcu La Vieya, Riquirraque Emaus y Picu Rabicu nos coordinamos en el “Espacio Asturiano por un Comercio Justo”, con el objetivo de difundir nuestra visión del Comercio Justo, distinta a la de algunas grandes ONGs, pero la misma que la de otras 30 organizaciones de Comercio Justo a nivel del Estado. Nuestra visión va mucho mas allá de pagar un sobreprecio por los productos para ayudar a l@s campesin@s del Sur. Nosotros buscamos justicia y creemos que el Comercio Justo aspira a trasformar la sociedad, a modificar las injustas reglas del mercado internacional y a lograr un verdadero desarrollo a traves del comercio local y la soberanía alimentaria. Hay algunas preguntas que cualquier consumidor@ consciente puede hacerse ante las distintas visiones y que intentamos responder
¿COMERCIO JUSTO EN GRANDES SUPERFICIES?
Con la próxima aparición de un sello certificador de “Comercio Justo” van a aparecer muchos productos en grandes superficies y con marcas conocidas que lleven este sello. Sin embargo, este sello lo único que certifica es que la materia prima esta comprada a un precio superior al del mercado (previamente fijado por la entidad certificadora). Todo el proceso posterior lo realizará la marca o gran superficie (con sus bajos salarios, su temporalidad, su acoso al resto de campesin@s del Norte y del Sur, etc).
¿LA COMERCIALIZACIÓN EN GRANDES SUPERFICIES NO VA A PERMITIR VENDER MÁS?
Ese es el argumento de l@s que apoyan el sello: venderemos más por lo que ayudaremos más. Sin embargo esto no es cierto porque el verdadero objetivo no debe ser que los campesin@s aumenten su dependencia de las importaciones, sino que produzcan sus propios alimentos (soberanía alimentaria). Además l@s pequeñ@s campesin@s denuncian que el aumento incontrolado de ventas está produciendo que, para atender a la demanda, se recurra a explotaciones más grandes y con más producción.
Además lo realmente importante no es vender más sino sensibilizar, concienciar y luchar por modificar las injustas reglas del mercado internacional (que son las culpables de la desigualdad social) y eso no se puede realizar con la colaboración de las multinacionales que las imponen.
¿LA COMERCIALIZACIÓN EN GRANDES SUPERFICIES NO INCREMENTARÁ EL RECONOCIMIENTO DEL COMERCIO JUSTO?
Pensamos seriamente que no. Ningún consumidor@ consciente va a entender que estos productos se puedan vender por grandes multinacionales. Tampoco estas se van a potenciar este tipo de consumo, ni a explicar las precarias condiciones de los campesin@s del Sur, ni nada parecido. Para lo único que va a servir es para lavar conciencias y para que estas multinacionales devoradoras puedan aparecer como “solidarias”. Conseguirá todo lo contrario por que el Comercio Justo quedará devaluado en su coherencia trasformándolo en un simple “marketing con causa”.
ENTONCES, ¿NO TODAS LAS ORGANIZACIONES DE COMERCIO JUSTO APOYAN LA COMERCIALIZACIÓN EN GRANDEZ SUPERFICIES?
Ni mucho menos. Muchas pensamos que es una renuncia a la lucha por un mundo más justo. Porque nosotros trabajamos para trasformar la sociedad, para que los pueblos tengan derecho a su Soberanía Alimentaria, para hacer transparente todo el sistema comercial y para que la justicia se practique en el Norte y en el Sur. Para hacer un consumidor@ consciente y responsable, que exija información y se integre en nuestra lucha.
De hecho las organizaciones de Comercio Justo que no apoyamos este tipo de comercialización nos estamos organizando en el “Espacio por un Comercio Justo” para tener un mensaje común y aunar esfuerzos.
Las organizaciones abajo firmantes se adhieren al “Manifiesto contra el sello Flo” (Pola de Siero – 2005) y se comprometen a difundirlo y a potenciar el “Comercio Justo” en la línea que se expresa en el documento.
Un juguete, un esclavo
Juan Carlos Galindo*
9 de enero de 2005
A principios de diciembre, en un polígono próximo a la ciudad de Madrid la policía se incautó de varios cientos de miles de juguetes falsos que imitaban a las grandes marcas del mercado. Estilizadas muñecas Barbie o elásticos Spiderman para llenar más de diez camiones.
Las autoridades y los medios de comunicación alertaban al unísono del peligro moral de comprar estos juguetes: no sólo se trataba de falsificaciones sino que, además, estaban fabricados en China, en factorías donde trabajan menores y donde, a diario, se violan los más elementales derechos de los trabajadores. Lástima que se les olvidase un pequeño detalle: todos los grandes de la industria juguetera y sus distribuidores, todas ellas legales y prestigiosas multinacionales, llevan a cabo las mismas prácticas.
Factorías y cárceles
Al igual que ha ocurrido con otras actividades, China ha ido copando el mercado de los juguetes hasta hacerse con más del 90 por ciento de la producción mundial. Durante años, hasta la región sureña de Guangdong han llegado millones de chinos guiados por la esperanza de subirse al tren del desarrollo. Originarios de las zonas rurales del país, pronto se ven presas de un sistema esclavista que les condena a la miseria y les niega la oportunidad que buscaban.
Las ciudades de Shantou y Dongguan se han convertido en el eje central de esta gran industria. Cientos de miles de metros cuadrados inundados de talleres de ensamblaje de juguetes.
Según denuncia el National Labour Committee, (NLC, organización estadounidense que lucha por los derechos de los trabajadores en todo el mundo), en estas factorías se trabaja a destajo para cumplir con los encargos navideños. Es la temporada alta y los horarios se extienden desde las 8 de la mañana hasta altas horas de la noche. Quince horas de
trabajo diario, siete días a la semana. O lo que es lo mismo: más de 100 horas a la semana a 12 céntimos de euro la hora. La posibilidad de ir al baño se limita a una vez cada siete horas. Si el trabajador sobrepasa el límite es multado.
Si permanece más de cinco minutos fuera de su lugar de trabajo, también.
Los míseros sueldos se reciben con varios meses de retraso y está prohibida cualquier forma de organización. Al fondo de los inmensos polígonos industriales se sitúan, medio escondidas, ciertas factorías-cárceles. Según describe el periodista español David Jiménez en su reportaje «Explotados por los reyes magos», estas empresas, que tienen registrados los edificios como naves industriales vacías, han instalado verjas en las ventanas y puertas blindadas y han rodeado el edificio de guardias más atentos de vigilar a los empleados que de proteger la mercancía.
Después de una interminable jornada de trabajo todos los empleados duermen en la misma fábrica, en cuartos de veinte metros cuadrados compartidos por más de veinte trabajadores. Es en estas granjas de esclavos, en estos lugares ajenos a la civilización y los derechos humanos donde las grandes multinacionales fabrican, directamente o por concesión, los juguetes de los niños occidentales.
Lucrativo negocio
Ya en 2002, el NLC acusaba a Mattel, Wall-Mart, Toys R Us, Disney y Hasbro de servirse de sus factorías en el gigante asiático para reducir drásticamente los gastos de producción, a pesar de las continuas vejaciones a las que eran sometidos los trabajadores. Poco después, el diario The Washington Post, poco sospechoso de veleidades izquierdistas, ratificó el horror con la publicación de un extenso reportaje.
Quizás el paradigma de este sistema de explotación sea Wall-Mart. El gigante estadounidense bien podría cambiar su lema «Precios siempre bajos, siempre» por el de «Precios siempre bajos, cueste lo que cueste».
Y es que la mayor distribuidora del mundo no descarta ninguna medida a la hora de cumplir con su famoso lema. Según denuncia el NLC en su informe «Toys Of Misery» (febrero de 2004), Wall-Mart trabaja con más de 4.000 factorías en China. En concreto tiene contratada la fabricación de cuatro millones de peluches en los próximos dos años en una factoría de
Mou Yip, donde miles de trabajadores llevan desde marzo completando jornadas de 15 horas para cumplir con el encargo.
Pero Wall-Mart está lejos de ser el único culpable. Mattel, por ejemplo, tiene 8.000 empleados en sus fábricas del sur de China. Allí se elabora el nuevo accesorio de Barbie: un ordenador portátil de plástico que alcanzará en el mercado un precio de 50 euros, equivalente a más de 400 horas de trabajo en la factoría Mattel.
Las empresas lo niegan todo y se escudan en sus códigos de conducta que, como no podía ser de otra manera, prohíben tajantemente este tipo de actividades. Pero la realidad es tozuda. Estas multinacionales no pueden negar que fabrican sus juguetes en China y, como ha quedado comprobado, conocen y pasan por alto lo que ocurre en sus factorías. De hecho, el
informe «Toys Of Misery» recoge abundante documentación al respecto (como varios cuestionarios que obligan a aprender a los trabajadores chinos con las respuestas a las preguntas que pueden hacerles los inspectores) y acusa a las multinacionales de organizar auténticas farsas a modo de investigación.
Es cierto que en muchas ocasiones no actúan directamente sino a través de intermediarios de Hong Kong que les permiten lavarse las manos. Es el caso de Foreway Industrial China, donde se trabajan 18 horas al día por 10 céntimos la hora. Allí se fabrican los muñecos oficiales de la NFL, la NBA, así como coches teledirigidos y otros juguetes para Wall-Mart, Disney y Hasbro.
El grado de explotación ha llegado a tal punto que la industria teme una crisis futura. En efecto, a pesar de contar con más de 750 millones de pobres, la industria china del juguete empieza a tener dificultades para encontrar trabajadores. Quizás se vean obligados a subir los salarios con el consiguiente aumento de los costes de producción. Si lo hacen, hay quienes han amenazado con trasladar esa industria que niegan tener a otro país del Tercer Mundo. Para evitarlo, China ha empezado a emplear de manera significativa a niños en la fabricación de juguetes. Son especialmente buenos porque sus pequeñas manos les permiten operar con más facilidad. Además no se quejan y su capacidad de organizarse es nula. Probablemente, ni siquiera sepan la felicidad que esos juguetes van a originar en millones de niños occidentales. Pues eso, Feliz Navidad.
*Periodista Agencia de Información Solidaria infosolidaria@infosolidaria.org
EL GRANO DE ARENA
Correo de información ATTAC n°272
Attac de Suiza denuncia las prácticas de Nestlé en Brasil.
El gobierno Lula acusado de mirar para otro lado, pese a la violación de la ley brasilera, porque la Nestle aporta fondos al programa Hambre Zero.
La oposición a la explotación de las aguas minerales, por parte de Nestlé, principal eje de la campaña de Attac junto con otros colectivos y movimientos sociales.
El agua es uno de los grandes temas de este siglo y el comercio de este bien natural y limitado, ha crecido indiscutiblemente. En Brasil una de las grandes multinacionales mundiales, la Nestlé, también explota ese bien y está siendo acusada judicialmente de hacerlo de forma irresponsable y sin licencia. La Nestlé es acusada de desmineralizar una de las aguas más mineralizadas del país y de mineralizarla en forma automática, y eso, según la ley brasilera no está permitido. La empresa, por un lado, y los ambientalistas, por el otro, rebaten acusaciones y defensas en una lucha casi silenciosa que los grandes medios de comunicación no divulgan.
En el primer semestre de este año, la Nestlé fue notificada por el Departamento Nacional de Producción Mineral (DNPM) órgano responsable por la fiscalización, recibiendo un plazo de 30 días, hasta el 24 de abril, para presentar un Plan de Aprovechamiento Económico (PAE) del Pozo que extrae el agua comercializada, en este caso la Pure Life . Sin embargo, la empresa prefirió cuestionar al DNPM que tomó la medida de interdictar la producción, y la Nestlé entró con una preliminar en la Justicia y consiguió que este plazo fuese extendido hasta octubre de 2004. Mientras el proceso va arrastrándose, los ambientalistas intentan informar a la población haciendo campañas contra la compañía, por alegar que la misma al contrario de lo que pregona, no está tan comprometida con lo social y con el medio ambiente.
El inicio de todo
Con la compra de la firma Perrier, era 1996, la Nestlé consiguió la pertenencia de un Parque de Aguas en la ciudad de São Lourenço, Minas Gerais, la más rica en aguas minerales diversificadas de todo el planeta. Inició en 1998 la construcción de una nueva fábrica, mucho mayor, y desde 1999 produce la Pure Life , retirando todos los minerales y después adicionándolos en forma automatizada, explotando la Fuente Primavera a través del bombeo, lo que para los ambientalistas es extremadamente perjudicial. Para ellos, ese proceso puede secar fuentes próximas, además de que el agua no pasa el tiempo necesario en contacto con las piedras, perjudicando su nivel mineral, eso sin contar que la empresa simplemente explota el agua más mineralizada del país y la transforma en agua común adicionada de sales.
La acción civil
En las páginas de la acción civil, el promotor de justicia del medio ambiente de la comarca de São Lourenço aclara, que en 1996 ese pozo fue perforado encontrando agua con características carbogaseosa con fuerte tenor de gas y elevado tenor de hierro. Tales características impedían el embotellamiento y, consecuentemente, su comercialización. La empresa a su vez solicitó al DNPM que la autorizase a realizar un tratamiento en el agua para la extracción del hierro, para permitir su aprovechamiento comercial en botellas. Cabe resaltar que el objetivo buscado en el pedido era la extracción del hierro para el embotellamiento del agua, que continuaría siendo mineral por contener los demás elementos naturales, responsables de su clasificación como tal , resalta la acción civil. La Nestlé extrajo no sólo el elemento hierro, sino todos los minerales de esa agua.
Otra denuncia contra la empresa dice que la fuente perforada en 1996, estuvo hasta finales de 1997, chorreando continuamente sin ninguna utilización del agua extraída. Vale decir, que durante este período la Empresa de Aguas São Lourenço extrajo del subsuelo, y simplemente descartó, cientos de millones de litros de agua mineral. Se hace necesario recordar que esos acuíferos son de productividad limitada y la super explotación también termina acarreando la disminución del nivel de mineralización y que las demandas deben estar atentas a esa cuestión.
Según datos de la propia empresa, la misma está produciendo un volumen en el orden de los 49.017.298 de litros de agua mineral por año, o sea, ocho veces más de lo que producía el año 1972.
La ley brasilera y los caminos seguidos por la Nestlé
La ley brasilera (Código de Aguas Minerales) no contempla el proceso de desferrinización, como destaca la acción civil. Desde el principio la empresa se empeñó en conseguir una autorización para extraer el hierro de esta agua para entonces comercializarla. Por falta de amparo legal no fue dada la autorización, pero la empresa siguió intentando, enviando varios requerimientos, recibiendo negativas y aún así, como aclara la acción civil, en una visita del día 10 de junio de 1999, el Sr. Adelino Gregório Alves, Jefe del Servicio de Aguas Subterráneas del DNPM, se sorprende durante la visita a la Empresa de Aguas São Lourenço, con la constatación del embasamiento y comercialización de agua común adicionada de sales . Con esto la empresa fue notificada por in fraganti violación del artigo 31 inciso I, del Decreto-ley nº 7.841(Código de Aguas Minerales).
Lo interesante de ese hecho es que la Nestlé disponía de registro del Ministerio de Minas y Energía y Salud, aún sin la autorización de la DNPM que es el verdadero órgano responsable de la fiscalización. Ese impasse de legislaciones fue resuelto de forma simple, pero según la acción civil, extremadamente dudosa, pues después de ese flagrante delito, repentinamente el Ministerio Público autorizó la explotación del pozo Primavera a través de una legislación específica de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria, substituyendo la resolución anterior que impedía esa comercialización. Esa nueva resolución fue publicada el día 19 de julio de 1999, encuadrando a la Pure Life dentro de los patrones: Agua purificada adicionada de sales son aguas preparadas artificialmente a partir de cualquier captación, tratamiento y adicionadas de sales de uso permitido, pudiendo ser gasificada con dióxido de carbono de patrón alimenticio .
Por la legislación brasilera, Aguas minerales son aquellas provenientes de fuentes naturales o de fuentes artificialmente captadas que posean composición química o propiedades físicas, o fisicoquímicas, distintas de las aguas comunes, con características que les confieran una acción medicamentosa . La Nestlé comercializa la Pure Life , no como agua mineral, sino como agua común adicionada de sales, sin embargo el consumidor desatento la compra muchas veces pensando que la misma es mineral por dos motivos: el primero es que en las góndolas de los supermercados esa agua se encuentra mezclada con otras marcas y tiene el mismo precio. El segundo motivo es el pequeño tamaño de la letra y la localización de la información sobre ese tipo de agua en el rótulo del producto. Eso sin contar que en ningún momento está escrito no mineral .
El proceso de embotellamiento
Según una respuesta de la propia empresa a un Oficio de la 1º Procuradoría, el proceso industrial de la fabricación del agua Nestlé Pure Life tiene su inicio con la captación del agua del pozo Primavera. A través de un proceso industrial, todos los minerales, inclusive el hierro, son retirados del agua captada, así como el gas existente. Después de estas eliminaciones a través de un proceso totalmente automatizado, son adicionados compuestos de sales en cantidades definidas y aprobadas por el Ministerio de Salud, convirtiéndose en agua potable para comercialización .
La movilización social
El principal motivo que llevó a la población a organizarse en un movimiento contra la multinacional fue exactamente la explotación irresponsable de los manantiales incluidos en el circuito de las aguas. Este movimiento tomó en cuenta que la explotación inadecuada es contraria a la Política Nacional de Medio Ambiente, que en uno de sus artículos afirma que es necesario la compatibilidad del desarrollo económico social con la preservación de la calidad del medio ambiente y del equilibrio ecológico .
No existe en el planeta otro lugar que concentre tamaña variedad de fuentes de aguas minerales, hecho que ya determina la relevancia y la peculiaridad de la región. El agua extraída de la fuente primavera es la más mineralizada hasta ahora encontrada en el país. Un libro con más de 5.000 firmas de ciudadanos contrarios a la explotación de las aguas minerales por la empresa Nestlé es una de las herramientas del movimiento.
El grupo suizo, con actuación también en Brasil ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y Ayuda al Ciudadano)- pretende trabajar para que la región vuelva a ser explotada de otra manera, más precisamente por el turismo debido a la fuerza curativa de las aguas, ya que eso sería una forma de frenar la explotación por parte de las grandes empresas. ATTAC es un Movimiento Internacional de Educación Política que nació de una propuesta de Le Monde Diplomatique y rápidamente se esparció por varios países en Europa y en América Latina. ATTAC desempeñó un papel fundamental en la elaboración y realización del Foro Social Mundial.
El día 12 de junio último, tuvo lugar en Vevey, Suiza, el Foro «El Imperio Nestlé» organizado por las ONGs ATTAC, Declaración de Berna y Greenpeace, donde los 350 participantes pudieron informarse sobre las prácticas de la Nestlé en los campos de agua, en la agricultura, en la industria alimentaria y de su forma de relación con los asalariados. ATTAC, así como varios movimientos políticos, científicos, asociaciones de estudiantes y la propia Iglesia Reformada Suiza, también son responsables por divulgar en los medios de comunicación de masas en Suiza, sobre esa batalla entre la Nestlé y los ecologistas brasileros. Ya se produjeron tres visitas de las televisiones suizas a Brasil – la última generó un documental de 22 minutos realizado por la TV Suizo Italiana, sólo sobre el caso en São Lourenço.
Adital
Los crimenes de NESTLÉ en São Lourenço
por Laerte Braga
São Lourenço é uma bela e aprazível estância hidromineral localizada no Estado de Minas Gerais. O parque das águas na cidade é o principal fator de atração turística e é do turismo que São Lourenço viveu grande parte de sua história.
Desde a privatização das águas e a chegada da multinacional Nestlé, de origem Suíça, isso mudou.
Como toda grande empresa a Nestlé não tem a menor preocupação com coisa alguma que não seja lucro e para obter esse lucro faz e prática toda a sorte de fraudes trapaças, etc, contando com a conivência de governos, setores do serviço público, meios de comunicação (os chamados grandes) e hoje de uma praga que se espalha pelo mundo, contaminando o que era para ser ação contestatória de luta, restrita a poucas, falo de ONGs.
É incrível o número de ONGs subvencionadas ou mesmo criadas por grandes corporações, todas voltadas para o meio ambiente e que se dispõem a trocar o silêncio diante dos crimes ambientais por praças bem cuidadas.
No caso específico de São Lourenço, a Nestlé, detentora dos direitos de exploração das águas minerais, supostamente dentro de regras definidas em lei, contratos, etc, faz o que bem entende e quando a coisa aperta lá estão Aécio Neves, como estiveram outros, para garantir os «direitos criminosos» da empresa, ou vozes do governo Lula para mandar um vereador que denuncia os crimes «calar a boca».
A Nestlé produz a água mineral Pure Life, obtida através de um tipo de água, a ferruginosa. Desmineraliza a água, alterando os poços, os lençóis, atingindo e contaminando todo o aqüífero da região e a ela acrescenta seus minerais, tornando-o comercializável e se lhe atribuindo poderes que não tem.
A água ferruginosa era usada por médicos da cidade e de outras estâncias como São Lourenço para o tratamento da anemia em crianças de famílias pobres, com resultados surpreendentes.
Não pode mais, está se transformando em água comum, artificial, podre por obra e graça de Nestlé e da cumplicidade dos governos federal e estadual.
A ação é objeto de luta de vários setores de São Lourenço. Denúncias, protestos, provas incontestáveis do crime ambiental, mas nada. Aécio Neves e Lula são cúmplices ou por omissão, ao aceitarem as regras da multinacional, ou por ação direta, no caso do governo de Minas. Ao perceber que faltava uma determinada licença e que essa falta poderia trazer problemas à multinacional, Aécio mandou que se concedesse.
É bem o seu feitio. Olha para um lado e atira para outro. Não tem um pingo e compromisso com coisa alguma que não sejam seus interesses, até porque, embora seja mineiro, veio morar em Minas depois de eleito governador.
Representa interesses de grupos como a Nestlé.
Um dos brasileiros atuantes no movimento de defesa das águas de São Lourenço, Franklin Frederick, após anos de tentativas frustradas junto ao governo e imprensa para combater o problema, conseguiu apoio, na Suiça, para interpelar a empresa criminosa. A Igreja Reformista, a Igreja Católica, Grupos Socialistas e a ONG verde ATTAC uniram esforços contra a Nestlé, que já havia tentado a mesma prática na Suíça.
A desmineralização de águas é proibida pela Constituição do Brasil e praticada luz do dia pela Nestlé. Outras organizações criminosas como a Coca Cola já estão comprando grandes áreas com reserva de água. Querem ampliar nos negócios no propósito de tratar o Brasil como entreposto do grande capital estrangeiro.
Contam com os governos.
No caso específico do Brasil, a Nestlé treina agentes do programa FOME ZERO, gera recursos para o programa, apóia o programa com publicidade farta e com isso compra o silêncio do governo Lula.
No caso de Aécio é diferente. O governador é empregado desse tipo de empresa, uma espécie de gerente desses grupos no governo estadual e cumpre apenas o que se lhe é determinado. Não é nada além disso. Um gerente da quadrilha.
Já São Lourenço, as águas, o povo de São Lourenço, os mineiros e brasileiros de um modo geral, são embasbacados pela Globo, pelo Sílvio Santos, que ressaltam as excelências dos produtos Nestlé, tudo regado a muito dinheiro e em nome da farsa democrática, da conversa fiada do investimento estrangeiro, da ilusão do desenvolvimento sustentável.
O crime no Brasil é um grande negócio e as grandes quadrilhas, as verdadeiras quadrilhas (Beira-mar é pinto perto da Nestlé, da Coca Cola) já descobriram isso e descobriram mais: podem contar com os governos, é só regar um pouquinho que floresce o caminho.
Agua Aquarel, Bonka, Pastas y cocinados Buitoni, Chocolates Nestlé Crunch, Kit Kat, After eight, Eko, Flor de Esgueva, Helados Camy, Leche Ideal, La Lechera, yogur LC1, Litoral, Maggi, Nescafé, Nesquik, Alimento infantil Nestlé 4 etapas, Nestlé cereales desayuno, Alimento para mascotas Fido, Friskies,
son productos de Nestlé
¿Qué comes cuando comes una hamburguesa?
CADA VEZ QUE COMAN EN UNA CADENA DE COMIDA RAPIDA REFLEXIONEN ESTO:
Qué comes cuando comes una hamburguesa ??? Además de una gran cantidad de grasa y colesterol, estás consumiendo crueldad, selvas, agua…
Piénsalo bien antes de comer una hamburguesa: 1 hamburguesa = 10 m2 de selva húmeda + 500 litros de agua + 3 kg de erosión de suelo +…
Al término de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos hace su aparición un elemento central del american way of life hoy: la comida rápida o fast food y su reina la hamburguesa. Se dice que fueron emigrados alemanes procedentes de Hamburgo quienes, en el siglo XIX, llevaron esta invención a Estados Unidos, pero fue hasta mediados del siguiente siglo cuando comenzó su difusión a nivel nacional. La extensión de las ciudades en forma de suburbio, el creciente uso del automóvil y la mayor integración laboral de la mujer fueron, como lo explica Jeremy Rifkin, las causas principales del éxito de los expendios de comida rápida que aparecieron simultáneamente en estas áreas urbanas.
Lo económico era uno de los requisitos para lograr un consumo masivo, por lo que la carne empleada no podía ser de primera calidad —la cual era obtenida de animales engordados durante un tiempo con pasto y después con granos, para que su carne fuera grasa—, y se comenzó a consumir carne más barata, con poca grasa, de animales alimentados exclusivamente con pasto, generalmente importados de diversos países. El único problema que se presentaba al emplear este tipo de carne en la confección de hamburguesas era que, por falta de grasa que la rodeara, se desmoronaba; esto se resolvió mezclando grasa de los desechos de reses engordadas en el país con la carne de las importadas.
Desde entonces, el crecimiento de las cadenas de comida rápida ha sido continuo —más de medio millón de expendios en todo Estados Unidos, en donde, día con día, se atiende alrededor de cien millones de personas—, de las que MacDonald’s se ha convertido en icono. A fines del siglo XX, estas cadenas vendían 40 por ciento del total de la carne que se consumía en el país, de la cual, entre una tercera parte y la mitad —las cifras varían— procedía de las zonas tropicales de América Latina, en donde se producía de manera extensiva. En teoría, como lo explica Víctor Manuel Toledo, este tipo de ganadería debería permitirse en los terrenos que poseen una vocación pecuaria, es decir, en donde crecen pastos de manera natural —en el caso de los trópicos húmedos, en las sabanas. Sin embargo, por la poca extensión de este tipo de vegetación y para evitar gastos, en América Latina se acostumbra derribar la selva para establecer potreros dejando si acaso unos cuantos árboles para sombra, después se siembra pasto y se cerca el terreno con alambre de púas; el cuidado del ganado se efectúa en forma muy elemental, un poco de sal, agua y la atención sanitaria básica, y el empleo de mano de obra es mínimo.
Con tan poca inversión, el rendimiento es muy bajo, una vaca por hectárea, y con el paso del tiempo, menos de diez años, éste disminuye por el agotamiento de los suelos, que producen una menor cantidad de pasto y menos nutritivo, provocando que la superficie necesaria para alimentar una cabeza de ganado llegue a ser de varias hectáreas. Ante esto, los ganaderos devastan nuevas extensiones de selva o emplean aquellas destinadas a uso agrícola o en proceso de regeneración. Las ganancias no pueden disminuir.
Así, mientras se formaban enormes fortunas, millones de reses pastaban en vastísimas superficies ganadas a la selva, como si sus estómagos rumiaran árboles, lianas, epífitas, arbustos y palmas, engullendo el hábitat de una enorme diversidad de fauna, destruyendo el suelo con sus pisadas y calentando el ambiente con sus gases. Se calcula que en estas décadas fue talada una cuarta parte del total de la extensión de selva húmeda de Centroamérica y millones de kilómetros cuadrados de selva amazónica. Todo ello impulsado por las políticas y apoyos económicos del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, con el aval y la colaboración de los gobiernos, y el beneplácito de los terratenientes y las asociaciones ganaderas de cada país.
México no escapó a esta fiebre de ganaderización. Con un fuerte apoyo internacional, federal y estatal, regiones enteras se volcaron a esta actividad, manejada fundamentalmente por “pequeños propietarios” —la ley considera pequeña propiedad la superficie necesaria para mantener 500 cabezas de ganado bovino—, quienes llegaron a controlar más de 80 por ciento de la producción de carne; el resto quedó en manos de los ejidos, que suelen rentar sus potreros a éstos para criar ganado. Fue así que, en unas cuantas décadas, la tercera parte de la superficie de Veracruz quedó transformada en potreros, mientras sus selvas, que cubrían dos terceras partes de ésta, se habían reducido a menos de una décima parte de su extensión original. Lo mismo ocurrió en Tabasco, en donde originalmente la mitad de su territorio estaba constituida por selvas primarias, y a principios de los ochenta quedaba menos de 10 por ciento, mientras que la ganadería se había propagado sobre la mitad de éste, al igual que, casi en la misma proporción, sucedió en Chiapas.
En total, se calcula que durante la segunda parte del siglo XX la ganadería extensiva fue causa de la destrucción de la mitad de la superficie que originalmente cubrían las selvas húmedas en el país.
La oposición que actualmente lleva a cabo un grupo de ciudadanos de la capital oaxaqueña contra la instalación de un MacDonald’s es más que simbólica, basta comparar el mapa de la vegetación original de México con el actual para darse cuenta de la magnitud de esta destrucción.