Testimonio y Memoria de la Resistencia, la Persistencia, la Sobrevivencia al nazismo y al franquismo y sus maquinarias de exterminio.
A punto de cumplir los 94,
con «tres patas» pero con toda la lucidez que otorga su largo camino de Resistencia,
Vicente, al que el franquismo le robó la nacionalidad española formal y todavía no se le ha restablecido,
ofrecía un periplo de resistencia todavía hoy para compartir homenajes, placas, recuerdos y consejos en Oviedo, en Siero, en Noreña..
Una de sus recomendaciones: la solidaridad con los emigrantes y refugiadas: «no importa de qué país son de qué situación huyen a cuál religión o partido pertenecen de qué continente vienen…todas esas familias motivos tendrán como los tuvimos nosotros, y ningún país ningún gobierno o partido puede obviar sus derechos.. y quien niegue esos derechos debiera recibir todo el peso de las leyes».
Vicente García Riestra.
Nació en Pola de Siero el 20 de enero de 1925, aunque muy pronto se trasladó a El Berrón y después a Noreña por motivos laborales de su padre. Es el séptimo de los diez hijos que tuvieron Gregorio García Lavilla y Áurea Riestra Morilla. Dos hijos murieron de enfermedad cuando eran niños. La familia García-Riestra había llegado a Noreña en 1930 al empezar a trabajar el padre de Vicente como obrero en una empresa de carreteras. La madre, además de criar a sus diez hijos, trabajaba en casa como pespuntadora de calzado. El padre –conocido como Gorín– nunca militó en ningún partido político, si bien pertenecía a la UGT. La madre, Áurea, militaba en el PSOE.
Cuando estalló la guerra en el 36, Vicente tenía 11 años. El padre fue nombrado por el Comité antifascista de Noreña responsable de abastos. «Mi padre nunca hizo ninguna diferencia entre gente de derecha o gente de izquierda, a la hora de distribuir los alimentos. Se preocupó de dar de comer a todos», relata Vicente. Tras la caída de Santander en manos franquistas el 26 de agosto de 1937, la situación de Asturias, aislada, se hizo insostenible. La familia decidió que la madre, Vicente y sus cuatro hermanos pequeños –Josefina, María Luisa, Conchita y Jesús– abandonaran Asturias. Lo hicieron en el carguero inglés London que partió del puerto de Gijón el 27 de septiembre de 1937, y que los condujo a Burdeos. Desde allí, regresaron a la España republicana por la frontera franco-catalana y recalaron en la provincia de Barcelona. Vicente permaneció dos años internado en un colegio de Sant Boi de Llobregat. Poco antes de que las tropas franquistas tomaran la capital condal, con todos los caminos y carreteras que conducían a Francia atestados de gentes y soldados que huían despavoridos, con nieve y temperaturas gélidas, y con la aviación franquista bombardeándoles, Vicente cruzó la frontera, sin la compañía de su madre y hermanos –arropado solamente con la manta que todavía conserva–, el 26 de enero de 1939, resultando herido por la metralla. Curado en un hospital de Le Mans, una enfermera que se apiadó de él consiguió, a través de los organismos humanitarios, ponerle en contacto con su madre, quien creía que Vicente se había quedado en España. Sopesaron regresar a España. Pero lograron comunicarse con una amiga de la familia que les hizo saber «que en España todo es muerte». Con el tiempo se enteraron que el padre y José, uno de los tres hijos que se habían quedado en España, habían sido fusilados, y que los otros dos, Rosa y Luis, estaban encarcelados. Debían permanecer en Francia. Con 14 años, Vicente empezó a trabajar en tareas agrícolas para sostener a su madre y hermanos. Pero la preocupación por los dos hermanos que seguían vivos en España les atormentaba.
El padre se sintió en la obligación de quedarse hasta el final por su responsabilidad en el abastecimiento. A principios de octubre de 1937 fue arrestado en Sama de Langreo y condenado en un Consejo de Guerra, por el delito de rebelión militar, a la pena de muerte. Fue fusilado en Oviedo, el 4 de marzo de 1938, y sus restos yacen en una fosa común. La hija mayor, Rosario, que era costurera, fue detenida, junto a su padre, en Sama, juzgada en Consejo de Guerra y condenada a 30 años de cárcel por rebelión militar. Condena que cumplió en las cárceles de mujeres de Saturrarán (Euskadi) y Palma de Mallorca, donde residió hasta su muerte en 2005. Luis, el que hacía el número dos en la lista de hermanos, se hizo barbero, estableciendo su barbería en la casa familiar. Curiosamente, fue el 16 de febrero de 1936, el día de las elecciones generales que dieron la victoria al Frente Popular, cuando inauguró su establecimiento. Tras estallar la guerra, Luis –que había nacido en 1918– dejó la barbería y se incorporó al frente. De pensamiento de izquierdas, no perteneció nunca a ningún partido político. Fue detenido en noviembre de 1937 y trasladado a la cárcel de Pola de Siero. Un Consejo de Guerra celebrado en Oviedo lo condenó a pena de cárcel en Vitoria y destierro en Barcelona, donde residió hasta su muerte.
José era el tercero de los hijos de Gregorio y Áurea. Tenía cinco años más que Vicente –había nacido el 12 de diciembre de 1920– y compartió con éste varios años en la escuela de Noreña. Recuerda Vicente con especial ternura sus desplazamientos hasta El Berrón, perteneciente a la parroquia de La Carrera, en el concejo asturiano de Siero, a 3 kilómetros de Pola de Siero y a 13 de Oviedo, que debía todo su crecimiento industrial a su privilegiada situación –de Santander a Oviedo y de Langreo a Gijón– y nudo ferroviario –allí confluían los antiguos Ferrocarriles Económicos de Asturias y el Ferrocarril de Langreo–. Este último, de vía estrecha y uno de los más antiguos de España, transportaba el carbón de las minas de Langreo y Siero hasta el puerto de Gijón. En las maniobras del cambio de vías, una pequeña cantidad de carbón se caía al suelo. Y allí estaba José para recogerlo: una parte se la llevaba a su madre para cocinar y la otra la vendía, entregándole también a ella el importe de la venta. José se conformaba con la perragorda que le daba su madre. Espabilado, tocaba la trompeta en la Banda Municipal y se interesó muy pronto por la política, con reuniones sindicales y de las Juventudes Comunistas. José y Vicente compartieron cama hasta que el primero se fue al frente. José frecuentaba uno de los dos Ateneos de Noreña. La familia no supo de la actividad política de José hasta que se unió a un grupo de jóvenes y se incorporó al frente. La primera de sus acciones fue dirigirse a la Fábrica Nacional de Armas de Trubia para proveerse de armamento. Cuando se publicó el Decreto de militarización de las Milicias populares, en octubre de 1936, José debía abandonar el frente al no tener la edad reglamentaria. Pero su padre tuvo que firmar una autorización oficial dando su conformidad. Entró al Batallón de Infantería nº 215 «Henry Barbusse», al mando del comandante Faustino Alonso Huerta. Todavía un adolescente –no cumpliría 17 años hasta diciembre de 1936–, fue destinado a la sección de ametralladoras en el cerco de Oviedo y fue ascendido a sargento. Vicente cree que su unidad se integró, en agosto de 1937, en la 60 División del XVII Cuerpo de Ejército, siendo destinada a la zona de Infiesto y Villaviciosa, donde se derrumbó el frente en octubre del 37. Muy unido a su familia, no pudo despedirse de su madre y sus cinco hermanos pequeños aquel 27 de septiembre de 1937 en que salieron huyendo de Asturias. En octubre de ese mismo año 1937 caía bajo las balas de un piquete de ejecución franquista en las afueras de Noreña. Tras años de esperanza de que su hermano se hubiera salvado y estuviera escondido, Vicente supo la triste realidad. En julio de 2015 Vicente regresó a Noreña para tributarle el homenaje que venía ansiando desde hacía 75 años.
EN LA RESISTENCIA FRANCESA
En el pueblecito francés donde recalaron Vicente, su madre y hermanos, en el departamento de Dordoña, Vicente ingresó en la Resistencia sin apenas él saberlo. El señor Lucien, el maestro, le encargaba pequeños «recados» como comunicar diversos mensajes e informaciones… Un día, Vicente se atrevió a preguntarle qué significaban esos recaditos. Vicente se enteró de que estaba colaborando con la Resistencia. A partir de entonces, y ya con pleno conocimiento, incrementó su actividad. Su cometido principal era la información del movimiento de tropas alemanas. Se entregó con ahínco a la tarea hasta el 22 de diciembre de 1943, en que, probablemente a causa de una delación, Vicente y una treintena de compañeros fueron detenidos por la Gestapo en sus propios domicilios, a la hora del almuerzo. Trasladado a las cárceles de Bergerac y Limoges, fue objeto de interrogatorios acompañados de torturas. No le quedó ni un diente del maxilar superior de las palizas. Más tarde, lo tumbaron desnudo encima de una mesa, atado de pies y manos, y le golpearon brutalmente. Cuando lo metieron en una celda, los prisioneros intentaron aliviarle el dolor y los hematomas con agua. Lo que le dejó perplejo fue el interrogatorio a que fue sometido, con preguntas concretas como, por ejemplo, el motivo por el que habían fusilado a su padre en España. Vicente lo negaba todo, pero se dio cuenta de que sus torturadores tenían cumplida información de todo lo que le había acontecido a su familia en España, que sólo podía venir de las autoridades españolas, lo que demostraba la complicidad del régimen franquista con el terror nazi. Lo mismo le ocurrió a Mariano Constante antes de ser enviado a Mauthausen. En la visita que hizo a Berlín, el 17 de septiembre de 1940, el ministro de Asuntos Exteriores y Presidente de la Junta Política, Ramón Serrano Suñer, se selló el destino a los campos nazis de los republicanos españoles hechos prisioneros por el ejército alemán en Francia.
El mismo día que cumplía 19 años, Vicente fue conducido al cuartel de Royallieu, en Compiègne, a 65 kilómetros de París, erigido por los nazis en campo de concentración y de tránsito de los detenidos en Francia hacia los campos nazis. Fue obligado a subir a un vagón de un tren de mercancías en el que se hacinaban unos cien prisioneros. El 24 de enero de 1944, tras cuatro interminables días de viaje, llegamos al campo nazi de Buchenwald».
INTERNAMIENTO
Buchenwald se construyó en 1937 en un área arbolada sobre la ladera norte de Etterberg, alrededor de cinco millas al noroeste de Weimar, la cuna de Goethe, el lugar de nacimiento de la democracia constitucional alemana en 1919. No era un campo de exterminio industrializado, como los de Polonia. Sin embargo, muchos de los prisioneros fallecieron asesinados o extenuados por el duro trabajo y las inhumanas condiciones de vida. Algunos detenidos, como los prisioneros de guerra soviéticos, fueron, no obstante, ejecutados masivamente por fusilamiento. En total, se estima que estuvieron presas unas 250.000 personas procedentes de todos los países de Europa. El número de víctimas se cifra en unos 56.000, entre ellos 11.000 judíos. Nada más llegar a Buchenwald, Vicente hubo de sufrir el tradicional protocolo de «bienvenida»: «Me raparon el pelo, me desinfectaron, me dieron un traje a rayas y me quitaron hasta mi nombre, pues me asignaron un simple número, el 42.553. Tuve la suerte de ser seleccionado para la cocina…». En los quince meses que pasó en el campo, tuvo que aprender a convivir con la muerte: «recuerdo que al comienzo, cuando estábamos de pie formados en la Appelplazt y veíamos pasar por delante de nosotros el carro con los muertos habidos en el día, nos quitábamos la gorra en señal de respeto por esas personas que en nada se convertirían en humo en los hornos crematorios… A los pocos días la muerte era tan omnipresente que ya hasta la veías como algo normal, y te decías: ´mala suerte, el próximo seguramente seré yo`. En el fondo, nunca te acostumbras a tanto horror». Las causas de tantas muertes están muy claras para Vicente: «la gente caía como moscas porque no teníamos nada que comer y además no había cuidados médicos». En Buchenwald se organizó un grupo clandestino de Resistencia, en el que muy pronto se integró Vicente. El 11 de abril de 1945 Vicente fue uno de los deportados liberados por las tropas estadounidenses. No pudo regresar a España pues el franquismo, que los había empujado primero al exilio en Francia y después a dichos campos, campaba por sus fueros. Fijó su residencia en Francia, en Périgueux, en la Dordoña, donde se casó (dos veces) y sigue viviendo con sus dos hijos y sus dos nietos.
Los españoles detenidos en Francia por los alemanes fueron confinados mayoritariamente en Mauthausen, más de 7.500. Por Buchenwald pasaron pocos presos españoles, no llegaron a los 200. Entre ellos, algunos aragoneses, como Feliciano Escalona, de Tella-Sin, en la comarca del Sobrarbe. Fue el único militar de carrera republicano en Buchenwald. Pasaron grandes personalidades del mundo de la política, de las artes, de las letras… Léon Blum, socialista francés de origen judío que fue jefe de gobierno del Frente Popular francés. O el ministro francés Georges Mandel. O grandes escritores como Jean Améry, Robert Antelme (esposo de Margarite Duras), Imre Kertész (premio Nobel de Literatura), Elie Wiesel (premio Nobel de la Paz), Maurice Halbwachs,.Hasta una princesa, Mafalda de Saboya, hija del rey italiano Victor Manuel III de Saboya, que pereció el 27 de agosto de 1944.
Vicente García Riestra es, en estos momentos, el último superviviente español de Buchenwald.