(TRANSGÉNICOS)2 + (NUEVO ORDEN)2 = (MISERIA)2
Mariano Cereijo Gelo
(Ecologista y consultor ambiental) Rebelión
«El Fukuyamazo»
Dicen que el socialismo fracasó, más sin embargo muy pocos tosen encima de su legado, sin enfrentarse a una paliza en las urnas, a unas huelgas generales o a pagar a los antimotines, horas extras y remuneraciones.
Es consigna fundamental tras la caída del bloque soviético, para apuntalar el denominado Nuevo Orden Mundial, que erupciona con más virulencia después del 11-S y se consolida con la ocupación militar de Irak, mostrando sus rostros más repugnantes, detestables y fascistoides.
Absolutismo económico, unilaterismo político y hegemonismo militar. «La «Santa Trilogía» a la que debemos someternos y adorar», sentencia Saúl Lewites. Trae como consecuencia principal la crisis del Estado-Nación. La matrixdemocracia.
Ahí tenemos el ejemplo de España en la guerra de Irak. Durante las semanas previas a la ocupación, la cracia fue usurpada descaradamente al 92% del demos que estaba en contra de la guerra chapapotera.
En el Caribe costarricense, el demos vive una situación de pobreza y explotación en manos de transnacionales bananeras. La cracia está en manos de un gobierno que, hace oídos sordos a un demos vapuleado, empobrecido y humillado.
Y ejemplos habrían miles. La constante se mantiene. Cambia la forma. El lugar, la fecha y la coreografía. La democracia no tiene lugar en este Nuevo Orden Mundial. Nada para el pueblo y encima sin el pueblo. Todo parece estar bajo control, aunque realmente ¿es así?
El 14 de febrero de 2003, en más de 85 manifestaciones, siete millones de españoles unificaron sus voces en un claro ¡No a la guerra!. Aznar ni se inmutó.
En Costa Rica, compañeros y compañeras sindicalistas, ambientalistas, cristianos de base, funcionarios, etc… se unificaron alrededor del Foro Emaus, en busca y lucha de los derechos de los trabajadores bananeros. Que el político de turno no haga caso, es otra cosa.
Tan cierto que el Nuevo Orden usurpó al demos la cracia, es que el demos quiere usurpar la cracia al Nuevo Orden. Desea un mundo socialmente más justo. Diversidad. Participación. Paz. Amor. Respeto y tolerancia. Pan y tierra. Esas victorias dolieron y no se pueden dejar escapar. Sueña con unificar definitivamente, las dos palabras griegas.
Los transgénicos en un demos sin cracia.
Los transgénicos no producen más que los cultivos convencionales, y según la FAO, el hambre aumentó en los últimos años; como también aumentaron las hectáreas destinadas a cultivos transgénicos. Curioso (:-o). Los tecnócratas proclamaron que la primera disminuiría con el aumento de las segundas, pero realmente, los alimentos se siguen venciendo y empolvando en los comercios de los países del sur, simplemente porque la población no tiene acceso a ellos.
Por lo tanto, para entender el papel y la suerte de los transgénicos en este Nuevo Orden Mundial, es necesario comprender previamente, que dichos organismos no surgen como una bendición solidaria y humanista, sino todo lo contrario. Irrumpen como productos empresariales, cuyo único fin es que unos pocos se lucren exageradamente, mientras monopolizan la alimentación en el mundo. Bajo esta premisa es fácil deducir, que los cultivos y alimentos transgénicos pulularán como pez en el agua, bajo las faldas del Nuevo Orden Mundial.
En el ámbito económico, el neoliberalismo se convierte en la doctrina del Nuevo Orden (Absolutismo Económico). El neoliberalismo es la reina madre de las hipocresías, la mayor mentira jamás contada, y una oportunidad única para hacer la trampa antes que la ley.
El neoliberalismo supone suprimir y eliminar todo tipo de barreras al comercio y a la economía. Una de ellas es el Estado-Nación, ya que tradicionalmente ha dirigido y gestionado la economía a fin de mejorar la calidad de vida del demos. Pero además, los acuerdos y tratados neoliberales (TLC’s) abandonan el mero campo económico, para manosear otros ámbitos «sagrados» e intocables para la sociedad, como son la educación y la salud. Al estado le usurpan el rol, como facilitador de los derechos y servicios más elementales para su pueblo. Ahora, éstos deben ser rentables o privatizados. Después, que los compre quién pueda.
El neoliberalismo debe permitir la entrada, cultivo y consumo de los transgénicos, ya que antepone el libertinaje económico y comercial a cualquier otra premisa. Los riesgos para los agricultores de los países del sur, serán los siguientes:
1-Las multinacionales avasallarán, apabullarán y engañarán a los agricultores para que utilicen las semillas transgénicas. Esta maniobra es clave y puede maquillarse con reuniones espectaculares, almuerzos suculentos y discursos tergiversados de científicos y técnicos burgueses. Se podrán enmascarar detrás de una supuesta aureola solidaria, a través de proyectos de ONG’s, programas estatales, financiamiento extranjero y de organismos multilaterales. Utilizarán las mismas pamplinas de siempre: mayor producción, reducción de herbicidas, etc…
2-Una vez engañados, las leyes de propiedad intelectual -tema fundamental de los TLC’s- que protegen las semillas transgénicas, atarán y angustiarán al agricultor mediante la firma de contratos.
3-En los TLC’s, se establece que cualquier maniobra que pretenda invertir los contratos o los acuerdos alcanzados, podrá ser denunciada en tribunales internacionales.
4-Las multinacionales podrán patentar semillas tradicionales, que junto a las patentes de semillas transgénicas garantizarán el monopolio. Podrán incluso, manejar en un futuro el comercio de ambos productos. La alimentación quedará en manos de las multinacionales, desapareciendo paulatinamente la Soberanía Alimentaria de cada país.
5-La introducción de cultivos transgénicos no tradicionales entre el pequeño y mediano agricultor, necesitará de intermediarios que los trasladen al mercado internacional. Estos intermediarios son los que compran barato y venden caro, enriqueciéndose ellos y empobreciendo al agricultor.
6-Los transgénicos no siempre producen más, aunque si elevan los costos. En esta situación, el agricultor debería aumentar el precio de venta para ganar. Pero no lo podrá hacer, ya que los productos subsidiados de Estados Unidos, Europa, etc… podrán obtenerse más baratos, por la desaparición de los aranceles en cada país.
7-La eliminación de aranceles, reducirá los ingresos del estado, lo cual dificultará la modernización del agro para hacerlo más competitivo y atractivo en los mercados nacionales e internacionales. El estado quedará suplantado en muchas de sus funciones tradicionales, por lo que el agricultor tendrá que hacer frente a los nuevos retos, patentes, asimetrías y normas, solitariamente enfrentado con grandes multinacionales, intereses económicos y competencia subsidiada y desleal.
8-El agricultor se enfrentará a una nueva cultura de la producción, que lo hará más dependiente de la multinacional. La agricultura de subsistencia, las semillas autóctonas, los métodos tradicionales, etc… quedarán en peligro de extinción.
9-Observará atónito como sus cultivos y su trabajo es rechazado y menospreciado por la sociedad y los consumidores. Por eso, muchos importadores, supermercados, restaurantes, etc… están evitando los alimentos transgénicos. No habrá demanda.
10-El agricultor y la ciudadanía en general, deberán sufrir y pagar los daños al medio ambiente que originan los transgénicos. Aunque inicialmente pueda reducirlos, tendrá que afrontar el paulatino aumento en el uso de agroquímicos, cuando las respectivas plagas adquieran resistencia a los mismos. Tendrán que hacer frente a las «supermalezas» y sufrir las consecuencias de la contaminación y filtración genética.
Los nuevos y emergentes cultivos transgénicos biofarmaceuticos, convertirán su parcela en una auténtica y peligrosa industria química, susceptible de contaminar y transmitir dichas sustancias a otros cultivos de una forma incontrolable y desconocida.
11-Las inversiones a efectuar por cualquiera de las grandes multinacionales, prácticamente no estarán sujetas a ninguna restricción, ni tendrán que converger en ningún tipo de Plan Nacional de Desarrollo. El «Trato Nacional» a las empresas extranjeras, les permitirán competir en igualdad de condiciones con institutos, universidades e instituciones locales, ante cualquier proyecto relacionado con la alimentación y la agricultura.
12-En un futuro, los agricultores se podrían ver obligados a firmar seguros por daños a terceros, ocasionados por sus OGM’s a otros cultivos normales.
13-Tendrán que sufrir atónita y paupérrimamente, las peculiares y burocráticas normativas proteccionistas y fitosanitarias que los países del norte establecen, mientras obligan a los del sur a liberalizar su mercado agrícola y espatarrarse ante la entrada de productos subsidiados del norte.
La sociedad civil y los diferentes movimientos ambientalistas, de consumidores, etc… aplaudimos, defendemos y apoyamos la nueva Directiva Europea sobre trazabilidad y etiquetado. Ahora bien, hay que analizar con bisturí, el gran cisma entre los países pobres y ricos en materia agrícola, para encontrar otro sentido a esta directiva.
Los países del sur, exigen la eliminación de los subsidios a la exportación y las ayudas directas, que los agricultores del norte reciben de sus gobiernos, especialmente, los grandes terratenientes y empresarios agrícolas. Según el Banco Mundial, dichos subsidios alcanzan los 310,000 millones de dólares. También exigen la supresión de aranceles, que impiden el acceso de sus productos en los mercados del norte. Según datos del Banco Mundial, los aranceles que encarecen los productos del sur despojándolos de cualquier atractivo para el consumidor, ascienden a 100,000 millones de dólares.
En la última cumbre de la OMC en Cancún, quedó patente el gran fraude del neoliberalismo. Los países del sur se agruparon en el G22, exigiendo a Estados Unidos y la Unión Europea, la liberación de su mercado agrícola. Éstos presentaron una propuesta mínima y muy opaca, para reducir algunos subsidios en la exportación y por eso Cancún fracasó. No se llegó a ningún acuerdo, aunque más tarde o temprano, los países ricos tendrán que consensuar algo con los pobres, sino quieren perder importantes tajadas en otros campos.
Por lo tanto, hay que buscar caminos alternativos para controlar la importación de productos agrícolas, que puedan competir en mejores condiciones con la producción local.
La Unión Europea tiene claro el avance de cultivos y alimentos transgénicos. Conoce quienes son sus principales competidores en agricultura, sabe que pueden apostar por los transgénicos, que éstos son muy difíciles de controlar y que pueden filtrarse y contaminar producciones no transgénicas. Por lo tanto, si se logran legislar los transgénicos se puede controlar el mercado.
Esta dimensión de la directiva europea, se vería potenciada ante rumores como la posible desaparición de la moratoria de facto. Además, desde Europa se están fomentando los organismos transgénicos, muy a pesar de esa especie de guerra fría emprendida contra Estados Unidos, que hábilmente, se ha decorado como una lucha romántica por la Seguridad Alimentaria de los Europeos.
Esta doble moral de la Unión Europea, le permitiría por una parte expandir «sus» OGM’s, y por otra, controlar la entrada de alimentos, extendiendo una barrera proteccionista muy bien disfrazada de cara a la sociedad europea, que se abriría o cerraría atendiendo a la oferta y demanda interna de alimentos.
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Otro ejemplo lo constituye Estados Unidos, la Meca del Nuevo Orden Mundial, que también tiene lista una ley que le permitirá dosificar y manejar la importación de productos agrícolas. Denominada «Ley de seguridad en la salud pública, preparación y respuesta contra el bioterrorismo de Estados Unidos», entrará en vigor en enero de 2004.
Con la ya típica monserga aburrida y psicótica de la amenaza terrorista, ahora, el Vaticano del Nuevo Orden especula que el atentado contra la patria norteamericana, podría venir en forma de comida. Por eso, se deben establecer controles y medidas a la importación de comestibles.
En el ir y venir de declaraciones en el marco de las negociaciones del TLC entre Centroamérica y Estados Unidos; el Subsecretario de Comercio para Acceso a Mercado y Cumplimiento de Estados Unidos, William Lash, llegó a decir refiriéndose a esta ley que «…está hecha para asegurar que los alimentos genéticamente modificados que entren a Estados Unidos no constituyan un peligro para su gente…». (:->)
¿Quiere decir el Sr. Lash que los millones de hectáreas de cultivos transgénicos que se producen en su país son ricas y nutritivas, mientras que las pocas que se producen en Centroamérica son nocivas? ¿Está diciendo el Sr. Lash que las multinacionales norteamericanas pueden vender semillas a los agricultores centroamericanos, que una vez convertidas en alimentos, pueden constituir un peligro para la gente?. Entonces ¿Por qué permiten que sus multinacionales las comercialicen? ¿O piensa qué los gobiernos y empresas centroamericanas, tienen patentes transgénicas indigestas para su ciudadanía? ¿Cómo puede ser, que el país que tiene la poca vergüenza de introducir transgénicos no aptos para consumo humano en ayuda alimentaria, ahora, hable de seguridad alimentaria? ¿Cómo puede ser que el país que amenaza y chantajea a los países que rechazan los transgénicos, ahora, sea él quién los rechace? ¿Cómo puede ser que el país que denuncia a otros que, supuestamente toman medidas sanitarias al respecto, ahora, las tome él?
Y en el fondo de toda esta cuestión, lo único que existe es la ambición por parte de los dos bloques económicos más fuertes, en dominar la alimentación del mundo a través de sus empresas. Los transgénicos representan el modelo a seguir porque aumentan los réditos de sus multinacionales y eliminan del agricultor (y por extensión, del resto de los mortales) cualquier control, independencia y capacidad de decisión sobre sus cultivos y alimentos.
Ahora bien, ambos bloques deben resguardar también su protección local, a fin de evitar crisis en sus sectores agropecuarios. Las medidas arancelarias y los subsidios, están en tela de juicio y mostrando el doble rasero del neoliberalismo real. Por lo tanto, se deben buscar caminos alternativos y paradójicamente, ambos bloques han optado por legislar la entrada de transgénicos, como una medida proteccionista no arancelaria que permitirá dosificar sus importaciones.
Y mientras tanto, los agricultores se verán reducidos a su mínima expresión. Deberán afrontar los vaivenes del mercado atados por las patentes, ahogados por los costos, machacados por los créditos y atrapados en los nuevos paquetes tecnológicos. En el peor de los casos, las barreras no arancelarias se convertirán en murallas chinas infranqueables, que les harán perder todo. (:- (
Para los consumidores, los transgénicos en el neoliberalismo del Nuevo Orden Mundial, supondrá la erosión y progresiva pérdida de la seguridad alimentaria. La superposición de los intereses corporativos a los nacionales será total. La figura de los gobiernos soberanos sufrirá una metamorfosis, trasformándose en conglomerados fríos y distantes de marionetas de cuello blanco, que permitirán la invasión masiva de transgénicos, tanto en forma de cultivo como en forma de alimento. El libre mercado permitirá a los intereses económicos, usurpar aún más a la ciudadanía, los instrumentos para consumir de una forma segura y libre, enfrentándose a los riesgos -cada vez más elocuentes- de los cultivos y alimentos transgénicos. Las consecuencias serán las siguientes:
1-La principal, estriba en los riesgos para la salud derivados del consumo de transgénicos. Dichos riesgos, se multiplican con el fenómeno de Filtración Genética (Más información leer mi artículo titulado «No, no y no»), por el cual, trazas transgénicas pueden aparecer involuntaria, desconocida e inevitablemente, en alimentos y cultivos normales. El caso del Maíz Star Link ilustra la gravedad del asunto, ya que no es apto para consumo humano y sin embargo, logró filtrarse en la dieta humana.
2-Ante cualquier riesgo para la salud humana, los consumidores carecerán de información o la misma será manipulada.
3-Los productos alimentarios Norteamericanos, invadirán los mercados internacionales, compitiendo y desplazando los productos locales. Esto sucede porque dicho país subsidia su agricultura, su tecnología está más avanzada, sus productos son más competitivos y los acuerdos que firma con otros países, le benefician claramente. Por lo tanto, los mercados se verán llenos de productos y alimentos norteamericanos, repletos en su interior de material transgénico.
En México, desde la entrada del TLC’s con Canadá y Estados Unidos, la importación de maíz desde Estados Unidos se ha multiplicado por 17, dejando en la pobreza a cientos de miles de agricultores. Eso significa también, que desde la firma del TLC, los consumidores mexicanos se exponen con más facilidad a consumir maíz transgénico importado desde Estados Unidos.
4-Colonización alimentaria o el génesis de las «Republiquetas Soyeras». Desde que los campos Argentinos se llenaron de la soya transgénica de Monsanto, las campañas mediáticas e institucionales sobre las maravillas de este alimento se multiplicaron, a pesar de las dudas sobre su seguridad. Por lo tanto, no solo bastará con crear la oferta. También habrá que crear la demanda.
Aunque se engañe y se juegue con la alimentación y la seguridad de millones de personas.
5-Con la invasión de los productos transgénicos, los consumidores adquirirán productos alimentarios, que seguirán atiborrados de todo tipo de plaguicidas y productos químicos.
6-La apertura de mercados permitirá la occidentalización alimentaria, con la infiltración de nuevos y variados productos prefrabricados, que llevarán en su interior ingredientes transgénicos.
7-El estado puede quedar muy mermado en sus funciones de informar, intervenir, legislar y prevenir. Cualquier intento de entrometerse en los negocios de las multinacionales que promueven los transgénicos, podría acabar en un juicio ante un tribunal internacional.
De hecho, ya se han creado estancias para la denominada «Resolución de controversias» entre las partes (por ejemplo, entre un estado y una multinacional). El Banco Mundial financia el Centro Internacional de Arreglo de Diferendos Relativos a Inversiones (CIADI). La OMC cuenta con el Órgano de Regulación de Diferendos, formado en cada caso, por entre tres y cinco personas designadas por las partes implicadas y la propia OMC. La disputa no está abierta al público y algunos casos resueltos, demuestran que las sentencias que emiten ambos órganos se basan únicamente en criterios comerciales y económicos suscritos en acuerdos y tratados.
Imagínense que un país se negara a importar y cultivar OGM’s, ante las dudas que generan éstos para las personas y el medio ambiente. La OMC, arguyendo que dicha prohibición es un obstáculo al libre comercio, podría obligarle a importar forzosamente los cultivos y alimentos transgénicos, arriesgando la salud de sus ciudadanos y del medio ambiente. Y a modo disuasorio, la OMC podría establecer sentencias y sanciones al país que atente contra el libre comercio, y cuyo único crimen fue proteger a su ciudadanía ante un riesgo inminente.
Obsérvese como las leyes, los gobiernos y los juzgados de un país (poder legislativo, ejecutivo y judicial), son relegados por los acuerdos neoliberales y su «Resolución de Conflictos». Aún recuerdo en primaria, cuando el profesor nos explicaba que en cualquier democracia, los tres poderes deben ser independientes y separados. Ahora, en pleno siglo XXI, la OMC legisla, ejecuta y juzga. (:-(
*** A nivel social y político, la decadencia de la democracia y la renovada dictadura del capital (Unilaterismo político) han usurpado al demos cualquier participación activa y decisiva en este debate. Las estadísticas hablan de un claro rechazo a los transgénicos y sin embargo ya los tenemos en nuestros platos. Las opiniones de la sociedad civil son obviadas sistemáticamente. Los espacios son cerrados herméticamente.
Los señores del Nuevo Orden, anteponen el capitalismo multinacional, a la voluntad del demos que les privilegió la cracia. Promueven y firman las leyes que permiten el cultivo, consumo y libre tránsito de los transgénicos. Repiten como loros, los argumentos solidarios y esperanzadores que anteriormente han pronunciado las multinacionales. Hacen oídos sordos al resto. Los ignoran mientras se regocijan. Acusándoles de ir contra el progreso. Prefieren el rédito económico de las multinacionales, al principio de precaución y la seguridad para su pueblo. La del medio ambiente, ni se la cuestionan. OMC el Padre, OMC el Hijo, OMC el Espíritu Santo.
No muestran un ápice de interés en establecer controles y medidas. Ni tan siquiera etiquetar. Toleran y fomentan la desinformación y la ignorancia. No solo desoyen a la sociedad, también a científicos independientes y disidentes. Los llegan a perseguir. Para que callen. Pregúntenle al Pr. Pusztai. Funcionan como autómatas ante las instrucciones que les da el Nuevo Orden. Cumplen perfectamente su función histórica. Alienar al demos y robarle la cracia. Vendepatrias. Ni más ni menos.
Como en cualquier dictadura, la propaganda juega un papel decisivo. Los Reverendos del Nuevo Orden, siguen coloreando y dirigiendo la información a su antojo. Compran espacios pagados o páginas de Opinión, para decirnos las benevolencias transgénicas. Las grandes corporaciones mediáticas forman parte de la secta. Son censuradas si se salen del redil y se auto-censuran para competir mejor. Como cualquier producto de mercado en un mundo capitalista, si la demanda exige conocer las intimidades de Letizia y Felipe, la oferta periodística acude allí sin pensarlo. Fomentando la pasividad. El aborregamiento. Indiferentes hacia la gravedad de un mundo alimentado por transgénicos, o un mundo sin acceso político a medicamentos genéricos. Subsisten de la publicidad. «Compre ricas uvas transgénicas para esta Navidad». A toda página y en color. Quién paga, manda. Las consecuencias en la página de sucesos. ¿Independencia y libertad?. No me jodan.
Ante semejante panorama, la izquierda y la sociedad se sienten apabulladas ante el excesivo trabajo que el Nuevo Orden impone. La primera está como fuera de lugar. Ha perdido amor propio. Necesita mutar y adaptarse. La segunda anda perpleja, hipnotizada y deambulante ante la rapidez con la que suceden los acontecimientos en este Nuevo Mundo. Mientras, los transgénicos se filtran en sus canastas para ser consumidos. Algunas de sus ONG’s anteponen la supervivencia a la causa. Actúan como empresas. Compitiendo entre ellas, a ver quién ofrece las píldoras solidarias más alucinantes. Son burócratas. Aburguesadas. Políticamente correctas. Insulsas.
Impenetrables. Sus clientes son los socios y militantes. El producto es la solidaridad, la acción directa y la lucha. Si hay clientes que compran el producto, la ONG y su Consejo de Administración subsisten. Sino quiebran.
Y en el sólido totalitarismo del Nuevo Orden, ese trabajo errante emprendido por la izquierda y la sociedad, se puede convertir en inútil e inoperante, con el riesgo de desembocar en desgaste, desesperanza y hastío.
*** ¿Será Irak en los próximos años, una potencia mundial en el cultivo de transgénicos? Si la respuesta fuera positiva, quedaría demostrado que el hegemonismo militar del Nuevo Orden Mundial, facilitará el consumo y cultivo de transgénicos.
En principio, si llega ayuda alimentaria donada por la USAID, tengan por seguro que incluirá alimentos con material transgénico. (Más información leer mi artículo titulado «Cuando los diccionarios se quedan sin palabras»). Después, hay que mirar con lupa, aquellas empresas que se asienten por Bagdad con el nuevo régimen. Puede ser que, escondidas entre las multinacionales petroleras o constructoras, aparezcan las biotecnológicas con sus patentes y sus semillas, dispuestas a caer sobre el agricultor iraquí. Posiblemente, en los planes del gran Reverendo Bush, la invasión a Irak tenía un arco de intervención mucho más amplio que el petróleo.
Si más tarde, el panorama se tranquiliza y permite el trabajo de ciertas ONG’s, cuidadito con aquellas de dudosa procedencia que desarrollen programas y proyectos entre los agricultores.
En la dialéctica que utiliza en Nuevo Orden para referirse al futuro de Irak, se utiliza conscientemente el término reconstrucción. En el fondo, independientemente de que esté en manos de Norteamérica, de una prefabricada Asamblea Provisional o de Naciones Unidas; dicha reconstrucción no es más que una occidentalización.
A parte de los rasgos administrativos occidentales, pronto, en Irak florecerán los McDonald’s, los celulares y las pinceladas más comunes de la cultura única. Como me dijo un amigo, Disneylandia será el atractivo cultural del futuro, en detrimento de los tesoros históricos destruidos durante la ocupación.
En Nicaragua por ejemplo, ya sucedió. La esperanza y la ilusión de una revolución, quedó borrada a través de una guerra civil sintética, diseñada desde los laboratorios de la CIA, que devolvió el poder a la derecha. Hoy, trece años después, Nicaragua es un país pobre, pero con una mentalidad capitalista desorbitante entre sus gentes. La supremacía y opresión militar, derivó en gobiernos serviles que han facilitado la occidentalización del país.
Por lo tanto, el hegemonismo militar instaurará gobiernos y regímenes que servirán ciegamente los intereses del Nuevo Orden, acatando las directrices y pautas del mismo. Los países víctima, se occidentalizarán y entrarán en el circuito de países dependientes. Los transgénicos entrarán en forma de alimentos y de cultivos porque los nuevos gobernantes, instaurados con la sangre y sufrimiento del pueblo, no servirán los intereses nacionales sino los intereses económicos, geopolíticos y de poder del Nuevo Orden Mundial.
La represión militar no será la única que sufrirán los «Países en reconstrucción». Los agricultores, una vez atados a los contratos y patentes de las multinacionales, tendrán que soportar a las policías secretas que vigilan los campos y los amedrentan (Más información leer mi artículo titulado «Cuando las barbas de Percy veas cortar, pon las tuyas a remojar»). Aunque parezca surrealista, Monsanto tiene una especie de cuerpo policial que observa los movimientos del agricultor, toma muestras de los cultivos y con solo su presencia, impone respeto y congoja. Su finalidad última, es que ningún agricultor infrinja las cláusulas de los contratos o se aproveche de la «propiedad intelectual» de la multinacional. Si esto sucede, el siguiente eslabón es la «represión legal». Y si el sistema judicial fallara a favor del agricultor, siempre se podrá «resolver la controversia» para sentar jurisprudencia demostrando así, quién es el más fuerte.
*** Es difícil de creer que el Reverendo Bush se invente armas de destrucción masiva en un país, ante la negativa de éste en conceder licencias sobre cultivos transgénicos. Pero no es ni imposible ni descabellado.
Hasta hace pocos años, el mundo vivió sin petróleo. Pero desde siempre, el mundo se tuvo que alimentar. Los transgénicos garantizan dentro del Nuevo Orden, el control de la alimentación y ésta no es solo un negocio. La alimentación es un instrumento de sometimiento y poder. ¿Qué no hará un país hambriento por dar comida a su gente?
El 70% de los pobres del mundo viven y dependen de la agricultura y sus alimentos. Una parte se la comen. La otra la intercambian por detergente para lavar la ropa. Otra parte, se la regalan al profesor de la comunidad, porque éste no llega a fin de mes. Y el resto, la venden para comprar medicinas, cuadernos y ropa. ¿Qué tal dominar todo el tinglado?
Argumentos existen. No hay que descartar por lo tanto, que las armas químicas del futuro las ubiquen en países que eluden los cultivos transgénicos. Por supuesto que en dichos países se habrá visto a Bin Laden y por descontado, algo tendrá que ver con el 11-S del 2001.
Y hablando de onces y de septiembres, al Nuevo Orden no le convendría olvidar el de 1973. Retumban unas palabras proféticas, que quedaron grabadas en el demos y en la historia. Analgésico ante la rabia, por cada niño irakí muerto. Por cada TLC. Por tanta chanchada. Combustible para millones de personas que escalan día a día la montaña de la historia, en busca de unas alamedas por las que pasar libremente. Todos. Todas. Sin excepción. Sin transgénicos.