Teresa Aranguren, periodista y escritora, en Xixón en el marco de los preparativos del Rumbo a Gaza.
El día anterior el Pleno del Ayto había aprobado una resolución solicitando el término del bloqueo a Gaza: El Pleno del Ayuntamiento de Gijón/Xixón a través de la presente Propuesta de Acuerdo:
1. Muestra su apoyo a la campaña internacional “Rumbo a Gaza” a su paso por Gijón/Xixón y su reconocimiento a las voluntarias y los voluntarios de la solidaridad que participan en la flotilla.
2. Insta al Estado de Israel a poner fin al bloqueo sobre Gaza y a cumplir la legalidad internacional.
Dos partidos sin embargo votaron en contra: a diferencia de lo votado en otros Concejos con el mismo texto: ¿significa eso que Foro y PP de Xixón apoyan el bloqueo criminal a Gaza, y la vulneración del derecho internacional?
El CSCA al presentar a Teresa hizo referencia a uno de sus libros: la recopilación de la memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, de 1889 a 1948, publicada con el título de Contra el Olvido.
Se trata de la memoria de Palestina a través de la fotografía desde el siglo XIX, cuando aún formaba parte del Imperio Otomano, hasta la creación del Estado de Israel en 1948, año que los palestinos denominan “Nakba”: el “Desastre”. El martes próximo se cumplen 70 años de esa catástrofe.
Unas páginas que son una mirada en blanco y negro del modo de vida de una sociedad consolidada antes de ser colonizada por el movimiento sionista, que nos recuerda a la España de aquellos momentos, como afirma la periodista y escritora Teresa Aranguren.
Hace cien años Palestina aún era simplemente Palestina, el nombre con el que a lo largo de los siglos se ha venido designando un espacio claramente delimitado desde el punto de vista geográfico, histórico, cultural. Entre el Mediterráneo y el Jordán, entre las montañas al norte de Galilea y el desierto de Sinaí al sur, el territorio que en época del imperio romano se denominaba Palestina se corresponde con el que en el siglo XIX y con el mismo nombre formaba parte de la provincia siria del Imperio Otomano. Esta tierra tan antigua como la historia de la humanidad nunca fue un espacio vacío tal como el eficaz eslogan del movimiento sionista, “ una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, comenzó a difundir ya en el último tercio del siglo XIX. Hace cien años Palestina aún era la tierra en la que vivían los palestinos.
El conflicto árabe-israelí es antiguo pero no ancestral, no se hunde en la profundidad de los tiempos ni está inscrito en los genes de sus gentes; tiene fecha de nacimiento y se podría decir que padres reconocidos. El inicio se puede establecer entre 1880 cuando los primeros colonos del movimiento sionista se instalaron en Palestina, en tierras adquiridas por el barón Edmond Rothschild y 1917 cuando Sir Arthur James Balfour, ministro de exteriores de su Majestad Británica, en carta dirigida al Barón Lionel Walter Rothschild, prometió el apoyo de Gran Bretaña al proyecto sionista. Hay una característica común en ambas fechas o mejor en lo que aconteció en ambas fechas. Ambas se gestaron fuera de Palestina y al margen de la población de Palestina. Todo se gestó en Europa, entre un movimiento estrictamente europeo, el sionismo ( los judíos de oriente no tuvieron nada que ver con el proyecto de crear un estado judío en Palestina) y la gran potencia del momento, Gran Bretaña.
Los primeros enfrentamientos entre la población local y los colonos que se habían instalado en las tierras adquiridas por el barón Rothschild en la fértil región costera, al norte de Yafa, empezaron ya en la última década del XIX. La razón de estos tempranos estallidos de violencia nada tiene que ver con la religión de los recién llegados o con su condición de europeos sino con la exigencia del movimiento sionista de “emplear solo trabajo judío”, lo que significaba la expulsión de las familias campesinas que, en régimen de aparcería o alquiler, habían cultivado esas tierras desde generaciones.
En esa época, según datos de los propios británicos, el porcentaje de población judía en Palestina estaba en torno al 7 %. En su mayoría eran judíos de lengua y cultura árabe que formaban parte del tejido social de la región. Pero la política de la gran potencia no iba a detenerse en detalles como el anacronismo de pretender crear un estado judío en un territorio donde más del 90 % de la población no era de religión judía.
El expolio de Palestina acababa de empezar
En medio de un clima de violencia generalizada, el 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de la ONU adoptó la resolución de partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío. Gran Bretaña se abstuvo en la votación. El plan otorgaba el 57% del territorio al futuro estado judío y un 43% al estado árabe. El movimiento sionista lo acogió con júbilo, los palestinos con desolación.
La limpieza étnica comenzó apenas una semana después, en diciembre de 1947, y se prolongó a lo largo de todo 1948. En esos meses previos y posteriores a la proclamación, el 15 de mayo de 1948, del estado de Israel, más de cuatrocientas localidades palestinas fueron destruidas y cerca de un millón de personas fueron expulsadas de sus hogares. Todas sus posesiones, desde la modesta vivienda de un labriego hasta las grandes mansiones de la aristocracia palestina, naranjales, tierras de cultivo, fábricas, colecciones de arte, bibliotecas –más de 70.000 libros– quedaron en manos del recién creado estado de Israel. En la memoria palestina 1948 es el año de la Nakba, el año del desastre. Ese desastre que comenzó a gestarse en despachos de Londres hace ahora un siglo aún no ha concluido. En palabras del intelectual palestino, Bichara Jader, la Nakba del 48 se ha convertido en Nakba permanente.