![lideresas-indigenas.jpg](https://pachakuti.org/wp-content/uploads/2012/08/lideresas-indigenas-e88.jpg)
“¿En qué cabeza cabe que no hay indios? ¿Que no me está viendo pues? Yo soy india legítima, me siento orgullosa de ser sutiaba”
El espíritu del tesoro enterrado de Sutiava
Martha Isabel Arana.
En la comunidad indígena de Sutiava, en la ciudad de León, se cree que dos veces al año sale de las aguas tibias del balneario de Poneloya, el espíritu de un tesoro enterrado. Esta aparición nocturna que aparece en semana santa y agosto, tiene forma de un cangrejo gigante, dorado porque es de oro, y con ojos brillantes como piedras preciosas. Recorre el camino que va de Poneloya hasta llegar a Sutiava (variante Subtiava o Sutiaba), dando vueltas en las esquinas principales de la ciudad, cruzando puentes, recorriendo calles, cruzando plazas, esquivando las manos de los más atrevidos que pretenden atraparlo y que al pasar cerca de él, quedan sin poder moverse y mudos por varios días.
Según la historia, la leyenda del «punche (cangrejo) de oro» como es popularmente conocida, nace después que los conquistadores ahorcaran al Cacique Adiac en un gran árbol de Tamarindo que aún se preserva, mudo testigo de los tiempos. Se comenta entre los leoneses que el cacique está encantado y que en la ciudad existe un gran tesoro enterrado. El día que alguien logre capturar al punche, se romperá por fin el encanto y la persona que lo atrape será dueño de todo ese tesoro.
Se dice que esta leyenda fue creada por los Subtiava para preservar su propia identidad que es su mayor tesoro, representándose ellos mismos con las cualidades de este rebelde y astuto animal que no se deja atrapar por nuevas y diferentes culturas.
Foto: «Santo entierro de Sutiava» aceite en canvas, Santiago Crispín, León, Nic
en el libro de ediciones pachakuti «Lideresas Indígenas», http://www.pachakuti.org/textos/publicaciones/coleccion/cp29.htm se recuerda a..
Ernestina Roque, luchadora por los derechos de Sutiaba
Desde la remota antigüedad, a las mujeres nos dejaron al margen de la historia oficial, escrita por y para los hombres. Esta historia falseada nos ha vuelto invisibles, nos dejó huérfanas de nuestro pasado. Para reescribir la historia desde el punto de vista de las mujeres, aprender a valorarnos y a confiar en nuestra capacidad, necesitamos tener conciencia de nuestra historia personal, colectiva y la del movimiento. Para esto, es preciso saber de dónde venimos, quiénes eran las mujeres anteriores a nosotras, aquellas que con sus acciones contribuyeron a la lucha por la equidad de género. Estas mujeres memorables son nuestras ancestras. En esta sección vamos a hablar de ellas: sus vidas, sus luchas, sus contradicciones, sus victorias.
Estamos acostumbradas a pensar que Nicaragua es un país mestizo y que los pueblos indígenas que “todavía se conservan” están en la Costa Caribe. Sin embargo, eso no es cierto. Aquí existen varias comunidades indígenas “enclavadas” entre la población mestiza. Estas comunidades tienen su propia historia, que las más veces no conocemos y a sus propias ancestras. Una de ellas es Ernestina Roque Hernández. Antes de hablar de su vida, es necesario recordar la historia de Sutiaba, su lugar de origen. De otra manera, sería difícil entender la importancia de su liderazgo.
Sutiaba es el nombre de una antigua población indígena, que significa “lugar del río de los caracolitos negros”. No sólo es un barrio de la ciudad de León sino también abarca 18 comarcas rurales, integrándose en una entidad con una tradición indígena propia. Aunque no existen datos precisos, se estima que actualmente la población indígena de Sutiaba es de unas 17 mil personas.
En los tiempos de la Colonia Sutiaba fue cabecera departamental. Se regía por leyes de Indias, que admitían los usos y costumbres indígenas en el gobierno local. Era como una “república de indios”, con sus caciques y principales. Su economía se basaba en la propiedad común de la tierra y en el acceso a los productos del mar.
En 1610, cuando un terremoto destruyó a León Viejo y la población se trasladó a otro sitio, los y las sutiabas ayudaron a fundar lo que es ahora la ciudad de León. Pero, en vez de agradecerles a los indígenas este apoyo, los españoles trataron de arrebatarles sus tierras.
«Tina Roque tenía de seria y tenía de amistosa. Tenía una cortesía buena. Como líder, actuaba con mano suave, con mano bondadosa». Carlos García, Presidente del Consejo de Ancianos.
Entonces, las autoridades indígenas aseguraron jurídicamente la posesión de Sutiaba sobre su territorio ancestral, obteniendo el Título Real sobre 63 caballerías de tierra, desde Tamarindo hasta El Realejo, que equivalen aproximadamente a 100 mil manzanas. Tuvieron que pagar a las cajas reales un gran impuesto por este documento, pero pensaron que valía la pena, puesto que protegía las tierras indígenas de la voracidad de los terratenientes.
A inicios del siglo XIX, en los tiempos de la Independencia, la gente de Sutiaba hizo una alianza con los sectores políticos más progresistas de la época, aquellos que reconocían mayor espacio a los indígenas, mulatos, etc. La comunidad de Sutiaba tenía gran incidencia política y en 1826 su representante Ramón Pacheco fue uno de los firmantes de la primera Constitución del Estado de Nicaragua. Sutiaba conservó su autonomía administrativa, a pesar de que los ricachones leoneses trataban de limitar los derechos de los indios.
A lo largo de todo el siglo XIX, los sutiabas lucharon por mantener su autonomía municipal y enfrentaron varios juicios de deslinde de tierras que mermaban su territorio histórico. En ese entonces, todavía hablaban su idioma indígena y usaban trajes típicos. Las mujeres de Sutiaba jugaban un papel primordial en la conservación de las tradiciones de su pueblo.
Tiempos duros
En 1902 el presidente de la República José Santos Zelaya ordenó confiscar las tierras de la comunidad y anexar a Sutiaba al municipio de León. Con eso las autoridades indígenas perdieron el soporte jurídico. Sin embargo, Sutiaba siempre conservó su identidad y la propiedad comunal de las tierras.
En 1906 el Gobierno de Zelaya declaró desaparecidas todas las comunidades indígenas de Nicaragua y estableció procedimientos para repartir sus tierras. En aquellos años difíciles, el 6 de abril de 1911, nació en Sutiaba la futura lideresa indígena Ernestina Roque. Su madre se llamaba Benita Hernández y su padre, Juan Roque. Ernestina tenía varios hermanos y hermanas y era una de las hijas menores de una gran familia.
Desde los tiempos remotos los Roque estaban ligados a la lucha por los derechos de los indígenas. Eran muy respetados por la comunidad y estaban a cargo de la custodia de los Títulos Reales. En 1902, cuando se produjo la anexión de Sutiaba a León, personas enviadas por el Gobierno con engaños quitaron los papeles a doña Juana Roque. Sin embargo, antes de que los malhechores salieran del pueblo, fueron muertos por los indios. Después del percance, los Roque decidieron esconder los valiosos documentos.
En 1912, cuando Tina Roque tenía apenas un año, la existencia de las comunidades indígenas fue restaurada por el Gobierno conservador y en 1918 la comunidad de Sutiaba obtuvo su personería jurídica, todo eso gracias a los esfuerzos y luchas de su gente. La niña creció oyendo a sus padres y hermanos mayores hablar de la historia de Sutiaba, de sus caciques y princesas rebeldes, de levantamientos y protestas contra los hacendados que se metían en el territorio indígena… Aunque el idioma indígena ya había desaparecido, la tradición seguía viva.
¡Cómo sonaban los atabales, convocando la comunidad a las asambleas! Las mujeres también llegaban, incluso se presentaban más rápido que los hombres. Tenían derecho a hablar y eran respetadas. Tina siempre guardó un recuerdo muy cálido de aquellas vivencias infantiles.
Estudió primeras letras en una escuela comunal, donde aprendió a leer y escribir. Tenía una gran habilidad para las matemáticas. Al concluir sus estudios, se dedicó a trabajar la tierra junto con su familia.
Las personas que la conocieron en ese entonces cuentan que era “seria y muy responsable en sus cosas y muy popular, muy querida”. No obstante, nadie sospechaba que Ernestina tenía en su poder los legendarios Títulos Reales de Sutiaba, que le fueron legados por su hermano Rafael Roque en los años 40, para que los guardara “hasta que llegue la hora”.
«Estuve viviendo en la casa de mi tía Ernestina desde el 84. Ella era muy trabajadora y bien cariñosa. No se casó, nunca tuvo interés en casarse, decía que sola vivía más tranquila. Pero no era solitaria, siempre estaba cerca de su familia.
Era muy animada en la lucha de la comunidad. Ella siempre recordaba aquellos tiempos de cuando ella anduvo en la lucha: los piques de los alambres allá al lado de Panecillo, de La Gallina…
Ella me tenía confianza y me escogió para que yo sea la Guardadora de los Títulos Reales después de su muerte. Prefería que una mujer se encargar de los Títulos. Decía que socamos mejor», Leyla Bárcenas, Guardadora y Tesorera de la Junta Directiva y capitana de la Policía Nacional.
Mujeres se suman a la lucha
La lucha indígena se reactivó a inicios de la década de los 50, cuando las tierras fueron asediadas por personas acaudaladas que buscaban terrenos para cultivar algodón. En 1952 el acceso de las y los indígenas a sus ríos y charcas comenzó a ser bloqueado por terratenientes que se asentaban en las tierras de Sutiaba con títulos fingidos o contrarios a las leyes en materia indígena. Las cercas también afectaron a las mujeres, que trabajaban recogiendo frutas en la ribera del río Los Aposentos para venderlas en los mercados de León y lavando ropa en las aguas del río. Para las mujeres, este lugar era importante no sólo porque les permitía ganarse sus realitos sino porque era su espacio. Entonces, cuando la cerca les impidió que pasaran, ellas se indignaron e hicieron grandes protestas. Muchas incluso fueron a parar a la cárcel por “revoltosas”.
En 1954 los y las sutiabas constituyeron la Junta Por Defensa de los Intereses del Pueblo, que involucraba a hombres y mujeres. En diciembre del mismo año las mujeres hicieron su propia organización, la Asociación de Mujeres Indígenas, que tenía mil 500 afiliadas, una cantidad muy grande para ese tiempo. La Junta Directiva Femenina estaba integrada por 14 mujeres. El objetivo principal de las luchas era la defensa de las tierras de la comunidad y de su identidad étnica.
«Conocí a Tina Roque bastante entera de vida, era una mujer seria, serena. De seguro que no se había casado porque había visto tantos espejos de cuerpo entero; gozó de su señorío hasta que bajó a la tierra. Una señora bien centrada, muy elegante. Depositó la confianza en su sobrina como mujer. No es que no haya tenido la oportunidad de dejar los Títulos Reales a un sobrino varón, pero prefirió a una mujer porque somos más responsables y cuidamos más nuestro compromiso con la comunidad», Natalia Avilés, dirigiente indígena.
Ernestina la Guardadora
En 1955, mientras los y las sutiabas estaban peleando sus tierras ancestrales en los tribunales de justicia, reaparecieron los Títulos Reales. Carlos García, Presidente del Consejo de Ancianos, narra cómo ocurrió el hecho:
En una ocasión don Arturo Roque, hermano de Ernestina, sacristán de la Iglesia de Sutiaba, me preguntó cómo iba el juicio por las tierras. Le contesté que nos boleaban, que la Ley no nos daba facultad. Entonces, él dijo: “Busquen a mi hermana, que ella tiene los derechos de Sutiaba, los Títulos Reales”.
Esta misma tarde, toda la directiva fuimos adonde Ernestina y le explicamos porqué la visitamos, le dijimos que necesitábamos los Títulos Reales para defender los derechos de nuestro pueblo. Entonces, Tina sacó el cofre con los Títulos y los mapas y dijo que estaba a la orden. Toditos la aplaudimos.
A partir de aquella fecha, Ernestina Roque se integró a la Junta Directiva Femenina. Junto con Dora Medina y otras mujeres, dirigió la comisión encargada de llevar a cabo la negociación con el Gobierno, que fue bastante exitosa.
En mayo de 1956 los y las sutiabas inscribieron los Títulos en el Registro de la Propiedad. Durante los 20 días en que los mecanógrafos del Registro estaban haciendo la copia, Tina Roque no se separó de los Títulos y estuvo vigilando todo el tiempo, para evitar cualquier intento de robo o fraude.
Después los indios iniciaron la pica de alambres con los que los usurpadores cercaban las tierras indígenas. Los Títulos Reales eran un elemento muy importante de esta lucha, porque la legitimaban y un símbolo articulador del movimiento indígena, en el que las mujeres jugaban un papel cada vez más activo.
Durante todo este tiempo, Ernestina Roque siguió siendo la Guardadora de los Títulos. Era un cargo peligroso porque no faltaban personas interesadas en arrebatárselos. Pablo Enrique Medrano Álvarez, Secretario del Consejo de Ancianos, recuerda aquellos sucesos:
Doña Ernestina es una heroína, como Rafaela Herrera, porque conservó los Títulos. Le ofrecieron un millón de córdobas pero ella dijo que no. Un grupo de matones quería apoderarse de los papeles, porque los terratenientes de León estaban buscando los Títulos Reales para dejarnos con los brazos cruzados. Un día hasta secuestraron a una niña, Mercedita, sobrina de doña Ernestina, la dejaron como dunda del susto… Entonces, unos guardianes de la comunidad venían a cuidar a doña Ernestina, con escopetas 22, con camisas blancas manga larga, con sombreros y caites…
«Mi tía Ernestina era una persona muy generosa, siempre hablaba con mucha sabiduría y experiencia, tenía consejos para quien los necesitara. Ella hablaba a quien quisiera oírla sobre la shazañas de nuestro pueblo indígena y lo hacía siempre con mucho entusiasmo. Sin su valentía y coraje jamás se hubieran conservado los Títulos Reales de Sutiaba. Ella era muy independiente, nunca aceptó que las mujeres sólo servíamos para quehaceres domésticos.Cuando ella trabajó como cobradora de impuestos de la Alcadía de León, era la única mujer entre un montón de hombres. Nunca le gustó cocinar, lavar ni planchar pero era toda una mujer. Siempre fue fuerte y muy terca, eso le ayudó a sobresalir en una sociedad machista. Hasta el día de su muerte luchó por su pueblo y su tierra, su familia y su raza, y por los derechos de las indígenas». Lorena Karelia Benavides, estudiante universitaria.
“Soy india legítima”
Después de la revolución de 1979, la Reforma Agraria desconoció a las comunidades indígenas del Este de Nicaragua. Entonces, las y los sutiabas continuaron en pie de lucha por sus derechos ancestrales y comenzaron a hacer alianzas con otros grupos indígenas del país. Ernestina Roque recorrió las comunidades indígenas para organizar la lucha. En el 84 participó en el primer congreso de la Federación Indígena Nicaragüense (FIN). También tomó parte en otros eventos y su mensaje fue siempre el mismo: “Somos dueños y señores de nuestras tierras. Debemos luchar por nuestras tierras… Son nuestras y nos cuestan. Las mujeres tenemos que luchar porque la tierra es importante para nuestras vidas”. Ernestina Roque creía en la fortaleza y la capacidad de las mujeres.
En 1993 la historiadora Sylvia Torres hizo a Ernestina Roque una entrevista sobre la lucha de los indígenas. La señora compartió con ella sus recuerdos y expresó que para ella, la causa indígena tenía total vigencia: “¿En qué cabeza cabe que no hay indios? ¿Que no me está viendo pues? Yo soy india legítima, me siento orgullosa de ser sutiaba”
Junta Directiva Feminina
Publicamos los nombres de estas mujeres en La Boletina para que todas recordemos a estas ancestras, indígenas precursoras del movimiento de mujeres.
Ramona de López, Presidenta
Carmen Sánchez, Vicepresidenta
Filomena Sánchez, Secretaria
Paula Morales, Vicesecretaria
Trinidad González, Tesorera
Isabel Téllez, Fiscal
Vocales
Rosa Morales
Juana Díaz
Juana González
Ángela Bárcenas
Rosa Salinas
Leonila Salinas
Victoria Trujillo
Rafaela Moya
Aunque la tradición exige a las mujeres indígenas que tengan pareja e hijos, en esto Ernestina Roque no siguió la costumbre. No se casó ni tuvo pareja ni hijos, porque apreciaba mucho su independencia. Sin embargo, nunca estuvo sola porque siempre acogía en su casa a sus sobrinas y sobrinos y tenía relaciones muy buenas con sus familiares. Además, decía que toda Sutiaba, todo el pueblo, eran su familia.
El 16 de mayo Ernestina Roque falleció de un derrame cerebral. Ahora la valerosa india es un vivo recuerdo y una leyenda. Su sobrina Leyla Bárcenas Roque se hizo cargo de los Títulos Reales. La lucha comunitaria por los derechos indígenas continúa y las mujeres vienen fortaleciendo su liderazgo.