24 de marzo. ¿Día de Monseñor Romero?
Dice la ONU: “Cada 24 de marzo celebramos el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas.
Con dicho Día Internacional rendimos homenaje cada año a la memoria de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980. Monseñor Romero denunció activamente las violaciones de los derechos humanos de las personas más vulnerables de El Salvador.”
Sí, este obispo salvadoreño fue asesinado un 24 de marzo de hace 43 años, y también es significativa su enorme expresión y compromiso contra el militarismo y la guerra.
Y la ONU da las razones y los propósitos para conmemorar este día 24M:
• Promover la memoria de las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos y la importancia del derecho a la verdad y la justicia;
• Rendir tributo a quienes han dedicado su vida a la lucha por promover y proteger los derechos humanos de todos y a quienes la han perdido en su empeño;
• Reconocer, en particular, la importante labor y los valores del salvadoreño Monseñor Óscar Arnulfo Romero, promotor y defensor de los derechos humanos en su país. Su labor fue reconocida internacionalmente gracias a sus mensajes, en los que denunció violaciones de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables en el contexto de conflictos armados. Como humanista y defensor de la dignidad del ser humano, sus llamamientos constantes al diálogo y su oposición a toda forma de violencia para evitar el enfrentamiento armado le costaron la vida el 24 de marzo de 1980.
Después, después de varios años en que el pueblo salvadoreño había ya declarado santo popular a Romero, el Vaticano primero lo beatificó, luego lo santificó.
Pero.. ¿cuánto de VIDA, de permanencia, de trascendencia, del mensaje de Oscar Romero pervive y se defiende cada día, en Centroamérica y en el mundo?
Cada aniversario supone una oportunidad de reflexionar sobre la figura de Romero, asesinado sin duda por proclamar una verdad incómoda, la violencia contra los pobres.
El ángel del Señor anunció en la víspera…
El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua Latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma aureola de sus mares,
en el dosel airado de los Andes alertos,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!
Ese Poema y ese contenido dejó escrito para Siempre otro de los obispos incómodos, don Pedro Casaldáliga.
Romero el 8 de febrero de 1977 había sido nombrado arzobispo de San Salvador.
El 14 de febrero de 1978 se le otorgó el doctorado honoris causa por la Universidad de Georgetown, Estados Unidos. El 7 de diciembre de 1978 fue propuesto como candidato para el premio Nobel de la paz por 118 miembros del parlamento británico. Más tarde la universidad de Lovaina, Bélgica, le otorgó el doctorado honoris causa.
Monseñor Romero hizo de la homilía dominical un oasis donde no llegaba la censura del Estado, una cartelera con voz donde colgar los nombres de los asesinados y desaparecidos. El incipiente movimiento guerrillero comenzaba a cobrar fuerza y, como respuesta de la extrema derecha, aparecieron ‘Los Escuadrones de la Muerte’, liderados por el mayor Roberto D’Aubuisson, un militar formado en la Escuela de Las Américas.
El dia 24 de marzo .. a las seis y cuarto, mientras celebraba misa, Romero era asesinado.
Miles de personas velaron su cadáver en la Basílica del Sagrado Corazón y unas cincuenta mil acudieron a su funeral en la catedral. Mientras se celebraba, estalló una bomba en los alrededores, entre tiroteos y ráfagas de ametralladora, a causa de la cual murieron 27 personas y más de doscientas resultaron heridas.
La muerte de Monseñor Romero estuvo precedida por el asesinato de más de una decena de sacerdotes, y por decenas de miles de civiles, entre obreros, campesinos, estudiantes y profesionales, crímenes cometidos por los escuadrones de la muerte y el ejército.
La muerte de Monseñor Oscar Arnulfo Romero no se entiende sin su compromiso decidido a favor de la justicia y de la dignidad de los salvadoreños y salvadoreñas, así como tampoco se entiende sin el proceso de conversión, desencadenado a partir del asesinato del padre Rutilio Grande (el 12 de marzo de 1977) y su progresiva profundización a medida que sectores eclesiales y populares eran golpeados por la violencia del Estado y de los escuadrones de la muerte.
Ahora el aeropuerto de San Salvador lleva el nombre de Monseñor Romero.
..nadie hará callar tu última homilía , recuerda para siempre su colega Pedro Casaldáliga:
“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: No Matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios… Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla… En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión!’.
Posteriormente, en 1989 los militares entraban a la UCA y asesinaban de madrugada a Ignacio Ellacuría, Segundo Montes , Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López , la trabajadora de la Universidad, Julia Elba, y su hija de quince años, Celina Ramos.
El asesinato de Ellacuría y de sus compañeros ya había sido anunciado. Miembros de las Fuerzas Armadas habían calificado la UCA como un refugio de subversivos y Ellacuría, empeñado en buscar una solución negociada a la guerra civil, se había convertido en uno de los objetivos más deseados por los militares. Cinco de los jesuitas asesinados eran españoles y, conociendo el riesgo que corrían, habrían podido regresar a su país de origen. Pero no lo hicieron.
Dos años antes, en semana santa, un grupo de brigadistas cruzamos la frontera entre Nicaragua y Honduras y llegamos a visitar los tres campamentos de refugiados salvadoreños, en San Antonio, Colomoncagua, Mesa Grande. Allí , en las celebraciones de aquella semana santa, sería donde conoceríamos en profundidad lo que la gente salvadoreña opinaba de su obispo mártir.
Algunos miles de esos refugiados/as lograrían acordar un regreso-retorno colectivo. Una parte se quedarían en las cercanías de Perquin, todavía en guerra y fundarían una nueva población: le pusieron el nombre de Segundo Montes, uno de los jesuitas asesinados, y allí los visitaría de nuevo una delegación asturiana, cuando ya se avizoraba un acuerdo de paz.
Manuel Garcia Fonseca, el Pole, siendo diputado en Madrid, participó en el juicio por los asesinatos en la UCA, y dio testimonio en la Audiencia Nacional, para un juicio que condenó a uno de los asesinos.
La justicia, para el caso de Monseñor Romero, está más lejos aún. El que es considerado responsable principal, el mayor Dabuisson, murió de cáncer, en la completa impunidad y su partido Arena le propuso para una condecoración en el parlamento.
Otro capitán, desde Miami, ha dicho que dará datos, que colaborará, que quiere romper el silencio cómplice..pero nunca lo hizo o le dejaron.
El excapitán Saravia fue finalmente condenado en septiembre de 2004 por un tribunal civil de Fresno a pagar 10 millones de dólares a los familiares del obispo. Saravia se dio a la fuga y sigue oculto. Amado Antonio Garay, el chofer que llevó al francotirador hasta la capilla de la última misa de Romero (y quien en 1987 confesó su participación y la de Saravia) vive en Estados Unidos como testigo protegido por el gobierno. Otros supuestos responsables han muerto o «desaparecido».
Pero pese a los esfuerzos de organizaciones civiles y de derechos humanos de El Salvador, el proceso legal por el asesinato de Romero parece continuar en el mismo limbo de silencio.
El miedo y el silencio han reinado en este caso paradigmático de impunidad, convirtiéndose en expresión de incontables víctimas de la violencia estatal en las Américas. Pasan los años pero estas atrocidades aún sin resolver, piden justicia a gritos.
Ni perdón ni olvido. Es un lema de los movimientos contra la Impunidad.
Pero el asesinato de San Romero sigue sin las investigaciones oportunas y sin justicia a 43 años de su martirio, al igual que los casos de otros mártires cristianos como el padre Rafael Palacios, Rutilio Grande (también beatificado por el Vaticano), Octavio Ortiz y Alfonso Navarro, entre otros.
Romero vive en las luchas del pueblo; los gringos, la oligarquía, la derecha, los escuadrones de la muerte quisieron con el magnicidio acabar con la voz del pueblo; y sin embargo, sus enseñanzas, su ejemplo de justicia y dignidad, sigue latiendo y vive en la gente organizada del pulgarcito de América y de toda Latinoamérica.
El mismo día, pero cuatro años antes, los militares habían dado el Golpe en Argentina.
Cuando se cumplían los 25 años del crimen de Oscar Romero celebramos una actividad en el salón de plenos del Ayto de Siero, con la hermana Cecilia Naranjo de Colombia, y ese día estaba entre los presentes el sindicalista Luciano Romero.
Apellido y causa común con el obispo salvadoreño: pocos meses después Luciano sería asesinado en su tierra de Valledupar.
A los 43 años de su asesinato, Monseñor Romero, Vive.
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