Por fuera la cárcel nueva La Picaleña parece hasta bonita y esa es la presentación de imagen externa que se quiebra nada más pasar los largos y procelosos procedimientos burocráticos para acceder al recinto:
Una inmensidad de vallas, toneladas de cuchillas y rollos concertinas, torres de vigilancia, muros y estructuras “bien pensadas” para quebrar todas las relaciones sociales de quienes entran a este espacio de desestructuración humana.
Diseñada para 6mil presos ahora alberga 7mil y grúas de construcción al fondo anuncian una ampliación de la envergadura de la prisión que provoca pavor al visitante.
300 de ellos y ellas son prisioneros políticos y la delegación asturiana segregada en dos grupos pudo entrevistar brevemente a 25 de entre los combatientes de los grupos guerrilleros, quedando “para otra ocasión” la posible visita a los presos políticos que no pertenecen a grupos insurgentes sino que han sido detenidos por su militancia social y política con montajes judiciales que pretenden involucrarlos con las guerrillas.
Que tengan un espacio propio, separados de los demás presos comunes o sociales y de los paramilitares, tal como se prometió en las conversaciones de paz por parte del gobierno, es la principal demanda, pero no quieren cumplírsela.
Y lo demás llega de corrido: mientras tanto viven hacinados, y mezclados con el resto de presos “peligrosos” que ejercen el control y no dejan sacar papeles firmados exigiendo condiciones mínimas de prisión con dignidad.
Revisar el que solamente 15 minutos en la mañana y otros 15 en la tarde esté abierta el agua para los servicios. El resto del día los excrementos no se desaguan.
Que exista algún médico para tantísima gente sin atención. Que no maltraten a los familiares a la entrada, tras las enormes distancias que tienen que recorrer para las visitas de corta duración, o que sobrinos y otros familiares menores tengan prohibido visitarles. Sólo 6 celdas cumplen funciones de visita conyugal que lógicamente no alcanzan para 300 presos y la ley nacional no se cumple.
En los casos abundantes de deterioro de la salud el calvario se vuelve terrorífico y difícil de transcribir y de creer que exista tanto empeño planificado en estas “máquinas de infringir sufrimiento”. Retirada de medicamentos para operados de corazón, o diabéticos, o heridos de guerra, o como se deteriora la visión hasta quedar ciegos, echándole la culpa a otras instancias como las privadas sanitarias en vez de reconocer la responsabilidad como entidad carcelaria en la salud de sus presos.
En este sistema carcelario colapsado los presos políticos que han liderado actos de desobediencia civil (huelgas de hambre para exigir que cumplan los derechos elementales como atención de emergencia sanitaria, el acceso al agua y los medicamentos), son represaliados y colocados en aislamiento de máxima seguridad o trasladados de nuevo para afectar a sus familias.
Extraditados dentro de su país se sienten los prisioneros políticos en un actuar gubernamental que contradice que haya “clima” de acercamientos en las negociaciones en la Habana. Y consideran un agravio que los militares condenados por violaciones de ddhh tengan fuero y lugares especiales en los cuarteles, mientras ellos, combatientes de varias guerrillas, son represaliados en patios de cárcel donde se mezclan con presos de condición diferente, como los sociales, o los de la guerra sucia paramilitar.
Y denuncian que nuevos montajes judiciales están fraguándoles, algunos con formato de lesa humanidad, con tal de impedir su libertad o la posible aplicación de la jurisdicción especial tras la previsible firma de acuerdos.