De la invasión de Iraq a la guerra en Ucrania.
OTAN, CONSTRUYENDO INSEGURIDAD GLOBAL
RESUMEN EJECUTIVO.
Este informe sobre la OTAN presenta una radiografía actualizada de la alianza militar, teniendo en cuenta el contexto global de crisis simultáneas y el aumento de las tensiones provocado por la invasión de Ucrania.
El modus operandi de la OTAN se plasma en sus Conceptos Estratégicos, y de los dos últimos aprobados podemos extraer algunas conclusiones que nos ayudan a entender los objetivos de la Alianza: por un lado, intenta promover una concepción amplia de la defensa, lo que le permite expandir enormemente su ámbito de actuación para hacer frente a “nuevas amenazas”, muchas de ellas no militares; también se percibe un intento de flexibilizar el sometimiento a la Carta de las Naciones Unidas, situándose en lo que se ha calificado como “desregulación jurídica de la guerra”; del mismo modo, la OTAN amplia su ámbito geográfico de actuación más allá de lo que establece el Tratado del Atlántico Norte, como sucedió en el caso de Afganistán; por último, es destacable el déficit democrático con el que se decide esta estrategia, que se salta las reglas más básicas del parlamentarismo.
En junio del 2021, se aprobaba en Madrid un nuevo Concepto Estratégico que pone el acento en reforzar la disuasión y la defensa, lo que equivale a incrementar todas las capacidades militares sean nucleares, convencionales o cibernéticas.
También, incluye una referencia expresa a la relación con China, a la que considera “reto sistémico”. Además, plantea que no solo se responderá a ataques armados, sino que la OTAN podría intervenir militarmente frente a cualquier amenaza a su seguridad.
La OTAN nació en oposición a Moscú y, tras la invasión rusa de Ucrania que, sin duda, merece una total condena –entre muchas razones por la violación de la soberanía de Estado amparada por el derecho internacional y Naciones Unidas– la Alianza refuerza su legitimación contra ella.
Sin embargo, esto no exime de responsabilidades a la OTAN por el desprecio exhibido frente a Rusia, después de su compromiso de no expandirse hacia el este tras la caída del muro de Berlín y de la demanda de no incorporación de Ucrania a la Alianza Atlántica.
Para Rusia, dicha incorporación se percibía como una seria amenaza para su seguridad. Los dirigentes atlantistas, no obstante, apenas han invocado la violación del Derecho Internacional para criticar a Rusia, quizás porque ellos mismos también han destacado en ese campo. Así pues, han optado por impulsar una guerra subrogada en Ucrania, con la finalidad de resolver, por la fuerza, lo que ellos perciben como el primer round de una nueva Guerra Fría entre la OTAN y Rusia/China.
Es decir, la Alianza retrocede y regresa a la casilla de salida de su historia, lo que no deja dudas respecto a su función: la OTAN es la mejor solución a los problemas provocados por la misma OTAN.
En este sentido, la alianza militar, desde su misma fundación hace 74 años, ha librado guerras de forma casi permanente. La participación de la OTAN en guerras como las de Yugoslavia, Libia o Afganistán, muestra lo lejos que se encuentra de los propósitos expuestos en el Tratado del Atlántico Norte de 1949.
Sus intervenciones político-militares en lugares tan alejados de los territorios de sus Estados miembros con la finalidad de promover cambios de régimen son un objetivo frontalmente contrario al principio de la libre determinación de los pueblos, y suponen una prueba empírica, incontestable, de la transformación de la Alianza en una organización agresiva e imperialista.
La pertenencia a la OTAN implica, además, una subordinación a los intereses y directrices de Estados Unidos. No solo en lo que respecta al ámbito de la defensa, sino también, respecto a la política exterior y las relaciones con el resto de países del mundo.
Es un error colosal identificar los intereses de EEUU con los de Europa.
La pertenencia a una organización que, en definitiva, no es más que un bloque militar, supone una visión militarizada del mundo que, ante los conflictos, prioriza las respuestas militarizadas a otras posibilidades. Y también implica la necesidad de un proceso continuado de rearme.
Además, de convertir los Estados miembros, en objetivos militares de los posibles adversarios de Estados Unidos.
Por otro lado, es importante constatar cómo la seguridad energética ha destacado de entre las motivaciones de la OTAN y sus miembros, en las diversas misiones en las que han participado, así como su contribución a la crisis climática, que es tan significativa como lo es su falta de transparencia y rendición de cuentas.
Los planes de reducción de emisiones anunciados por la OTAN denotan un marcado carácter de greenwashing y el enfoque con el que aborda el cambio climático resulta eminentemente securitario, eludiendo cualquier aproximación relacionada con la justicia climática. La propia existencia de la Alianza contribuye, de hecho, a sostener el modelo colonial de explotación del planeta y de desposesión de las mayorías, que son la base de la crisis climática y medioambiental en la que nos encontramos.
La Alianza actúa también como un elemento clave de desvío y retorno de personas migrantes fuera de las fronteras europeas y, además, se encuentra lejos de ser un instrumento generador de estabilidad y seguridad en contextos complejos. Para ejemplo, los casos de Libia, Irak y Afganistán.
La guerra de Ucrania evidencia la necesidad de volver a articular un movimiento por la paz europeo, que tenga por objetivo recuperar una seguridad común y compartida entre todos los pueblos y naciones de Europa. En esta lógica de una arquitectura internacional de paz y seguridad, también es necesaria la limitación, superación y disolución de todas las alianzas militares y su sustitución por instituciones inclusivas de seguridad y paz.
Resulta también esencial la incorporación del discurso feminista, vinculado a la colectividad, al enfoque comunitario, a la tierra, a la centralidad de la vida y los cuidados. Y más especialmente cuando nos encontramos en la disyuntiva entre continuar sosteniendo dinámicas extractivistas y destructoras del medio ambiente, que se mantienen mediante la violencia armada o, simplemente, decrecer, destruir los sistemas de dominación y sobrevivir.
Por tanto, esta publicación defiende el “No a la guerra, no a la OTAN”, como enmienda a la totalidad, a un militarismo depredador de vidas y recursos humanos, de hábitats, de economías.
La paz no es únicamente un eslogan trillado, sino una política de relaciones que se debe desplegar a todos los niveles, desde el interpersonal hasta el interestatal, ahora más que nunca.
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