16-O
¿Sabías que HOY es el día internacional de la soberanía alimentaria?
(“el derecho que cada pueblo tiene para definir su política en materia de alimentos”).
En un planeta donde una de cada once personas padeció hambre en 2023, importantes movimientos sociales del campo consideran la soberanía alimentaria como el antídoto y una cura principal a este drama.
El llamamiento del 16 de octubre es en defensa de la vida, la alimentación sana y soberana de los pueblos y los derechos campesinos.
Más que un concepto, la soberanía alimentaria es una estrategia para el desarrollo y un modo de vida. Examina el tipo de alimentos que comemos, las condiciones en las que se producen y su relación con el medioambiente y las comunidades locales. Es una estrategia para la lucha contra el agronegocio, los monocultivos, la estandarización de cultivos y la explotación de campesinas/os y trabajadoras/es agrícolas en el marco del modelo de producción de alimentos hiperproductivista, capitalista e impulsado por las ganancias.
¿Sabías que Israel en su genocidio contra Palestino destruye toda posibilidad de soberanías, incluyendo la alimentaria, y que provoca el HAMBRE y la destrucción de los escasos elementos de producción agrícola palestinas, contamina y roba el agua, arranca sus olivos..?
Para la población palestina, la lucha por la soberanía alimentaria es una parte importante de su lucha contra una ocupación militar que tiene control pleno sobre sus recursos naturales, incluidas las tierras, el agua, las semillas y los recursos pesqueros.
Está intrínsecamente vinculada a la lucha por la autodeterminación. La confiscación de tierras palestinas comenzó en 1948, fecha en la que el 78% del territorio de la Palestina histórica pasó a formar parte de Israel.
En los llamados “territorios palestinos” que quedan,, las zonas y el muro de separación, los asentamientos israelíes ilegales y las zonas de exclusión militares despojan poco a poco a la población autóctona de las tierras agrícolas y los recursos hídricos.
El campesinado global, junto con otros sectores sociales vulnerables, se confronta con el despojo permanente de sus medios de vida y de subsistencia. Según La Vía Campesina, esta realidad se agrava debido a la ocupación militar de territorios que destruye “la biodiversidad y la Soberanía Alimentaria, al mismo tiempo que siembra terror y arrebata vidas en varias partes del mundo, como Palestina, Líbano, Sudán, Yemen y Haití”.
Aunque la protesta rural en muchas regiones continúa, la misma se confronta con la criminalización de la lucha por la tierra y el territorio, lucha que sigue cobrando vidas de activistas sociales en Honduras, Filipinas, Colombia y Brasil, entre otros países.
Nunca en la historia de la posguerra se había hecho pasar hambre a una población de forma tan rápida y tan abrumadora como en el caso de los 2,3 millones de palestinos de Gaza.
Hacer padecer hambre es una de las formas más brutales de atacar la soberanía alimentaria de una comunidad o pueblo.
El uso del hambre suele provocar desplazamientos internos masivos forzosos y migración forzosa.
La población campesina siempre ha sido objetivo de las fuerzas israelíes, por su papel y resistencia a la ocupación, por su papel en la generación de alternativas contra la misma. Ahora usan el hambre como arma de guerra, y una vez más los campesinos responden a esa amenaza.
“Antes, en los campos de olivos no solo había olivos; había higueras, viñas, cereales, como trigo y cebada, y leguminosas, como garbanzos y habas. Sin embargo, estos cultivos exigen un mayor cuidado, por lo que, poco a poco, se han ido abandonando y solo han quedado los olivos. Actualmente, la agricultura palestina está completamente alejada de los métodos tradicionales”.
Loa gente palestina y sus organizaciones multiplican las iniciativas. En la ciudad de Beit Sahour, se ha abierto una biblioteca de semillas de los agricultores. Se trata de una colección de semillas ancestrales que los agricultores pueden tomar prestadas y compartir.
“Además de vivir bajo ocupación, tenemos que hacer frente a un sistema político mundial que nos vuelve esclavos de las empresas del sector agroalimentario y las multinacionales”.
En Belén se encuentra el campo de refugiados de Dheisheh, construido en 1949 para 3.000 refugiados procedentes de 45 pueblos, acoge hoy a 15.000 personas en una superficie de menos de 1 km². Es uno de los mayores campos de refugiados de Cisjordania. La mayor parte de los refugiados palestinos eran antes agricultores, pero en los campos superpoblados ahora se encuentran desconectados de la tierra, un elemento esencial de su identidad milenaria.
Hay familias que empezaron a plantar hierbas y legumbres en macetas sobre su tejado para aumentar la autonomía alimentaria de la familia.
“Los cortes de agua son bastante difíciles de gestionar. El agua llega más o menos cada diez días, durante 24 horas. A veces menos”.
Mientras que los países del norte se interesan cada vez más por la calidad de su alimentación, los países del sur se encuentran saturados de alimentos industriales que producen los países del norte, pero que ellos mismos ya no quieren consumir. En los supermercados de Palestina se encuentran sobre todo alimentos procesados, cargados de aceite y azúcar baratos, con los logos de las mismas marcas que hay en todas partes del mundo occidental y las etiquetas muy a menudo en hebreo, y que vienen directamente de los proveedores israelíes.
Esto tiene consecuencias desastrosas para la salud de las personas.
Según la Vía Campesina, se debe exigir una transición agroecológica que proteja los sistemas alimentarios locales y promueva un nuevo marco de comercio basado en los principios de la soberanía alimentaria. E insta a implementar, con urgencia, políticas públicas que apoyen y promuevan esa transición justa hacia una producción agroecológica que priorice modelos de economía campesina, social y solidaria, y propone la elaboración e implementación de un tratado vinculante de las Naciones Unidas que regule las empresas transnacionales, ponga fin a las violaciones de derechos humanos, acabe con la impunidad y garantice el acceso a la justicia por parte de las comunidades afectadas.
En el caso de Palestina Soberanía alimentaria y lucha por Autodeterminación van a la par.
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