México: Manifiesto en defensa del maíz.
Aquí, en esta parte del mundo, nació el maíz. Nuestros abuelos lo criaron. Con él se criaron ellos mismos, al forjar una de las grandes civilizaciones de la historia. La casa más antigua del maíz está en nuestras tierras. Desde este lugar del universo se fue para otras partes del mundo. Somos gente de maíz. El grano es hermano nuestro, fundamento de nuestra cultura, realidad de nuestro presente.
Está en el centro de nuestra vida cotidiana. Aparece sin falta en nuestra dieta y en la cuarta parte de los productos que adquirimos en las tiendas. Es el corazón de la vida rural y un ingrediente infaltable en la vida urbana. Somos gente de maíz. Y lo somos a contracorriente, en lucha continua con los vientos dominantes. Los saberes campesinos e indígenas sobre el maíz han sido continuamente despreciados, reprimidos y olvidados.
Se ha provocado la extinción de innumerables variedades nativas de maíz, que eran el fruto de la paciente experimentación de nuestros antepasados. Se indujo a muchos campesinos a la vergonzosa dependencia de los híbridos. Una y otra vez, con diversas políticas, se ha buscado que abandonemos el cultivo de maíz. Se quiere que en lugar de producirlo en nuestra tierra y con nuestras manos se importe de Estados Unidos, donde se siembra para los puercos y para la industria, no para la gente.
La ciega política oficial no toma en cuenta que, para nosotros, el maíz es más que un cereal. Resume nuestro pasado, define nuestro presente y es la base de un porvenir propio. Lo comemos, pero no es solamente comida. Es motivo de fiesta, de intercambio, de convivencia, de ayuda mutua. Es nuestra vida. El maíz está en el centro de nuestra cultura, en la que tiene un carácter sagrado. No queremos que salga de ahí.
Defender el maíz nos llama a ser como hemos sido con él, no como las grandes empresas quieren que seamos. Defender el maíz quiere decir salvar la tierra, el sol, el agua, el viento. No hacer daño a lo que lo rodea. Al aparecer los maíces genéticamente modificados, los transgénicos, nos pareció muy sensato que en México se prohibiera su siembra en 1998. Como entonces señalaron científicos responsables, había que ser prudentes.
El gobierno, sin embargo, los introdujo de trasmano, a través de sus importaciones. Y así apareció entre nosotros, en nuestra Sierra de Juárez, la primera contaminación de maíces transgénicos. Pronto se comprobó que otros estados estaban también bajo riesgo. El centro mundial de origen y diversidad del maíz está ahora en peligro. Puede perderse la prodigiosa riqueza genética que generó aquí el paciente diálogo que por milenios se mantuvo entre el hombre y la planta.
Los grandes mentirosos del mercado o del Estado aparecen a veces entre nosotros, disfrazados de investigadores de nuevas tecnologías o de especialistas en mejorar los cultivos. Dicen que nuestras semillas no sirven o que nuestra forma de cultivar es inadecuada. Quieren que compremos sus semillas y aprendamos sus formas de matar el maíz y la tierra. Ha llegado la hora de decir ¡Basta ya! ¡No aguantamos más! No permitiremos que el daño se profundice y el riesgo aumente.
No rechazamos la experimentación. La hemos practicado por miles de años. Nos interesa el cambio, pero no el que lleva a formas de cultivo que destruyen en vez de conservar. Rechazamos la acción comercial, obsesionada con la ganancia. Destruye la tierra, debilita el tejido social y cultural de nuestros pueblos y trastorna la relación entre las personas. Luchamos por conservar los maíces que durante miles de años se han acomodado a vivir en los climas, alturas y suelos de nuestras tierras y comparten el espíritu de nuestras comunidades..
En Oaxaca no habrá transgénicos. Hemos escuchado con paciencia a los científicos que los defienden. Pero ya nos cansamos. Los riesgos más graves por usar transgénicos son a largo plazo. No ha pasado tiempo suficiente. No existe, por tanto, ningún estudio de largo plazo. Todo lo que dicen ahora sobre sus efectos es pura especulación. Además, no quieren respetar el principio de precaución, manipulan la información y emplean argumentos falsos e insensatos.
Lo peor, para nosotros, es que les tiene enteramente sin cuidado el inmenso daño cultural que pueden causar sus experimentos. No los escucharemos más. seguiremos en la lucha legal. Continuaremos articulando nuestro esfuerzo con el de otros, dentro y fuera de México, para emplear todos los recursos legales a nuestro alcance.
Buscaremos: Que se prohiba la siembra y la importación de maíz transgénico. Que se forme un nuevo marco legal sobre la seguridad biológica, que proteja la salud animal y humana de toda contaminación transgénica y respalde la diversidad biológica y cultural. Por lo pronto, lucharemos contra la minuta que el Senado envió a la Cámara de Diputados, que consideramos inaceptable. Que se detengan todas las importaciones de maíz.
Que sea obligatorio informar y consultar con nuestros pueblos cualquier programa público o privado de ?ayuda tecnológica? que se pretenda aplicar. Que se ordene una acción, concertada con las comunidades afectadas, para evitar que se extienda la contaminación de transgénicos. Hemos visto con tristeza el irresponsable comportamiento de las autoridades. Hemos comprobado que violan la Constitución, las leyes, los acuerdos y tratados internacionales.
Que no ven ni escuchan el clamor de la sociedad civil y de científicos independientes. Que están haciendo el trabajo sucio de las corporaciones y de los países interesados en vender transgénicos, sin preocuparse por el interés popular y nacional. No podemos esperar más. La amenaza crece. La contaminación aumenta.
Pasaremos a la acción directa. La dignidad de los pueblos indios es contagiosa. En Oaxaca conquistaron un nuevo marco legal y ejercen, así sea con tensiones y dificultades, su espléndida autonomía de hecho y de derecho. De su mano, con su ejemplo, ejerceremos nuestra autonomía y la única soberanía legítima, la del pueblo, para defender lo que somos, para defender nuestro maíz. Vamos a fortalecer la siembra de nuestros maíces criollos de todos los colores.
Lo haremos en la milpa que cultivamos siempre, asociándolos con frijol, calabaza, quelites y otras plantas. Seguiremos seleccionando nuestras variedades y formaremos nuestro propio banco de semillas, que compartiremos con otros pueblos. Haremos también nuestras propias medicinas para la milpa, reforzándolas con prácticas tradicionales, mientras hacemos campañas contra el uso de agroquímicos.
En nuestros territorios no habrá transgénicos. En cada comunidad, en cada barrio, en cada pueblo, daremos la batalla que haga falta, en forma pacífica y democrática. Convocamos a la rebeldía legítima, no a la revuelta. Convocamos a hacer valer la fuerza constituyente que representamos, la única fuente legítima de poder político, ante la irresponsabilidad de los poderes constituidos.
Invitamos a todas y todos, en Oaxaca, a proteger nuestro maíz, nuestro modo de vida y nuestra cultura. Solicitamos la solidaridad y el apoyo de cuantos libran, en otras partes de México y del mundo, una lucha semejante a la nuestra, para que se extiendan cada vez más los territorios libres de transgénicos. Manifiesto suscrito en el foro En defensa del maíz, celebrado en la ciudad de Oaxaca el 10 de marzo de 2004.