Los Objetivos de desarrollo sostenible, Madagascar o Siero.
Santiago González Vallejo
SOTERMUN-USO
Los Objetivos De Desarrollo Sostenible (ODS), erradicar la pobreza y que todos y todas vivamos bien y que el futuro de la vida en el planeta sea factible, son, o deberían ser, la Agenda política y sobre los que girasen las actuaciones públicas en los próximos años, de aquí al año 2030. En Madagascar o en España. En El Aaiún o en Siero.
Los ODS tienen carácter universal, en todos los países, anclados en un futuro común y donde nadie debe quedarse atrás. No son sólo para los países ‘pobres’. La desigualdad y las bolsas de pobreza están a la orden del día en todas partes.
El que lo hayan aprobado todos los países reconocidos de las Naciones Unidas no es suficiente, ni, desgraciadamente, significa voluntad de cumplimiento. Pensemos en los territorios sin estados a los que pedir cuenta, que viven en situación colonial, Palestina o Sahara. O en estados donde hay marginación a minorías.
O también en cómo aplicar la corresponsabilidad, en cómo procurar recursos para tan magnas tareas de compaginar desarrollo, lucha contra la desigualdad, evitar el cambio climático y extender pisos de protección social a toda la humanidad, en un mundo donde es legal la creación de empresas fantasma que ocultan a los dueños de las mismas, la existencia de paraísos fiscales o la elusión fiscal de las multinacionales.
Siendo todos ellos problemas e incógnitas no resueltos, no debemos amedrentarnos y responder a esos desafíos desde lo local y ejerciendo nuestra ciudadanía.
Sería útil el revisar los ODS y su grado de satisfacción en cada localidad. Ver en qué aspecto se está bien y en cuál se está mal. Las competencias normativas de actuación, si dependen de la esfera local, autonómica, estatal, europea o internacional. Y a partir de ahí hacer un grupo de trabajo, seguimiento y propuestas.
Los ODS tocan muchos aspectos, pobreza, trabajo decente, pesca,…. Son 17 objetivos, que a su vez, tienen 169 metas. Por ejemplo, en el objetivo 8, “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”, tiene varias metas, como
- Mejorar progresivamente, para 2030, la producción y el consumo eficientes de los recursos mundiales y procurar desvincular el crecimiento económico de la degradación del medio ambiente, de conformidad con el marco decenal de programas sobre modalidades sostenibles de consumo y producción, empezando por los países desarrollados
- Para 2030, lograr el empleo pleno y productivo y garantizar un trabajo decente para todos los hombres y mujeres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, y la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor
- Para 2020, reducir sustancialmente la proporción de jóvenes que no están empleados y no cursan estudios ni reciben capacitación
- Proteger los derechos laborales y promover un entorno de trabajo seguro y protegido para todos los trabajadores, incluidos los trabajadores migrantes, en particular las mujeres migrantes y las personas con empleos precarios
- Para 2030, elaborar y poner en práctica políticas encaminadas a promover un turismo sostenible que cree puestos de trabajo y promueva la cultura y los productos locales
Y para medir el cumplimiento de esas metas, ahora se están discutiendo en ámbitos estadísticos y políticos el modo de medirlos, el grado de desagregación, hombres – mujeres, por grupos de edad, estudios, territorialmente, grado de discapacidad, etc. El nivel de desagregación permitirá conocer la situación menos afortunada de determinados colectivos y ser más eficaces en las medidas para corregir aquellos apartados donde haya más problemas. En España, segundo país europeo en crecimiento de desigualdad y donde hay un porcentaje alto de pobreza, el lograr que haya un ingreso mínimo debiera ser una prioridad, como la de luchar por un sistema fiscal más progresivo, con menor fraude, y en donde las empresas no eludiesen sus impuestos. Como el problema de la juventud sin empleo.
Pero, también, y es un defecto estructural de los ODS, debiéramos estudiar las consecuencias positivas o negativas de las medidas a desarrollar y si éstas son coherentes para un desarrollo más armónico globalmente o contradictorias o incoherentes.
Por poner un ejemplo, más allá, de la discusión social sobre prioridades o el uso alternativo de los presupuestos o del coste-beneficio de las políticas públicas. Bill Gates, dueño principal de Microsoft, es un filántropo y dona millonarias cantidades a las ONGs, o el dueño de Arcelor que dicta donde se mantiene el empleo y que los gobiernos temen ¿utilizan paraísos fiscales y elusión fiscal para sus empresas?
¿Un país puede desarrollarse a costa de otro? ¿La producción agrícola israelí es buena y exportable a costa de que el agua de sus campos se logra a costa de la escasez de agua palestina y al menor precio que paga por ella o que tiene fácil al acceso al mercado y para los productos palestinos sea una odisea llegar a los mercados e imposible la exportación? Unas respuestas u otras marcan qué desarrollo, qué distribución de la riqueza que se genere o si hay coherencia en las políticas.
Y eso, su estudio, valoración y respuesta se pueden hacer en Madagascar o en Siero.