Cuarenta años en la cárcel acaba de cumplir uno de los presos políticos que más tiempo lleva encerrado en el mundo.
No olvidar a Leonard Peltier
Ricardo Alarcón de Quesada
Rebelión
“Para quienes estamos encerrados aquí
nada es más importante que ser recordados”
Leonard Peltier, prisión de Leavenworth,
Septiembre 1998
Mientras Barack Obama diserta, sin sonrojarse, sobre las virtudes de la “democracia” estadounidense y sermonea sobre los derechos humanos, un inocente languidece, en su celda, totalmente aislado, esperando sólo la muerte o que el Presidente haga lo que puede hacer pero no hace.
Leonard Peltier, -Lakota, dirigente del American Indian Movement (AIM), escritor y poeta-, acaba de cumplir cuarenta años de prisión y es uno de los presos políticos por más tiempo encarcelados en todo el planeta. Cuando lo apresaron en febrero de 1976 era un joven luchador por los derechos de los pueblos originarios y ya había conocido desde temprano la represión y la cárcel. Hoy, casi ciego y muy enfermo sufre un cautiverio cruel y totalmente injustificado.
Condenado sin prueba alguna en un proceso viciado de manipulación e ilegalidades fue sentenciado a dos cadenas perpetuas consecutivas (SIC) que ha estado sirviendo en prisiones de máxima seguridad, sometido a condiciones particularmente duras, de una inhumanidad que no toma en cuenta siquiera su frágil estado de salud ni su edad avanzada.
En la década de los Setenta del pasado siglo el carácter represivo y racista del régimen norteamericano descargó su violencia contra los que se oponían a la guerra de Viet Nam y también contra los negros, los puertorriqueños y las poblaciones originarias que habían sido despojadas de sus tierras y encerradas en las llamadas “reservaciones”. En 1973 se produjo la masacre de Wounded Knee, el mismo lugar, por cierto, donde había ocurrido en 1890 el mayor enfrentamiento entre los indígenas y los invasores blancos. En ambos sucesos perdieron la vida cantidades innombrables de “indios”, incluyendo niños, mujeres y ancianos y nadie fue llevado a juicio por tales crímenes.
La atrocidad de Wounded Knee II y la creciente presencia de agentes del FBI y de grupos paramilitares crearon un ambiente de terror en la zona en la que recientes descubrimientos de yacimientos de uranio y otros minerales atraían la codicia anglosajona.
La solidaridad irradió a otros sectores. Marlon Brando ganador en 1973 del Oscar por su memorable actuación en El Padrino convirtió la ceremonia en una singular denuncia: en lugar suyo envió a una actriz apache, Sacheen Littlefeather y protestó por el trato dado al pueblo aborigen y por la masacre de Wounded Knee. “Me pareció absurdo ir a la ceremonia de entrega de los premios. Resultaba grotesco festejar a una industria que había difamado y desfigurado sistemáticamente a los indios norteamericanos a lo largo de seis décadas”, proclamó entonces Brando.
Los ancianos, asediados en Oglala, en la reservación de Pine Ridge, Dakota del Sur, pidieron protección al AIM que envió al lugar a varios activistas, entre ellos Peltier. En junio de 1975 se produjo allí un extraño incidente en el que perdieron la vida dos funcionarios del FBI y un número de nativos, civiles, desarmados, cuya cifra y sus nombres han quedado en la sombra.
En cualquier caso varios hechos eran evidentes. Los indios estaban acosados, en su refugio, del que no salieron para atacar a nadie. Quienes penetraron allí, antes del incidente, fueron decenas de agentes del FBI fuertemente armados como armados estaban los paramilitares a su servicio. Si algún indio hubiese disparado, algo que no pudo demostrarse, habría sido un acto desesperado de autodefensa.
Las autoridades formularon cargos solamente contra los nativos. Peltier buscó refugio del lado canadiense donde fue capturado el 6 de febrero de 1976. Entretanto sus compañeros fueron liberados por falta de pruebas.
La acusación contra él fue fabricada de pies a cabeza por el FBI. Revelaciones posteriores al juicio, obtenidas tras largos esfuerzos de sus defensores basados en la Ley de Libertad de Información prueban el carácter fraudulento de todo el proceso: testimonios falsos obtenidos mediante el chantaje y la amenaza, presentación como “prueba” de un arma que no estaba en el lugar, ni fue usada por Peltier ni tuvo relación alguna con el incidente. En una audiencia ante la Corte de Apelaciones en 1978, uno de los fiscales que actuó contra él tuvo que admitirlo: “Nosotros no sabemos realmente quién disparó a los agentes”. El tribunal, sin embargo, ratificó la condena.
El juicio contra Peltier fue una farsa de proporciones monumentales. Lo demostró convincentemente otro gran artista norteamericano, Robert Redford, en su documental “Incident at Oglala: the Leonard Peltier Story” producido en 1992 pero sometido a una severa censura que lo ha convertido en algo que muy pocos han podido ver. Las razones son obvias. Según el Washington Post del 22 de mayo de 1992: “Es muy difícil ver ‹‹Incident at Oglala›› sin concluir que Leonard Peltier es inocente…su juicio no fue otra cosa que una farsa cocinada por el Gobierno. Este documental directo e iluminador muestra hasta donde llegó la falta de escrúpulos de los fiscales y del FBI para castigar a este hombre”.
Por su liberación se pronunciaron Nelson Mandela, el Parlamento Europeo y numerosas personalidades en todo el mundo. El reclamo tiene más de cuatro décadas, hasta ahora sin resultado. Hace ya algún tiempo, lo advirtió Ramsey Clark ex Fiscal General de Estados Unidos: “Hasta que esto suceda, cada día es un nuevo crimen, cada amanecer es un nuevo crimen, cada atardecer es un nuevo crimen contra la dignidad del pueblo indio y contra el honor de los Estados Unidos de América. Porque mientras Leonard Peltier esté en prisión, todos lo estamos”.
Cuando Peltier fue arbitrariamente encarcelado, Obama era un adolescente y no fue responsable de esa injusticia. Pero hace ocho años que sí lo es pues como Presidente nada ha hecho para liberarlo. Él sabe que “Sí se puede” pero prefiere ser cómplice del crimen.