Dicen las normas que para proteger La Macarena y otros Parques nacionales, los campesinos que allí llegaron deben irse, y que el Parque Nacional del Sumapaz, reserva de Biodiversidad, nacedero de 30 ríos…debe protegerse.
Y sin embargo los militares acampan por miles en los parques, y en el de Sumapaz miles de ellos destrozan cada día esa maravilla, sin que la autoridad estatal diga nada..
Y son muy numerosas las denuncias ciudadanas no sólo de violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas militares, sino de vulneraciones a elementales aspectos de la convivencia con la naturaleza: es decir la destrucción de la misma por la tropa, con evidencia ejemplarizante en la tala del frailejón, que es una especie mayoritaria en el páramo, de lento crecimiento, y receptora de agua, que los militares cortan para fabricar sus camas..
Y por qué no decirlo, en cambio se han escuchado numerosos comentarios en las regiones, sobre que los grupos guerrilleros no sólo no entran en los mismos criterios destructivos, sino que se han caracterizado por colocar normas y exigencias en los territorios que controlan, que podrían llamarse de carácter conservacionista respecto al medio ambiente, al uso de químicos, al tamaño y forma de la pesca en los ríos, etc.
Así, si la Constitución colombiana se dice que tiene carácter ecológico, su incumplimiento flagrante proviene entre otros del ejército oficial multitudinario, y por el contrario el respeto y desarrollo de las normas de protección ambiental proviene, curiosamente, de fuerzas insurgentes, y sobre ello hay abundantes testimonios.