la ONU no cumplió.. no la dejaron DESCOLONIZAR
Más que un momento en particular, la Nakba ha sido un proceso continuo de negar sistemáticamente a los palestinos individuales el derecho a vivir en sus tierras, y al pueblo palestino el derecho a la identidad nacional y política.
…con la tierra de sus ancestros ocupada, víctima de padecimientos indecibles en manos de gobiernos que no honran la memoria de los judíos asesinados y perseguidos, porque donde antes había paz ahora hay guerra, donde antes se podían abrazar las familias, ahora las separa un muro…
Se conmemoran estos tétricos setenta años del inicio de Al Nakba. No se conmemora un suceso histórico del que se ha pasado mucho tiempo, o un momento triste en un lejano pasado, todo lo contrario, es el horror diario que se sigue viviendo cada instante. El dolor de la herida abierta que no ha cicatrizado y solo el retorno de toda la población que fue expulsada puede mitigar en parte..
Hoy se puede ver a la Nakba en el asedio draconiano contra Gaza, en la lucha de los beduinos en la gobernación oriental de Jerusalén, en la ciudad vieja de Hebrón, y también en el Naqab con los llamados pueblos no reconocidos como Um al-Hiran. . Estos palestinos estuvieron aquí antes del Estado de Israel y antes de la ocupación. Nakba significa que los refugiados palestinos permanecen en Líbano, Siria y Jordania, así como en los Estados Unidos, Canadá y Australia, sin poder ejercer su derecho a regresar a su patria. Nakba significa que mientras millones de palestinos han tenido éxito en sus vidas en otros lugares, no pueden hacer lo mismo en casa: trabajar, estudiar, invertir, jugar, bailar, amar, rezar o simplemente ser … palestino.
Lejos de contribuir a la paz, el gesto del jefe de la Casa Blanca de trasladar el lunes próximo la embajada de EE. UU. de Tel Aviv a Jerusalén -ciudad santa de judíos, cristianos y musulmanes- suma nuevos motivos para agudizar el conflicto de Oriente Medio.
Con su decisión, Trump satisface las ambiciones del Gobierno sionista encabezado por Netanyahu, quien pretende legitimar a Jerusalén como «capital eterna e indivisible» de un Estado judío excluyente, racista y colonialista.
El nuevo zarpazo a la sensibilidad de los árabes de Palestina se inscribe en más de un siglo de maquinaciones iniciadas por los viejos imperios coloniales británico y francés, proseguidas por Washington, para controlar los recursos energéticos y la estratégica posición de una región situada a medio camino entre Occidente y Oriente.
Los sectores de poder que se esconden detrás de la presidencia de Estados Unidos emplean hoy las mismas estratagemas, falsas promesas y mentiras aprendidas de sus mentores, para promover divisiones sectarias, alianzas de conveniencia, intervenciones y guerras de rapiña.
La mudanza de la embajada estadounidense a Jerusalén, en vísperas de los festejos por los 70 años de la proclamación del Estado de Israel, añade agravio a la ofensa.
Una controversial votación de la Asamblea General de la ONU, decidió por mayoría simple, en 1947, que un territorio que fue parte integral de la provincia Siria del Imperio Otomano (vencido en la 1ra. Guerra Mundial) fuera dividido para que allí se instalara un «hogar judío».
No obstante, los antecedentes de la partición de Palestina se remontaban a las postrimerías del siglo XIX, cuando una ola de antisemitismo político se apoderó de Europa.
La discriminación racial y la persecución alimentaron el sionismo y la propuesta de Theodor Herzl de resolver «el problema judío» mediante la creación de un estado propio en Palestina. Era solo cuestión de emigrar y colonizar aquella «tierra prometida», como si se encontrara desierta o despoblada.
Cuando el imperio otomano entra en la guerra, el 2 de noviembre de 1914, en la Palestina de la provincia Siria se contabilizaban 730 000 habitantes, de ellos unos 85.000 judíos.
Ante una promesa británica de apoyar su independencia, los árabes súbditos de los turcos desencadenan una revuelta.
Sin embargo, un acuerdo imperial concertado en mayo de 1916 entre el representante británico Mark Sykes y el francés George Picot marcará el destino futuro del territorio árabe.
Ambas potencias se reparten el futuro botín de guerra, aun antes de la victoria. Francia reclama como su zona de influencia a Líbano y la Siria actual. Gran Bretaña se reserva Irak y la Transjordania. El destino de Palestina queda pendiente de consultas con Rusia y otros aliados, pero Londres se atribuye el control de los puertos de Haifa y Acre.
Más tarde, ante la necesidad de asegurarse una base sólida en Oriente Medio frente a la presencia francesa en Líbano y Siria, así como para limitar la influencia de un estado independiente en la península arábiga, Gran Bretaña oficializa su apoyo al plan sionista de establecerse en Palestina, por medio de la Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917.
El documento, que toma su nombre del canciller James Balfour, es una célebre carta aprobada por el Consejo de Ministros, en la que «Su Majestad» se compromete a emplear todos sus esfuerzos para la realización de ese objetivo».
Las apetencias imperiales de Londres y París se concretan en 1920, tras la creación de la Sociedad de Naciones (fracasada antecesora de la ONU) que instituye en su artículo 22 la figura jurídica del Protectorado y reconoce que algunos antiguos territorios otomanos turcos podrán ser «provisionalmente reconocidos como naciones independientes» a condición de que una potencia mandante aporte sus consejos y asistencia hasta que sean capaces de dirigirse solas».
El 25 de abril de 1920 la provincia Siria del Imperio Otomano es despedazada por el Consejo Supremo de los Aliados, reunidos en San Remo. Palestina y Mesopotamia (Irak) pasan a control británico, una victoria de los sionistas, ya que Londres estará obligado a aplicar la Declaración Balfour.
El reparto del botín obtenido en aquella carnicería humana que pasó a llamarse 1ra. Guerra Mundial será formalizado el 22 de julio de 1922 por el Consejo de la Sociedad de Naciones, que aprueba los mandatos atribuidos a Francia y Gran Bretaña, e incluye la orden de cumplir la Declaración Balfour.
A manera de adorno humanitario -en una proclama de derechos merecedora de un mayor debate y consenso universal, que repercute hasta hoy-, el entonces recién instituido organismo internacional afirmaba que su declaración «comporta el reconocimiento de lazos históricos del pueblo judío con Palestina y las razones para la reconstrucción de su hogar nacional en ese país».
La decisión es adoptada contrariando las resoluciones adoptadas el 2 de julio de 1919 por una asamblea árabe ampliamente representativa de las comunidades residentes en la antigua provincia Siria otomana (cristianos y musulmanes), reunida en Damasco, con el nombre de Congreso General Sirio, que demanda «la independencia política total y repudia el establecimiento de un Commonwealth judío en Palestina».
Desde aquella rotunda manifestación de rechazo a la voluntad imperial hasta hoy ha transcurrido casi un siglo marcado por una incansable resistencia del pueblo palestino al despojo territorial, el destierro, la represión, la cárcel y el asesinato de decenas de miles de hombres, mujeres y niños, que configuran uno de los peores genocidios de la historia. Leonal Nodal en Juventud Rebelde.
Juan Dufflar Amel:
El nacimiento y la expansión de Israel estarán siempre marcados por el signo de la bestialidad y el genocidio perpetrado en Palestina.
Setenta años después de su proclamación, el 14 de mayo de 1948, el Estado de Israel continúa su sistemática labor de exterminio de la población palestina.
La nefasta Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, que en noviembre de 1947 determinó la arbitraria partición de Palestina en dos Estados -de los cuales el mayoritario árabe no llegó a materializarse- propició la limpieza étnica que los ideólogos de la ultraderechista doctrina del sionismo concibieron y ejecutaron mediante el denominado Plan Dalet.
La Nakba (catástrofe en árabe), iniciada por Israel un día después y aún antes de su proclamación, constituyó la génesis de la expulsión en l947-1949 de más de 800 mil palestinos, obligados por las masacres y la represión a huir hacia países árabes vecinos, cuyo número se estima hoy en cerca de 7 millones de refugiados.
En la horrible matanza de la aldea de Deir Yassin, realizada el 9 de abril de 1948, por las bandas paramilitares de la Hagana y el grupo terrorista Irgun, comandada por Menagem Beguin, años después primer ministro, fueron asesinadas 254 personas, incluyendo mujeres, niños y ancianos. Esta, como más tarde la de Sabra y Chatila, mostraron al mundo el carácter brutal y racista del régimen Estado sionista.
A esa masacre siguió la destrucción de 531 poblados y aldeas, y el destierro masivo de sus habitantes, lo que conformaría el drama de los refugiados palestinos dispersos por el mundo.
Acerca de la limpieza étnica palestina, David Ben Gurión, judío nacido en Polonia, fundador y primer ministro por varios años de Israel, proclamaba ya en 1938: «Soy partidario del traslado forzoso, no veo nada de inmoral en él», mientras Golda Meir, que fuera primera ministra del Estado, declaraba en junio de 1969 al Sunday Times: «No existe el pueblo palestino, los palestinos no existen. ¿Cómo vamos a devolver los territorios ocupados? No hay nadie a quien devolvérselos. No hay tal cosa llamada palestinos».
Ambas, cínicas expresiones de la discriminación y el odio racial, son aplicadas por la política sionista en contra de las naciones árabes.
Desde la primera guerra árabe-israelí (1948-1949), la historia de Israel, fiel aliado y principal gendarme de Estados Unidos en el Oriente Medio, es la historia de continúas contiendas bélicas, ataques armados y agresiones dedicadas a expandir y colonizar los territorios más allá del que le fueron conferidos por la ONU.
En ese conflicto, perdido por los países árabes, Tel Aviv se anexó 6 mil 600 kilómetros cuadrados del territorio destinado al Estado árabe palestino, mientras que en la guerra de 1967, en que ocupó la península egipcia del Sinai, las alturas sirias del Golán, Cisjordania, Jerusalén oriental y la Franja de Gaza, añadió a su superficie más de 60 mil kilómetros cuadrados.
En la actualidad los ilegales asentamientos de colonos judíos en Cisjordania y Jerusalén oriental se calculan en varios miles, con la constante destrucción de las viviendas y expulsión de sus genuinos moradores palestinos.
La represión en la Franja de Gaza, bloqueada por aire, mar y tierra, y asediada permanentemente por el ejército israelí, cobra también una gran cuota de vidas y heridos, en su mayoría jóvenes, entre el millón y medio de palestinos que la habitan en muy precarias condiciones.
Hoy en las cárceles sionistas se hacinan injustamente más de 6 mil 500 prisioneros políticos palestinos, incluyendo mujeres y niños.
En las pasadas semanas francotiradores del ejército israelí han asesinado a más de 50 de jóvenes palestinos participantes en la pacífica marcha del Derecho al Retorno conmemorativa de la Nakba y en reclamo a la constitución de su Estado independiente y soberano con Jerusalén oriental como capital y dentro de las fronteras de 1967.
Es paradójico que el único Estado creado por Naciones Unidas sea -amparado por el veto protector estadounidense- el más contumaz violador de su Carta y de sus múltiples resoluciones, el mayor obstáculo para la solución de tan prolongado conflicto y un latente peligro para la paz y la seguridad en la región.
Con total impunidad, Israel tiende, además, sus tentáculos en el Oriente Medio y participa en las guerras y agresiones a otros países árabes como Siria, Líbano, Libia o Iraq, y amenaza a la República Islámica de Irán, sin prever que provocar una conflagración internacionalizada extendería sus llamas al Estado sionista, a un costo imposible de asumir por sus incendiarios instigadores.
#NakbaDay #ApartheidIsrael #FreePalestine
la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas garantiza el derecho al retorno y la indemnización de los refugiados palestinos.. https://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/20/onu.htm
Mahmoud Darwish: “Los creadores de la Nakba no lograron quebrar la voluntad del pueblo palestino y erradicar su identidad nacional a través de la ‘diasporización’ mediante la masacre, pretendiendo que el espejismo era una realidad, mediante la producción de una historia falsa (…) No han logrado forzarnos a ausentarnos o arrojarnos a un estado de demencia amnésica “.