Adalid Contreras Baspineiro
ALAI
Introducción
La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir está buscando su legitimación en la comunicología latinoamericana-caribeña, dando continuidad, profundidad y actualidad a corrientes de pensamiento abonadas en nuestro continente y asumidas en el mundo académico y político como paradigmas de comunicación. Me refiero a la Comunicación Popular que contiene a la Horizontal y Participativa y tiene la capacidad de desestabilizar la linealidad del Difusionismo, engarzando las construcciones discursivas en la praxis transformadora con la energía de la palabra ciudadana y de las luchas de las organizaciones sociales. También las Mediaciones que amplían la noción de la participación y las interdiscursividades en el mundo denso y amplio de la cultura hecha en la vida cotidiana, son un referente paradigmático de nuestra comunicología.
Ambas son corrientes que surgen como respuestas a sus tiempos históricos y que logran trasponer sus fronteras territoriales, políticas y culturales, para convertirse en referentes del pensamiento comunicacional no solo continental, sino universal, edificando así una comunicología latinoamericana-caribeña que, para considerarse tal, consideramos que requiere cumplir al menos tres requisitos básicos: 1) ser expresiones de una epistemología del sur; 2) sostener un paradigma comunicacional; y 3) insertarse en el campo político y del desarrollo.
En el presente ensayo nos hemos propuesto demostrar cómo la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir responde a estos tres requerimientos, incluyéndose en el mapa de la ecología comunicacional latinoamericana-caribeña contemporánea. En este cometido, el presente trabajo se subdivide en tres acápites que recogen los tres requisitos mencionados.
En el primer punto vamos a ver cómo el Vivir Bien/Buen Vivir, desde su cosmovisión integral de la vida buena en plenitud y armonía, es una de las expresiones más emblemáticas de las “epistemologías del sur”, que Boaventura de Sousa Santos las entiende como expresiones de subversión y ruptura con el pensamiento occidental eurocéntrico, cuna y hogar del colonialismo y el capitalismo. Estas epistemologías emergen desde la resistencia y desde las respuestas y propuestas desterradas a la sombra intelectual y del poder, gestándose en el seno de los pueblos, las organizaciones y los movimientos sociales en su cotidianeidad comunitaria y la búsqueda de su inclusión en un mundo al que lo aspiran más equitativo.
El segundo factor que define la cualidad de una comunicología es la existencia de un paradigma de comunicación coherente con las epistemologías que lo sustentan. En este trabajo entendemos el paradigma en el mismo sentido que lo define Thomas Kuhn, condicionando la formulación de un marco conceptual y metodológico para organizar una disciplina, en este caso centrada en la interacción discursiva que construye, de/construye y re/construye sentidos de sociedad, de cultura, de política y de espiritualidad. Siguiendo la tradición latinoamericana, la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir, como se verá en el segundo punto de este trabajo, reivindica la trascendencia de la participación ciudadana en la expresión propia de la palabra y proyectos de sociedad acuñados en la cotidianeidad y las luchas de los pueblos. Esto implica –como sugiere Benjamin- valorizar la experiencia, espacio donde los sensoriums se realizan en materialidades del discurso que están exigiéndole a la academia que se desburocratice de su racionalismo clásico y se abra al aporte de las gnosis libertarias para una justicia cognitiva.
El tercer punto revisa cómo la historicidad de las epistemologías y de los paradigmas se evidencian en la intervención de la acción comunicativa en el espacio de la acción política que la entendemos en el sentido definido por Bordieau, con la intervención de actores, organizaciones y sistemas políticos de lucha por relaciones de poder que suponen batallas por la significación y por la hegemonía. La comunicología latinoamericana-caribeña es prolífica en sus aportes al cuestionamiento del desarrollo clásico y la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir va más allá del desarrollo, en tanto genera relatos y propuestas de alteración de las raíces históricas que sostienen las relaciones coloniales y capitalistas, por lo que sus enfoques y acciones encaminan un conjunto constructor de una nueva era civilizatoria. En este sentido, la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir es expresión del camino de superación del desarrollo clásico confundido con crecimiento, al mismo tiempo que se convierte en la expresión de la civilización de la vida buena en plenitud con inclusión y justicia.
1. Vivir Bien/Buen Vivir por un nuevo orden civilizatorio
1.1. Los siete pecados capitales del capital
En un extraordinario trabajo sobre las contradicciones y crisis del capital, David Harvey, señala que lo más llamativo no es tanto la transformación de los espacios físicos o materiales, sino “los cambios espectaculares que se producen en los modos de pensamiento y de comprensión, en las instituciones y en las ideologías dominantes, en las alianzas y en los procesos políticos, en las subjetividades políticas, en las tecnologías y las formas organizativas, en las relaciones sociales, en las costumbres y los gustos culturales que conforman la vida cotidiana” (2014, p. 11) En otras palabras, en los ámbitos sociales, culturales, políticos, ideológicos y espirituales, con los cuales la comunicación guarda estrecha relación perteneciéndolos, enlazándolos y relacionándolos en interdependencias en las que el discurso opera como el hilo que cose sus ribetes conformando un tejido estructural y coherente de elementos que constituyen las formaciones sociales.
En el mismo sentido, en su caracterización de las “epistemologías del sur”, Boaventura de Sousa Santos, expresa que el capitalismo y el colonialismo germinan distintas “naturalizaciones de la desigualdad” en las que se han desdoblado, como ser “el valor de cambio, la propiedad individual de la tierra, el sacrificio de la madre tierra, el racismo, el sexismo, el individualismo, lo material por encima de lo espiritual y todos los demás monocultivos de la mente y de la sociedad –económicos, políticos y culturales- que intentan bloquear la imaginación emancipadora y sacrificar las alternativas” (2011, p. 16)
El Vivir Bien/Buen Vivir se ubica en el punto de transición de estos factores como una alternativa que permite avizorar otro futuro civilizatorio: la sociedad de la vida buena en plenitud, que para ser construida tiene que saber superar un capitalismo salvaje cada vez más desigual, depredador, discriminador y racista. En esta línea, de manera más concreta, los elementos del (des)orden estructural que se tienen que transformar mediante diversas y encadenadas rupturas, son estos que hemos denominado “los siete pecados capitales del capital”: 1) el “vivir mejor” desigualador, concentrador de capital, hegemonizador del valor del cambio sobre el de uso, característico del capitalismo y más específicamente del neoliberalismo; 2) los rasgos racistas y xenofóbicos del (neo)colonialismo, que se ejercen contra pueblos y desplazamientos migratorios; 3) el patriarcado; 4) las prácticas depredadoras que se ejercen sobre el medio ambiente y los ecosistemas; 5) la sociedad del individualismo egoísta que ralentiza el goce social; 6) el desarrollo lineal confundido con crecimiento económico y con progreso; y 7) la mercantilización de la comunicación.
1.2. Desde el Sur
Gérmenes de superación de estas malformaciones se encuentran contenidos en las prácticas de resistencia, en la cotidianeidad comunitaria, en las luchas emancipadoras y en las expresiones de subversión con el pensamiento occidental por parte de los pueblos y sociedades de nuestro continente que han crecido en las entrañas y ribetes de sucesivos sistemas de dominación. En estas experiencias se labran sentipensamientos desde sociedades que no aceptan el sometimiento y que por cuestiones de geopolítica viven y sienten nuestro planeta desde el Sur (Ramírez, 2010, p. 135)
Se trata de un Sur metafórico constituido por una diversidad de sociedades invisibilizadas desde los Nortes geopolíticos y también desde los metafóricos conformados por los grupos de poder que representan y reproducen localmente las formas (neo)coloniales y las malformaciones de los siete y más pecados del capital. Como dice Boaventura de Sousa Santos, las “Epistemologías del Sur” son las reivindicaciones que se tejen “a partir de las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido, de manera sistemática, destrucción, opresión y discriminación” (2011, p. 16)
Y sin lugar a dudas, como veremos en las siguientes páginas, el Vivir Bien/Buen Vivir es una de las expresiones contemporáneas más paradigmáticas de estas reivindicaciones emancipadoras, en tanto podría legitimarse no solamente como alternativa para el Sur, sino desde el Sur o los Sures para el conjunto del planeta, en una especie de cumplimiento premonitorio de la profecía de la anciana y sabia mujer de la tribu Cree, llamada “Ojos de Fuego”, quien adelantó que desde el Sur llegarán los Guerreros del Arco Iris para que con su vivencia, su herencia y su energía volvamos a estar en armonía con la Naturaleza, con la Madre Tierra y con la humanidad.
1.3. Cosmovisión de la vida en armonía y plenitud
La cosmovisión que sustenta el Vivir Bien/Buen Vivir es la “cosmoconvivencia” que se refiere a la vida en y del cosmos. Es una perspectiva que se compone de cuatro visiones a las que interrelaciona de manera interdependiente: la biocéntrica que tiene como su eje la vida, la etnocéntrica centrada en el desarrollo humano, la ecocéntrica referida al desarrollo sostenible, y la cosmocéntrica que enlaza la vida del planeta con el cosmos y los dioses.
En esta unidad, el Vivir Bien/Buen Vivir se constituye en el paradigma de una nueva civilización donde “…ocurre una doble revolución copernicana en la concepción del desarrollo. Primera: Ya no gira todo en torno al crecimiento económico sino que lo económico gira más bien en torno al crecimiento en humanidad. Segunda, tampoco la Madre Tierra –el Cosmos, siendo más inclusivos– gira en torno de los humanos sino que nosotros también nos sentimos fruto y parte de esta Madre Tierra y Cosmos, y tenemos que avanzar y convivir juntos de una manera armónica. De la prioridad económica se pasa a la humana, y ésta se inserta en lo cósmico, que no excluye lo demás, pero le da un sentido más incluyente” (Albó, 2010, p. 140)
Para caracterizar los elementos que componen el Vivir Bien/Buen Vivir, hemos propuesto como categorías explicativas básicas su esencia y su historicidad (Contreras, 2014, pp. 51 – 65). Por su esencia o naturaleza es:
i) una propuesta de “la vida buen en plenitud” (Macas, 2010, p. 14), digna, sin carencias ni acumulaciones que generen asimetrías;
ii) una sociedad con acceso directo a los bienes comunes de la humanidad, o apropiación de los valores de uso (vivienda, salud, educación, seguridad alimentaria, comunicación) como derechos;
iii) un estado de armonía de los seres humanos consigo mismos; en sus relaciones de sociedad con otros seres humanos; en sus relaciones con la naturaleza o la Madre Tierra; y en sus relaciones con el cosmos;
iv) un sistema de convivencia comunitaria y colaborativa con complementariedades que reconocen coexistencias en paridad con otros, desarrollando reciprocidades con correspondencia proporcional de las solidaridades;
v) la búsqueda permanente de equilibrio en relaciones incluyentes con justicia y primacía de los derechos humanos y de la naturaleza; y
vi) la integridad en los valores y comportamientos para la relación fraterna, la equidad, inclusión e igualdad y el reconocimiento afectivo y solidario.
Desde la perspectiva de su historicidad, el Vivir Bien/Buen Vivir es una propuesta de equidad y justicia alternativa al capitalismo; de oposición y superación del desarrollo como proceso lineal; con sentido descolonizador de las relaciones socioculturales y de los saberes; promotor de interculturalidades, así como de Estados y regiones plurinacionales en un mundo que debe ser reestructurado desde la sinergia de las propuestas “glocales” con sentido integracionista.
1.4. Los orígenes y la marca indígena
Para entender, apropiarse e implementar de manera pertinente a cada realidad la cosmovisión del Vivir Bien/Buen Vivir, es necesario conocer/valorar la trascendencia de su origen o momento constitutivo[1] en los pueblos del Abya Yala[2] y sus fecundas experiencias de vida comunitaria con las que sostienen resistencias a centenarias historias de dominación, ofreciendo una alternativa viable para su propia reconstitución y descolonización, así como para la vida en y del planeta.
Como es sabido, uno de los rasgos característicos del Abya Yala es la riqueza de su diversidad, con el desarrollo paralelo y a veces interconectado de diversos pueblos que coinciden en sus concepciones y prácticas, como es el caso de las manifestaciones originarias sobre la “espléndida vida” buena y en armonía, que en un listado preliminar a ser complementado, nos muestra la existencia del Suma Qamaña aymara en las tierras altas de Bolivia, Perú y Chile; el Sumak Kausay quichua/quechua en los valles interandinos que van desde el norte argentino hasta Colombia, pasando por Bolivia, Perú y Ecuador; el Wacha´lal en la región maya centroamericana y mexicana; el Tekó Kaví guaraní del Paraguay, noreste argentino y sureste boliviano; el Küme Mongen mapuche del sur chileno; y el Lekil Kuxlejal tsotsil y tzeltal chiapacanecos.
La nación aymara considera la articulación de tres niveles de vida en plenitud: el Suma Jaqaña o Vivir Bien individual, el Suma Qamaña o Vivir Bien comunitario y el Khuska Qamaña donde todo está armónicamente en su lugar materializando la convivencia y la vida digna. La equidad y la justicia son condiciones radicales para el Vivir Bien/Buen Vivir, que para el Sumak Kausay quichua/quechua, se expresa en solidaridades, con lo suficiente para una vida sana, sin excesos, sin carencias, sin apuros ni angustias, ahora y en el futuro. El Wach’alal maya que significa “como mi hermano y mi otro yo” estrecha lazos de ayuda mutua y cooperación (Tiqato’ qi’)
En sus diferentes expresiones, el Vivir Bien/Buen Vivir implica un compromiso vinculante con la Pachamama/Madre Tierra, los Achachilas/dioses tutelares y Umalmama/agua y territorio (Yampara, 2004, p. 3) en una relación de integralidad que se representa bien en el Küme Mongen mapuche, basado en el equilibrio interior a las personas y exterior en una cultura de la vida en armonía con todos los seres vivos, con Dios, con las fuerzas espirituales y con la naturaleza, cobijándose y cuidándose entre ellos (personas, animales, plantas, montañas, Madre Tierra y dioses)
Un elemento característico de esta diversidad coincidente de concepciones de la vida, es la interculturalidad que además de valorar el (re)conocimiento de los otros, propone dinamizar interacciones entre personas y culturas diferentes para enfrentar y superar las asimetrías (Walsh, 2009, p. 45) “[…] bajo condiciones de respeto, igualdad y desarrollo de espacios comunes” (Ayala, 2011, pp. 57-59), en el sentido del ch´ixi (plomizo) que Silvia Rivera define como la “[…] coexistencia en paralelo de múltiples diferencias culturales que no se funden, sino que antagonizan o se complementan” (2010, p. 70), con valoraciones, responsabilidades y obligatoriedades (Kowii, 2011: 27) y compromisos vinculantes o contratos entre los humanos con la Pachamama y consigo mismos (Lajo, 2010, p. 124) La vigencia de esta diversidad condiciona el diseño de Estados Plurinacionales que superen las constituciones de una sola cultura, una sola religión y una sola ideología.
En su recorrido histórico y búsqueda de su constitución como paradigma, el origen indígena del Vivir Bien/Buen Vivir se enriquece con las reivindicaciones de los movimientos antisistémicos, las conquistas por la equidad de género, las de los activistas y defensores de los derechos humanos y de la naturaleza, las reivindicaciones del pueblo afrodescendiente en la diáspora reparadora de su existencia, en las revoluciones en democracia, en las inclusiones de los desplazados, en la sinergia de los migrantes, en las fuerzas integracionistas de los pueblos, en la teología liberadora y en todos los movimientos que globalizan la esperanza con justicia[3].
Acaso el elemento común más destacado en esta realidad diversa y que permite amalgamar el origen indígena del Vivir Bien/Buen Vivir con las características particulares de otras y diversas realidades, sea el don de la reciprocidad, cuyo elemento articulador de los intercambios, de las relaciones de confianza, responsabilidad, justicia, amistad y fe es la comunidad, que a decir de Dominique Temple, es una creación que nace de la articulación de las múltiples estructuras de reciprocidad (2003, p. 123) familiar, interfamiliar y social. En este cometido, el Vivir Bien/Buen Vivir sigue un devenir histórico con el sentido aymara del amta, que consiste en reconstituir la sociedad comunitaria en una especie de “recuerdo del futuro” (Choque, 2007, p. 281)
2. La comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir
2.1. La palabra que camina: khuskakipxañasataki
Desde su origen, el Vivir Bien/Buen Vivir es una cosmovisión en construcción permanente, o un proceso en camino constante hacia el devenir de la espléndida existencia. Es el punto de llegada y también el camino o el khuskakipxañasataki, que significa trabajar para que todos vivamos con las mismas posibilidades y condiciones, sin discriminaciones. Éste es también el espacio donde se realiza la comunicación desde las construcciones, interacciones e intercambios discursivos de sociedades que caminan siguiendo la ruta del Qhapaq Ñan o camino de la sabiduría y de los justos, y que integra distintos pueblos y culturas.
La comunicación es la palabra que camina el devenir histórico de personas y sociedades múltiples que construyen y enuncian discursos dándole sentido a los tránsitos de una vida comunitaria desde su racionalidad tetraléctica. Esta organización del conocimiento sigue la misma representación de la chakana o cruz andina, que sostiene principios de correspondencia y reciprocidad en su relación vertical; de complementariedad en la horizontal; de transversalización integradora en una línea diagonal que se complementa con otras concéntricas; de un curso cíclico del tiempo en una circularidad que gira de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba; y de un centro, o eje, donde el ser humano es el garante del equilibrio.
La comunicación es la palabra que fluye en las prácticas sociales, en las interacciones culturales, en los diálogos intrapersonales, en los intercambios y reciprocidades de pueblos que interactúan construyendo la sociedad de la vida en plenitud y armonía, aquí y en el futuro.
2.2. ¿Qué es la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir?
La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir articula su epistemología con un marco conceptual y metodológico que tiene tres fuentes de inspiración: la sistematización de las experiencias de vida comunitaria; las luchas reivindicativas; y las comunicologías latinoamericanas que le preceden: la Comunicación Popular y las Mediaciones Culturales que revolucionan los paradigmas difusionistas y provocan alteridades en el campo político y académico.
Entendemos la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir como
“[…] un proceso de construcción, de/construcción y re/construcción de sentidos sociales, culturales, políticos y espirituales de convivencia intercultural y comunitaria con reciprocidad, complementariedades y solidaridad; en el marco de una relación armónica personal, social, con la naturaleza y el cosmos; para una vida buena en plenitud que permita la superación del vivir mejor competitivo, asimétrico, excluyente e individualizante cosificados en el capitalismo y el (neo)colonialismo (…) En este proceso, la construcción del discurso promueve una interacción participativa desde las diversidades y alteridades; poniendo en relación enunciaciones desde el espacio público y privado, estatal y ciudadano, real y virtual; compartiendo signos y significados para la construcción del Vivir Bien/Buen Vivir a través de múltiples recursos y medios de comunicación, en sistemas plurales enmarcados en el ejercicio del Derecho a la Comunicación” (Contreras, 2014: 81)
Si el Vivir Bien/Buen Vivir es una respuesta a la deshumanización capitalista, (neo)colonial, patriarcal, depredadora, individualista y desarrollista, la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir es la respuesta a la funcionalización de los procesos de comunicación a estos sistemas, contraponiendo las enunciaciones y prácticas colaborativas e inclusivas de nuestro Sur metafórico. No es posible pensar una nueva era con sistemas comunicacionales mercantilizados, encasillados en concepciones (neo)difusionistas, con manejo empresarial-utilitario de la libertad de expresión, apologizadores del individuo en aislamiento, promotores del culto al miedo y de guerras mediáticas que agreden la vida.
2.3. Metodología de la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir o Saber comunicarse[4]
El aruskipasipxañanakasakipunirakispawa aymara (necesariamente debemos siempre comunicarnos unos a otros) tiene dos sentidos: uno inclusivo/dialogal (nos comunicaremos unos a otros) en el ámbito de los intercambios de discurso; y otro vinculante (la obligación de comunicarnos) en la práctica social, para arribar a entendimientos, compromisos y decisiones en un acto de humanización de la palabra, “hablando con el corazón”, con franqueza, constructivamente, con amor, con fines de armonización y de fortalecimiento sociocultural.
Esta conceptualización se basa en el jaqi aru (palabra de la gente), que David Choquehuanca[5] explica en cuatro principios: 1) saber escuchar; 2) saber compartir; 3) saber vivir en armonía; y 4) saber soñar (2012, p. 1). Y que Silvia Rivera Cusicanqui, recuperando el jaqin parlaña o hablar como la gente, “desde abajo”, define como: 1) escuchar para hablar; 2) saber lo que se habla; y 3) refrendar las palabras con los actos[6]. A estas caracterizaciones añadimos, en correspondencia con el saber soñar, el “hablar esperanzando” o construyendo vitalmente la vida. Sus correspondencias las expresamos en el gráfico a continuación:
2.3.1. Saber escuchar
En realidad, es una apelación a todos los sentidos asentada en la identificación de la enunciación discursiva con la palabra. Equivale a “escucharnos con todos los sentidos”, o “mirar con el corazón”, o como expresa el yapysaka guaraní: “saber ver con los oídos”. Saber escuchar es reconocer la existencia de otro comunicacional activo y productor también de construcciones discursivas, superando la noción lineal entre emisor y receptor.
Saber escuchar consiste en traducir los sonidos en identidades, en comprensiones y sentires del mundo que se obtienen mirando, escuchando, palpando, degustando, imaginando, reconociendo las vidas y las historias de quienes expresan su palabra con el habla, la imagen, los gestos, con sus signos, sus símbolos y sus significados.
En el Vivir Bien/Buen Vivir, saber escuchar es un proceso más complejo que la interacción humana. Como dice Choquehuanca, debemos “escucharnos entre nosotros, escuchar a la Madre Tierra, a todos los seres, al río, a nuestras aves, sobre todo a los más humildes” (2012, p. 1). Esta formulación contempla al menos estas dimensiones del saber escuchar: i) “Escucharnos entre nosotros”, participativamente, partiendo de los otros comunicacionales. ii) “Escuchar a la Madre Tierra”, a la naturaleza como constructora de discurso. iii ”Escuchar sobre todo a los más humildes”, lo que compromete la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir con un mundo de derechos y de justicia.
“Escucharnos entre nosotros” supone reconocer a los sujetos en sus contextos reales o imaginarios, siempre como realidades situadas, donde en relación deciden, ellos, sus construcciones sociales y culturales, así como los cambios en sí mismos, en las sociedades y en la realidad (Alfaro, 2006, p. 98). Como sugiere Jesús Martín-Barbero, se trata de construir sentidos de vida a partir de las mediaciones sociales y culturales -y añadimos- políticas, espirituales y cósmicas.
Para “escuchar a la Madre Tierra, a todos los seres, al río, a nuestras aves”, corresponde descentrar los enfoques, las concepciones, las prácticas y las miradas hacia ópticas que muestran cómo fluyen en forma combinada las voces del ambiente, los sonidos de la naturaleza, las tremulaciones de la tierra y los sentidos libertarios acumulados en las sabidurías populares y las prácticas reivindicativas. Corresponde visibilizar a estos seres excluidos de la sociedad, de la historia y de los medios de comunicación con alternativas de expresión de sus voces, de su sonidos, de sus movimientos y de sus latidos en sus propias y particulares gramáticas que en situaciones de crisis como el cambio climático se expresan en erupciones, aludes, sequías e inundaciones demandando por las causas y efectos que provoca la voracidad del capitalismo.
En situaciones cotidianas los sonidos de la naturaleza y las voces del ambiente por una parte se escuchan en testimonios, frases, poesía, canciones, leyendas, imágenes y análisis sobre el equilibrio hombre – sociedad – naturaleza – cosmos; por otra parte se almacenan en la belleza y bondades de la naturaleza recogida en la filosofía de los pueblos cuya existencia se rige bajo el principio de la vida (Kowii, 2005, p. 3); y también se expresan en los acuerdos que le atribuyen a la Pachamama/Madre Tierra las características de un ser vivo, capaz de escuchar, de reaccionar, de ser amada y, por estas razones, ser un sujeto de derecho, con el que establecemos “[…] una relación indivisible, interdependiente, complementaria y espiritual”[7].
Saber escuchar “sobre todo a los más humildes” requiere revitalizar y contemporaneizar la Comunicación Popular, espacio de expresión de la palabra de los pueblos; ámbito de visibilización de sus identidades diversas; irrumpimiento de la palabra interpeladora, impugnadora, contrahegemónica y anticapitalista; y proyecto expresivo de las propuestas que construyen una nueva sociedad basada en la solidaridad y en la justicia. La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir es, sin duda, la expresión contemporánea de la Comunicación Popular.
2.3.2. Saber compartir
Saber compartir “[…] es dejar de competir para complementarse, es saber dar para recibir, es saber que todos somos hermanos” (Choquehuanca, 2012, p. 1). Promover este principio implica dotarle de sentido educativo al proceso comunicativo, pues no van a ser procesos de difusión, publicidad o transmisión de conocimientos los que van a legitimar el Vivir Bien/Buen Vivir; son necesariamente prácticas dialogales las que van a permitir la sistematización de las experiencias así como la producción de nuevos conocimientos para su apropiación crítica en las reivindicaciones sociales y en las políticas públicas. Recordemos con Freire que la educación «[…] no es la transferencia o transmisión de la sabiduría o de la cultura, no es la extensión del conocimiento técnico” (1969, p. 59), es compartir, reconocer, intercambiar y (re)crear experiencias y saberes para construir sociedades de vida solidaria en un mundo que hay que transformar críticamente, incitando apropiaciones positivas de las prácticas de vida en comunidad, donde los seres vivos, animados e inanimados, se protegen unos a otros.
El reconocimiento de la solidaridad, la confianza, el equilibrio, la complementariedad y la reciprocidad como valores y principios de la vida comunitaria requiere de construcciones discursivas con sentido, con argumentaciones que permitan que los procesos de Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir se desarrollen como acción comunicativa en el sentido que propone Habermas con reflexión crítica, lenguaje razonado e interacciones en función de acuerdos y entendimientos.
Es por esto que el jaqin parlaña asume que se debe hablar sabiendo lo que se dice, y lo que se espera, y le otorga una trascendental función de comunicación al silencio o amuki, que es el tiempo destinado a la conexión de los seres humanos con el mundo interior en sus subjetividades, pero también con el exterior social, natural y cósmico en un marco de respeto mutuo. De la pausa conectada emergen los conceptos, las acciones y las construcciones discursivas con sentido, superando la noción del saber acumulado sobre las cosas a la capacidad de “sentisaber” también los cómos, o los modos de comunicarse para generar más comunicación.
Se comprenderá entonces la inconveniencia de la difusión y la información como único camino para la comunicación. En desafíos civilizatorios como la sociedad del Vivir Bien/Buen Vivir, es necesario trabajar narrativas de amor por la vida en géneros testimoniales, historias de vida, relatos y crónicas que permiten conocer, entender, apropiarse, recrear con sentimiento y expresarse en lenguaje coloquial, cotidiano y ejemplificador. Es importante hablarle a las subjetividades y recuperar la noción de un “nosotros” con identidad cultural y social aunque las historias sean particulares, enlazando rememoraciones reales o virtuales y vividas o contadas.
Pero además hay que desenmascarar la visión colonialista, patriarcal y capitalista; y para esto, Silvia Rivera nos propone una “sociología de la imagen”, argumentando que en el colonialismo las palabras no designan, sino encubren formas de “no decir”, rescatando en contraposición imágenes “[…] que iluminan este trasfondo social y nos ofrecen perspectivas de comprensión crítica de la realidad” (2010, pp. 19-20) en historias contenidas en los tejidos, en la astrología, en las pinturas, revelando un mundo opacado por las culturas oficiales.
2.3.3. Saber vivir en armonía y complementariedad
Definitivamente, la comunicación es un proceso relacional que se hace en las prácticas sociales. La palabra no se expresa solo con mensajes, sino también con acciones. Y en la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir, se tiene que “refrendar las palabras con los actos”, en una demostración de consecuencia entre lo que se predica y lo que se practica.
Es por esto que la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir, al mismo tiempo que señala por ejemplo las formas de la lucha contra la corrupción, es el espacio de observación y control de las prácticas de transparencia. En definitiva, al influjo de la cosmovisión del Vivir Bien/Buen Vivir se deben (re)crear pensamientos y prácticas donde la reciprocidad se reconoce como forma de vida, la comunidad como forma de organización, la convivencia con la naturaleza y el cosmos como identidad, la igualdad entre hombres y mujeres como cotidianeidad, la equidad como dignidad y la vida plena como destino.
Para una vida en armonía y complementariedad, los Estados deben promover políticas inclusivas; la ciudadanía practicar en distintos ámbitos formas de convivencia comunitaria; y las experiencias de comunicación ofrecer espacios donde los diversos intercambien historias, narrativas y proyectos, y que se complementen, reafirmándose, en sociedades de la solidaridad con prácticas de unidad desde la diversidad y desde la pluralidad.
2.3.4. Saber soñar
El “saber soñar” está referido a “cómo defender nuestra identidad, cómo complementarnos de manera equilibrada, para que el más abandonado tenga la posibilidad de compartir la educación, la salud, la convivencia natural y comunal” (Choquehuanca, 2012, p. 1). Se trata de diseñar un futuro que empieza ahora, o mejor dicho en la acumulación histórica de la reciprocidad comunitaria. Saber soñar es efectivamente pensar en las utopías, pero con caminos construyéndose colectivamente para recorrerlos también en armonía individual, social y con la naturaleza y el cosmos.
Los procesos de comunicación, como ya afirmamos repetidas veces, acompañan con la palabra el camino del Vivir Bien/Buen Vivir y también la imaginación de su punto de llegada en un mapa que está en permanente construcción. La palabra expresa las conquistas, advierte las dificultades y alimenta los sueños y las esperanzas, en un ejercicio donde se debe “soñar con los pies en la tierra”, para que “el más abandonado tenga la posibilidad de compartir la educación, la salud, la convivencia natural y comunal”. Una vía posible para este cometido, es trabajar estas transiciones del Bien Común de la Humanidad: i) redefinir las relaciones con la naturaleza pasando de su explotación a su respeto como fuente de vida; ii) reorientar la base de la vida privilegiando el valor de uso por sobre el valor de cambio; iii) reorganizar la vida colectiva generalizando la democracia en las relaciones sociales e institucionales; y iv) instaurar la interculturalidad (Houtart, 2013, pp. 39-68), para que los bienes comunes universales como el agua, la biodiversidad, el aire o las materias primas sean derechos globales a los que todos y todas podamos tener acceso, del mismo modo que al disfrute de otros bienes comunes o derechos como la educación, la alimentación, la salud, la vivienda y la comunicación.
Para que el sueño se convierta en realidad, es necesario mirar lo trascendente más allá de lo aparente, trabajando, como sugiere el Papa Francisco, por “una ecología integral económica, ambiental, social y cultural”[8], por lo que es imprescindible que los Estados se doten de Constituciones y Planes Nacionales que expresen y guíen un cambio de era con plena vigencia de los derechos colectivos que incluyen los individuales y reconocen los de la naturaleza.
2.4. Metodología de la convivencia comunitaria: la cuadralidad comunicativa
Si convenimos en que la metodología en comunicación se refiere a la organización coherente, ordenada y lógica entre el marco teórico y/o doctrinario y/o político que sustenta un proceso de comunicación, con sus respectivos objetivos, métodos o procedimientos para organizar y construir los discursos, la participación de los sujetos que intercambian sentidos y los dispositivos o soportes del discurso, dándole un horizonte estratégico en el contexto social, histórico, ambiental y espiritual en el que se desenvuelven las acciones de comunicación, nos reafirmamos en que “la metodología de la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir por sus características inclusivas de las sociedades y culturas es básicamente participativa; por su aporte a la armonización de las sociedades con la naturaleza y el cosmos es fundamentalmente educativa; y por su orientación política es irreversiblemente popular” (Contreras, 2016)
Entendemos la metodología como la acción “sentirazonada” de trazar el camino deconstruyendo los andares y siguiendo la trascendencia de la experiencia sin rigideces aferradas a modelos, sino con la capacidad creativa de reinventar el capital simbólico adecuándolo, de manera pertinente y permanente, a las características de los procesos que se quieren abordar. En este caso, la construcción de la vida buena en plenitud y armonía.
Como toda metodología sostiene su enfoque teórico o posición política en determinados métodos, la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir se organiza con procedimientos fundamentalmente horizontales, dialogales y participativos, respondiendo a una concepción que “[…] se sitúa lejos de las corrientes especulativas, abstractas y formales, proponiendo una multiléctica que combina praxis teórica y empírica” (Maldonado, 2009, pp. 32-33), con abordaje transdisciplinario, reconociendo que la comunicación es una disciplina de fronteras, que teje y transversaliza al mismo tiempo que es atravesada por otras disciplinas y genera complementariedades que no separan práctica de teoría, ni trabajo manual de trabajo intelectual, ni el ser del deber ser, ni sentimientos y razón, ni creencias y certezas.
La concepción metodológica de la “cuadralidad comunicativa” que caracteriza a la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir reconoce las tres dimensiones clásicas asignadas a la comunicación: el universo natural o funcional referido a la implicación del hombre en el mundo de los objetos y las leyes; el universo cultural y social o de las relaciones e identidades interindividuales; y el universo creativo o de los órdenes sociopolíticos (Maigret, 2005, pp. 14-15); y le agrega un cuarto universo: el cósmico, espacio de la espiritualidad y la ritualidad, con el que estructura una cartografía comunicacional con sentido de integralidad.
Recordemos que por lo general las teorías de la comunicación se han desarrollado en el universo sociocultural, y que para abordar los otros han tenido que establecer relaciones con otras disciplinas conformando campos de especialización, por ejemplo la Comunicación para el Desarrollo que combina el universo social con el universo natural y creativo, o la Economía Política de la Comunicación que se enlaza con el creativo. La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir tiene una mirada integral, no parcelada ni totalizadora de los cuatro elementos, destacando –como en su cosmovisión- sus interdependencias, articulaciones, intercambios, negociaciones e interacciones desde sus particularidades. Como señalan Alejandro Barranquero y Chiara Sáez-Baeza, mientras para la ciencia moderna sólo lo medible y lo cuantificable es objeto de conocimiento, para el Vivir Bien/Buen Vivir y sus principios multidimensionales las lógicas de intercambio, cooperación y generación de redes son fundamentales para crear conocimiento y comunidad (2015, p. 60)
Por esta razón, la caracterización de la comunicación horizontal y alternativa en tres espacios: acceso – diálogo – participación (Beltrán, 1981, pp. 19-20), debe desafiarse a un paso más: la convivencia, que trasciende la acción comunicacional como enunciaciones e intercambios discursivos, para abarcar solidariamente las prácticas sociales, en el convencimiento que la comunicación no se limita a la construcción de mensajes, sino que abarca la acción social, política, cultural y espiritual.
Lógica tetraléctica[9]
La tetraléctica, como ya vimos en la fuente originaria del Vivir Bien/Buen Vivir, articula cuatro dimensiones de la vida en comunidad: el espíritu, la sociedad, la naturaleza y el cosmos. Estos cuatro elementos, siguiendo la estructura de la Chakana se caracterizan más que por su existencia dada, por sus formas de articulación y correspondencia siguiendo distintas dinámicas: por una parte una secuencia circular y no lineal que une las partes desde sus entornos o contextos siguiendo una direccionalidad de abajo para arriba y recogiéndolas a todos con sus particularidades. Por otra parte las correspondencias horizontales y verticales son de complementariedades más que de oposiciones, priorizándose la construcción de acuerdos y consensos. También se establecen correspondencias de reciprocidad con criterios de equilibrio y priorización de los valores de uso.
En comunicación se dan múltiples correspondencias transversales entre conocimientos, actitudes, sentimientos, prácticas y esperanzas, capturando la palabra en su dinamismo, con idas, retornos y entrecruzamientos permanentes entre la razón y las emociones, entre las certezas y las visiones, entre el pensamiento científico y las creencias mágicas y entre los sentimientos y los pensamientos, o sea los “sentipensamientos”, que se correlacionan con la noción “enactiva” de construcción de conocimientos que no son sólo representaciones del mundo sino también acciones y prácticas sociales[10].
Siguiendo estos mecanismos, la “lógica tetraléctica” estructura la construcción de los conocimientos, de las prácticas, de los imaginarios y de la palabra articulando en forma procesual y yuxtapuesta, como movimiento contínuo, estos cuatro momentos organizados por pares opuestos/integrados: “sentir/pensar – decidir/actuar – volver/convivir – celebrar/esperanzar”[11]. Momentos que guardan estrecha correspondencia con los principios del “saber escuchar – saber compartir – saber convivir – saber soñar”, como se puede apreciar en el siguiente gráfico:
2.5.1. Sentir/pensar
El punto de partida del proceso de construcción de conocimiento son las construcciones discursivas de los sujetos tendiendo puentes de relación consigo mismos y con una realidad a la que pertenecen real y/o virtualmente, y que nunca se detiene. La primera aproximación a esta realidad se sitúa en la unidad indivisible entre los sentimientos y los pensamientos, que expresan nuestras apropiaciones y recreaciones de la realidad histórica en lugares situados que nos hacen procesar los hechos y las ideas desde nuestros temores y esperanzas, desde nuestros saberes y sentires, desde nuestras realidades reales e imaginadas, en suma, desde nuestras identidades.
Si así pertenecemos y nos reproducimos social y culturalmente, para comunicarnos tenemos que poner en práctica el principio del “saber escuchar” a los otros comunicacionales, activando para ello nuestros sentipensamientos hechos de temores y alegrías procesándose al mismo tiempo y en el mismo nivel con la fuente de interpretación e identificación de la realidad que son los saberes o marcos de referencia de nuestro conocimiento y nuestras vivencias. De aquí nacen las construcciones y las enunciaciones de la palabra.
Y siendo éste el punto de partida, todo proceso de comunicación tiene que interactuar entre sujetos constructores de discursos, provocando empatías que reflejen cuestionamientos al (des)orden establecido, acompañados de experiencias y propuestas colaborativas, personales y colectivas, con trayectorias situadas en una sociedad, una cultura, una historia.
2.5.2. Decidir/Actuar
Si el primer momento permite auscultar, pronosticar o tomarle el pulso a los sentipensamientos explicando la realidad más allá de las apariencias en sus causas estructurales y en sus contextos, de lo que se trata ahora es de lograr la capacidad para crear, profundizar, proyectar y ampliar críticamente las experiencias del Vivir Bien/Buen Vivir, tanto en su propio contexto, así como aportando a su construcción en distintos otros espacios locales, regionales, nacionales, planetarios, ciudadanos y estatales. Este nuevo estado de situación concretiza en la práctica el principio del “saber compartir”.
Comunicacionalmente el momento del “decidir/actuar” se produce en el reconocimiento, definido por Verón como un espacio/momento de recepción en el que los sujetos individuales y colectivos interpelados se apropian de los discursos, al mismo tiempo que re-crean (producen) los mensajes desde sus propias representaciones y sentidos, en una dinámica de intercambios con una dialéctica de múltiples mediaciones relacionadas con los lugares sociales, los procesos históricos y las cosmovisiones[12].
De aquí surge la decisión para trabajar rupturas con los (des)órdenes estructurales y desarrollar aplicaciones de formas de vida en convivencia comunitaria. El proceso es holístico y cíclico, porque cada realización conduce a una nueva situación en la que la comunicación debe seguir provocando que los imaginarios y las creencias se combinen con el conocimiento de nuevas reflexiones y experiencias, para que las personas y sociedades se comprometan a trabajar de manera solidaria y con complementariedades en la construcción y legitimación del Vivir Bien/Buen Vivir.
2.5.3. Volver/Convivir
El tercer momento se refiere por una parte a la idea del “retorno permanente” a la identidad para afrontar el futuro recuperando la memoria histórica. Consideramos la realidad como el palimpsesto o escritos nuevos en papiros ya escritos que se borran para escribir encima nuevos textos. En este ejercicio, siempre quedan resabios de los escritos anteriores. Consideramos que la realidad funciona del mismo modo, se avanza dinámicamente, se transforman situaciones, se recrean realidades, se fundan nuevas historias, pero las marcas acumuladas quedan y es preciso volver sobre ellas para seguir construyendo. En el mundo andino-amazónico cuando se mira la vida, se aduce el qhip nayra / aymara o qhip ñawi / quichua/quechua, que consisten en mirar atrás (volver) para ir hacia adelante (esperanzar), o la “visión que integra la memoria del pasado en el futuro” (Choque, 2007, p. 174)
El volver se combina con el convivir en una práctica de la vida en convivencia colaborativa, velando por el conjunto de la sociedad con políticas equitativas, con justicia social, con reconocimientos culturales, con igualdad de género, en armonía con la naturaleza. En otras palabras, se trata de generalizar las prácticas del Vivir Bien/Buen Vivir, transformando la realidad con mística y compromiso.
Este espacio consiste en “refrendar las palabras con los actos”, tanto en las relaciones cotidianas como en expresiones culturales amplias y en políticas públicas. El camino para llegar a este nivel se inicia en los valores personales, para con ellos avanzar hacia complementariedades con otros sujetos, alimentándose mutuamente y de manera permanente las ventajas de la convivencia comunitaria, a sabiendas que “cada sociedad retranscribe los signos, los adapta, los reconstruye, los reinterpreta, los ´reterritorializa´, los ´resemantiza´” (Mattelart, 2006, p. 103); y que cada sociedad escribe sus historias con su puño, con sus letras, en su lengua, con sus representaciones gráficas, desde sus vivencias y sus imaginarios.
2.5.4. Celebrar/Esperanzar
La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir tiene que ser el escenario del gozo colectivo por las transformaciones civilizatorias, así como el espacio del anuncio entusiasta de la nueva sociedad más allá del capitalismo, del colonialismo, del patriarcado y del desarrollo equivalente a progreso. Celebrar equivale al jubileo que conmemora el anuncio de la Buena Nueva y las conquistas por la convivencia comunitaria, por las relaciones solidarias y colaborativas, por la equidad de género, por la preservación del medio ambiente.
“Es el gozo por la vida (…) la festividad con agradecimiento y con esperanza a la naturaleza por la vida que nos otorga. Es el reconocimiento a nuestros semejantes por las actividades compartidas y los logros conseguidos. Es la ofrenda a la Pachamama porque nos protege. Es el recogimiento en diálogo con los dioses. Es la alegría por seguir –y hacer- el camino que nos conduce hacia la sociedad del Vivir Bien/Buen Vivir. Es la dicha de ser constructores y caminantes de esa ruta con expresiones de la palabra que crece en significaciones de la vida en plenitud y armonía” (Contreras, 2016, pp. 120-121)
En el cuarto momento cobra sentido la esperanza que sustituye el miedo a los cambios por el entusiasmo de ser parte de las transformaciones, acudiendo al valor pedagógico de la pregunta sobre y por el futuro, como un recurso que permitirá encontrar caminos adecuados para compartir y para transitar al buen convivir. Las nuevas respuestas deben generarse a partir de preguntas nuevas en un ejercicio permanente visibilizando las voces y sonidos múltiples y poniendo en agenda sus respuestas con sus signos, significados y cosmovisiones.
Con la pregunta se encuentran caminos de explicación del presente a partir de una necesaria interrogación a lo propio, a la memoria acumulada, a la identidad, a la raíz instalada en el pasado, pero permitiendo conocer el futuro. En las culturas originarias pensar desde su memoria histórica o memoria larga equivale a “volver a ser” o a “seguir siendo”, promoviendo un mecanismo de reconstitución que permite “la reconstrucción de conocimientos y saberes” (Mamani, 2007, p. 303), o “saber soñar” el futuro mirándose en el espejo de la historia, de la identidad, de la cultura, de las esperanzas, de la pertenencia social y de los imaginarios como una alternativa de vida que el Sur metafórico le ofrece al planeta, esperanzándolo con un destino de vida buena en plenitud y armonía.
3. Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir en el campo político
No es posible entender la comunicología latinoamericana-caribeña sin considerar sus desenvolvimientos en el campo político, puesto que sus paradigmas representativos nacen y se hacen en las resistencias ciudadanas, en las batallas por la significación desde las expresiones populares, en la búsqueda de democracias participativas, en el anhelo de proyectos continentales con integración desde los pueblos, en una nueva gnosis libertaria y en la lucha por la hegemonía de proyectos de sociedad, coadyuvando a construirlos.
La incursión de la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir en el campo político tiene diferencias con las formas en las que hicieron su presencia los paradigmas precedentes. La Comunicación Popular se mueve en el ámbito político ciudadano, promoviendo la participación de los sujetos, la visibilización de sus identidades y el fortalecimiento de sus organizaciones sociales, con una mirada alternativa y contrahegemónica a los poderes y los medios dominantes, denunciando los desajustes estructurales y construyendo la palabra en el acompañamiento de propuestas de incidencia en políticas que se caractericen por la primacía de los derechos y en irrenunciables apuestas por un cambio de las formaciones sociales. Las Mediaciones se desenvuelven también en terreno ciudadano, como factores de resistencia cultural al avasallamiento de la globalización, con fuerte ascendencia en el mundo académico.
La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir en cambio, si bien se origina y construye en el campo político ciudadano, da un salto al campo político estatal, convirtiéndose en la base de las definiciones constitucionales y de programas de acción en países como Bolivia y Ecuador. Es decir, que de la tradicional resistencia contrahegemónica se encuentra en una situación de posibilidad de ser el proyecto hegemónico que debe alterar las raíces y procesos históricos para marcar un cambio de era. Esta diferencia, que implica la construcción de un paradigma en dos campos que no siempre se encuentran, va a suponerle reacciones y tareas ya no solo en cada uno de los campos políticos, sino también en la búsqueda de sus articulaciones y mutuas correspondencias. Proceso complejo porque las políticas que se asumen en el campo político estatal afectan no solo su propia constitución, sino también la del Vivir Bien/Buen Vivir como paradigma.
Lo cierto es que la historicidad del Vivir Bien/Buen Vivir como epistemología y de la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir como paradigma contemporáneo de la comunicología latinoamericana-caribeña, tiene presencia inocultable en el campo político, con la identificación adquirida de un carácter “antinómico”, como sugiere Castoriadis para analizar aquellos procesos que trabajan su propia autodeterminación y la del poder. En la práctica, mientras experiencias ciudadanas se esfuerzan por profundizar sus prácticas en propuestas para el Vivir Bien/Buen Vivir, el Estado parece haberse conformado con la aprobación de leyes que democratizan el acceso, mientras su gobernanza se acompaña de prácticas publicitarias cobijadas por el difusionismo.
Ciertamente, las comunicologías del sur son relatos alterativos o propuestas de transformación de las raíces históricas que sostienen las relaciones coloniales, capitalistas, patriarcales y desarrollistas y deben, necesariamente, ser parte de un conjunto estructurado o sistema constructor de una nueva era civilizatoria. Y esto es posible exigirse en un continente que ha germinado otras propuestas como el Vivir Bien/Buen Vivir que no es tan sólo una alternativa al desarrollo equivalente a modernización, crecimiento económico o progreso, sino que es otra propuesta, otro modelo que está en proceso de compleja construcción en el vientre mismo de una tradición colonial de más de cinco siglos y su continuidad capitalista.
En estas condiciones, el campo político estatal se mueve en la herencia y arrastre bicentenario de prácticas de negación de la equidad, de la justicia, de la sostenibilidad ambiental y de la participación ciudadana. Por eso tiene que reconvertirse primero en una institucionalidad que en su legislación, en sus programas, en su organización y en sus modalidades de gobierno predique, y sobre todas las cosas practique, los principios de la vida en armonía.
En la práctica, Bolivia y Ecuador han logrado la aprobación de Constituciones Políticas y Planes Nacionales de Desarrollo inspirados en el Vivir Bien/Buen Vivir, pero están sometidos a fuertes tensiones que se originan entre el ideal del Vivir Bien/Buen Vivir y el desarrollo de algunos programas. Un caso conocido es el de las acciones extractivistas[13] que los gobiernos se obligan a realizar en los campos de la minería e hidrocarburos mientras encaminan la transformación de la matriz productiva de sus economías. Esto ha llevado a desencantos en el campo político ciudadano y a afirmaciones en el mundo académico sobre que los principios y objetivos del Vivir Bien/Buen Vivir son fantasiosos e idealistas, y por ello difíciles de concretar en la práctica (Domínguez y Caria, 2014, p. 18)
El campo político estatal tiene que saber forjarse en contextos donde la ciudadanía es demandante de sus derechos y cuestionadora de “lo oficialista”; y debe aprender a superar su coexistencia con algunas inconsistencias como que su traducción en propuestas concretas se obliga a arrastrar factores del desarrollo clásico que se niega; así como en el hecho que, al convertirse en política pública con promesas de vida buena tan exigentes, la cosmovisión del Vivir Bien/Buen Vivir se confunde perceptivamente con las acciones gubernamentales y se somete a diversas lecturas, desde adhesiones absolutas, pasando por aportes crítico-constructivos, o por expectantes indecisos, hasta miradas contestatarias empeñadas en encontrarle desajustes confundidos con las críticas a la gobernabilidad.
Y si bien el campo político estatal tiene problemas de realización en el seno del capitalismo que cuestiona, el campo comunitario no está exento de dificultades, puesto que no está constituido por sociedades ya consolidadas en la vida colaborativa. Por el contrario, del mismo modo que el conjunto de realidades, es un espacio fuertemente afectado y penetrado por la influencia capitalista y colonialista que desarticula el convivir comunitario, pero como ya dijimos, también genera resistencias que se mantienen con terquedad a lo largo de siglos de historias de opresión.
Dadas estas condiciones, es necesario asumir que el Vivir Bien/Buen Vivir está en proceso de construcción y que la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir tiene que ser un factor clave en el fortalecimiento ciudadano y en la reconversión estatal guiándose por la cosmovisión y principios de la vida buena en plenitud y armonía. En este proceso, el Vivir Bien/Buen Vivir originado en el espacio comunidad como una cosmovisión de la vida en armonía y una cultura comunitaria, enriquecido además con otras propuestas antisistémicas, se proyecta en el mundo político como una alternativa convertida en una semilla que germina en legislaciones y políticas estatales que son expresiones de sociedades con justicia[14]. En esta relación, el campo político estatal nunca podría ser posible sin la sinergia, participación e identidad cultural de los movimientos políticos alternativos al capitalismo, que son los espacios que le están dando vida y sustento al Vivir Bien/Buen Vivir, como sujetos y no como beneficiarios.
El actor que debe salir de su modorra intelectual y sus iniciativas aisladas sigue siendo la academia, que no está poniendo al día las teorías con las prácticas de comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir. Salvo contadas iniciativas que promueven su reflexión crítica y su comprensión desde sus propias especificidades, predomina un afán de lectura desde “verdades absolutas” en las que se convierten los modelos y paradigmas ya existentes, y que no recogen necesariamente la singularidad y la vitalidad plena del Vivir Bien/Buen Vivir y su valor simbólico e histórico. Por ejemplo, las experiencias de Comunicación Popular están en intensa búsqueda conceptual y de formas de adecuación de sus prácticas a los sentidos del Vivir Bien/Buen Vivir, mientras la academia se regocija en afirmar que no hacen falta ejercicios de teorización y menos de intervención metodológica, porque ya todo estaría dado en la rica experiencia continental de acompañamiento de las reivindicaciones populares.
No es posible encasillar esta cosmovisión en escuelas preexistentes sin que éstas sufran acomodos a la realidad contemporánea, ni es correcto descalificarla por su fuerte ascendencia indígena presuponiendo su inaplicabilidad en otros campos. Es necesario un ejercicio de descentramiento de las certezas, y de descolonización de las linealidades cartesianas para entender el valor subjetivo y objetivo de la construcción de sociedades con vida en plenitud y armonía para que, como hemos insistido en este ensayo, se reconozca el valor de la experiencia comunitaria de complementariedades y reciprocidades para teorizar y programar acciones desde ellas.
Este desafío implica trabajar al menos en los siguientes niveles:
i. En los distintos campos políticos, se tienen que diseñar e implementar estrategias multidiscursivas, con asidero irrenunciable en las construcciones discursivas para la descolonización de la palabra y de la vida, legitimando las concepciones, experiencias y horizontes de la convivencia comunitaria con todos los recursos comunicacionales y por todos los medios posibles: artesanales, grupales, masivos, digitales, impresos, radiales, televisivos, electrónicos, satelitales, todos, sin excepción, en transiciones hacia proyectos multimediáticos donde cada medialidad[15] desde su particularidad contribuye a objetivos compartidos. Como se trata de construir un nuevo orden civilizatorio, es imprescindible crear un “estilo” con la ética y características explicadas en la concepción y en la lógica metodológica. Para ello, el camino recorrido por la Comunicación Popular es un inspirador precedente.
ii. La integración de la institucionalidad es una condición que exige aplicar en el campo de las estructuras comunicacionales el principio de la armonía y de la comunidad, con realizaciones institucionales ganando sentido en sus pertenencias a redes y colectivos que consagran la palabra local en los espacios globales. Las instituciones de comunicación tanto ciudadanas como estatales y académicas deben fortalecerse con los principios del Vivir Bien/Buen Vivir; y las redes de comunicación deben potenciarse en sus misiones apropiándose de la cosmovisión de la vida en armonía, y provocar encuentros intersectoriales entre sociedad civil, Estado, academia y gremios, para la articulación de las estrategias del Vivir Bien/Buen Vivir en los campos políticos ciudadano y estatal.
iii. Son necesarias Políticas Plurinacionales de Comunicación que, en correspondencia con el nuevo constitucionalismo de los Estados, generen procesos descentralizados, interculturales y pluralistas de construcción de la palabra para la vida. Parafraseando a Jesús Martín-Barbero, son necesarias “[…] unas políticas que activen en el público lo que hay de pueblo” (2010, p. 192), de la mano de Políticas Culturales con actores, estéticas y procesos que emergen desde el mundo masivo y popular, re-conceptualizando el sentido tradicional del arte, del patrimonio y de las industrias culturales que navegan en los mares de la museística “cultura culta”.
iv. El Derecho a la Comunicación es un componente sustancial de la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir si se quiere aportar a un mundo nuevo con aspiraciones, normas y medidas concretas de propiedad, infraestructura y construcción discursiva que hagan posible la democratización de la palabra. La intervención en el campo político reconoce reivindicaciones por una sociedad con derechos y una comunicación que también debe asumirse y ejercerse como un derecho, para que desde su propio espacio tome iniciativas que dignifiquen la palabra, la sustraigan de su reduccionismo e instrumentalización, asuma medidas para un contexto nacional e internacional más justo en la distribución de los recursos y flujos de información, promueva un funcionamiento más equitativo y pertinente de las industrias culturales y se revierta la estructura monopólica u oligopólica de los medios de comunicación para sistemas de propiedad más equitativos, con participación de la sociedad, del Estado y de la academia
Epílogo
La Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir es la expresión contemporánea de la Comunicación Popular y la expresión más paradigmática de las construcciones comunicacionales de las epistemologías del Sur. Con este paradigma emergente, la comunicología latinoamericana-caribeña profundiza su tradición crítica, participativa, dignificadora de la vida y democratizadora de la palabra y de la sociedad, enarbolando la utopía siempre vigente de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación para el Vivir Bien/Buen Vivir.
* Palabra aymara que significa “Necesariamente debemos siempre comunicarnos unos a otros”. El presente documento fue expuesto en el Primer Congreso Internacional: Comunicación, Decolonización y Buen Vivir, CIESPAL, Quito, 16 al 18 de septiembre de 2015.
– Adalid Contreras Baspineiro es sociólogo y comunicólogo boliviano. Consultor internacional en integración. Ex Secretario General de la Comunidad Andina – CAN.
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[1] “[…] el momento ancestral o su causa más remota” (Zabaleta, 1990: 180)
[2] Los pueblos originarios del continente han acudido al concepto del Abya Yala, en lengua Kuná “tierra noble que acoge a todos”, para identificar el continente latinoamericano-caribeño.
[3] El origen indígena del Vivir Bien/Buen Vivir es una fuente de inspiración para ser apropiada críticamente en las condiciones, características, historicidades, posibilidades y particularidades de cada sociedad.
[4] Este acápite recupera un trabajo anterior: Contreras Baspineiro, Adalid, Seremos millones. La comunicación para el vivir bien/buen vivir, en actual edición.
[5] Ministro de Relaciones Exteriores del Estado Plurinacional de Bolivia
[6] Conversa del mundo entre Silvia Rivera Cusicanqui y Boaventura de Sousa Santos, en el Hotel Allkamari, Valle de las Ánimas, La Paz, Bolivia, el 16 de octubre de 2013. Publicado el 12 de marzo de 2014 en http://alice.ces.uc.pt/news/p:2753
[7] Declaración Final de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático, Cochabamba, Bolivia, 22 de abril de 2010
[8] La Encíclica Laudatio Sí, Capítulo IV, Ecología Integral
[9] En este punto y sus componentes reproducimos lo escrito con los mismos subtítulos en Contreras Baspineiro, Adalid, Seremos millones. La comunicación para el vivir bien/buen vivir, en actual edición.
[10] En la planificación de estrategias de comunicación, la enacción se refiere a la construcción de realidades futuras generando conocimientos a partir de las prácticas sociales, las experiencias y las acciones realizadas.
[11] En un trabajo anterior (Contreras, 2014, pp. 90-96), propusimos la lógica: “sentir/pensar – decidir/actuar – convivir”. Posteriormente, producto de su análisis en diversos eventos con distintos actores, optamos por añadir el cuarto momento.
[12] Eliseo Verón sostiene que es en este ámbito donde se reconoce el “poder” de la enunciación discursiva, así como la definición de sus efectos (eficacia) en los sujetos interpelados/constituidos (1997)
[13] Los casos más conocidos son los de la construcción de una carretera en el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) en Bolivia, y la explotación petrolera en un territorio de pueblos no contactados: el Parque Nacional Yasuní, Ishpingo, Tambococha y Tiputini (ITT) en el Ecuador.
[14] Algunos ejemplos que muestran cómo la demanda ciudadana se convierte en políticas de Estado que favorecen el Vivir Bien/Buen Vivir, son: la legislación que ha revertido del 20 al 80% las regalías hidrocarburíferas en favor de los Estados y que ha posibilitado un significativo incremento de las políticas sociales y una redistribución más equilibrada de la riqueza; el reconocimiento del agua como un derecho humano; la incorporación de los derechos de la naturaleza en las políticas nacionales; y el reconocimiento de los Derechos de la Madre Tierra en oposición a la “economía verde”, en el seno de las Naciones Unidas.
[15] En el sentido que le da Regis Debray: los medios son actores políticos.
http://www.alainet.org/es/articulo/174590
– See more at: http://www.alainet.org/es/articulo/174590#sthash.UlyVWeee.dpuf