La lucha por el fosfato.
1.250 millones de euros al año
M. CLAVER
Los pueblos originarios son desplazados por motivos económicos, en este artículo, se pone de manifiesto el interés latente por el control de los recursos naturales del territorio saharaui.
La lucha que, desde hace 35 años, Marruecos iniciara por el control del Sáhara español tiene unas causas mucho más tangibles de las que el ideario colectivo tiende a otorgarle. Una tupida red de intereses históricos, económicos y geoestratégicos permiten a Marruecos un amplio margen de impunidad en su constante empuje anexionista sobre el Sáhara Occidental.
El Aaiún es sólo el último episodio de una larga lista de agresiones por hacerse con la última pieza rota de la descolonización, por el control de unas materias primas que reportan beneficios multimillonarios.
En el tablero internacional, intereses geoestratégicos y económicos suponen, a menudo, dos caras de una misma moneda. Por eso, resulta determinante destacar el papel clave que Estados Unidos, con su total adhesión a Marruecos, ha jugado y sigue jugando en el conflicto por el control del Sáhara.
Desde una perspectiva histórica, la vinculación del Reino de Marruecos con EEUU se ha mantenido vigente desde hace más de dos siglos. En 1777, Marruecos se convirtió en el primer país en reconocer la independencia de los Estados Unidos de América. De hecho, esta buena sintonía se materializó en la firma de un acuerdo, en 1783, entre ambos países, todavía hoy vigente.
La carta que, en 1789, George Washington dirigiera al sultán Sidi Mohammed da fe de los lazos de amistad entre ambos, «me da un gran placer tener esta oportunidad de asegurar a su majestad que yo no cesaré en promover todas las medidas que pueden conducir a la amistad y armonía, la cual así fácilmente subsista entre su imperio y nosotros». De hecho, el consulado de EEUU en Tánger fue la primera propiedad adquirida por Washington en el exterior. Se materializaba así una unión de intereses que dura hasta nuestros días.
Alineaciones internacionales
Pero, además, las alineaciones internacionales en dos bloques propiciadas por la Guerra Fría contribuyeron a fortalecer aún más esta alianza. La posibilidad de un Sáhara independiente, adscrito a la órbita soviética y bajo la influencia de Argelia, convirtió a Estados Unidos en un actor principal promarroquí. La caída del comunismo ha dejado paso a la guerra contra el terrorismo islámico y las posiciones se han consolidado aún más.
También Francia ha sido un aliado incondicional de Marruecos en su lucha contra el Frente Polisario, decidida a no perder influencia en favor de Estados Unidos en el Magreb. En su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ha vetado el tratamiento de este asunto como «conflicto», lo que hubiese supuesto la imposición del llamado Plan de Arreglo, solución aprobada en 1988 y que nunca llegó a aplicarse. Hasta la fecha, tampoco ha fructificado la llamada «tercera vía»: primer y segundo Plan Baker.
Las claves económicas
Pero lo que subyace tras esa bomba de relojería en que se ha convertido el Sáhara Occidental es, como decíamos, el control de sus abundantes recursos naturales por parte de Marruecos. Y, entre todos ellos, destaca uno: la fosforita.
Las fosforitas son rocas que contienen pentóxido de fósforo, componente fundamental del ácido fosfórico. Este producto resulta de gran interés para la agricultura, para la producción de los fosfatos utilizados en la elaboración de fertilizantes.
Así, cuando España en el año 1947 descubrió los primeros yacimientos de fosfatos, daba el pistoletazo de salida a una guerra por su control. La aparición de la mina de BuCraa (una de las más grandes del mundo), en 1963, terminó por atraer el interés global. El régimen de Franco realizó inversiones muy importantes para su explotación. De hecho, la todavía vigente cinta transportadora que traslada los fos- fatos desde BuCraa hasta el puerto (la más grande del mundo, con 100 km de longitud) data de aquellos años. Actualmente, y pese a las reiteradas quejas y denuncias de los saharauis, la mina es explotada por una empresa estatal marroquí encargada de las extracciones, procesamiento y venta.
¿Pero qué beneficios económicos se obtienen de estos yacimientos? Resulta complicado conocer con exactitud la cifra de ingresos que, para las arcas marroquíes, supone la extracción de las fosfatinas.
Se han realizado algunas aproximaciones y, según los cálculos menos ambiciosos, entre los años 1975 y 2006, se podrían haber extraído de BuCraa, un total de 40 millones de toneladas.
En los últimos años, esta cifra es muy posible que se haya disparado al estimarse que se ha producido un aumento muy significativo en la producción, alcanzándose los cuatro millones de toneladas al año. Hoy por hoy, Marruecos es el mayor exportador de fosfatos del mundo (con una producción anual aproximada de 30 millones de toneladas).
Y mientras Marruecos es el principal exportador, Estados Unidos es el principal importador. En los últimos diez años, habría estado recibiendo el 99 por ciento de sus importaciones procedentes de Marruecos y del Sáhara Occidental. La disminución que están sufriendo los yacimientos de fosfatos ha provocado que los dos grandes productores (EEUU y China) prefieran frenar sus exportaciones.
Con el aumento de la producción de alimentos y también de biocombustibles, el cambio de dieta de la población mundial y la lucha por las reservas mundiales de fosfatos, veremos elevarse su precio hasta cotas muy notables.
Según se ha estimado, los yacimientos de BuCraa tienen una vida por delante de 30 ó 40 años. Después, se agotarán. Pero, al precio actual, sabemos que los fosfatos procedentes de estas minas podrían están incrementando las arcas del Reino alauí en unos 1.250 millones de euros al año. Una cifra que justificaría la lucha por la anexión del Sáhara. Sólo considerando el precio actual de los fosfatos, en tres décadas estaríamos hablando de unos 38.000 millones de euros.
Y otras materias primas
Pero no sólo los fosfatos son una fuente de interés para Marruecos, ya que también la industria pesquera supone un motivo de empuje.
Con el litoral mediterráneo especialmente sobreexplotado, la costa saharaui representa un objetivo estratégico para Marruecos. De hecho, y según algunas estimaciones, entre el 70 por ciento y el 90 por ciento de las capturas marroquíes embarcan en el Sáhara. Hasta 100 compañías extranjeras participan en este sector actualmente.
Pero, además de los fosfatos y la pesca, existen otras industrias en el Sáhara que merecen una mención. Desde hace ya tiempo, esta región se ha convertido en un importante exportador de arena (utilizada en la construcción). También es destacable las exploraciones de ciertos metales y minerales (el hierro y el circonio), e, incluso, la recuperación de uranio de las propias minas de fosfatos.
Ayer se cumplieron 35 años desde que España decidiera, en los Acuerdos de Madrid, ceder la administración del Sáhara a Marruecos y Mauritania. También la semana pasada se iniciaron en Nueva York las conversaciones entre el Frente Polisario y Marruecos para intentar alcanzar un acuerdo de paz. Marruecos nunca respetó los compromisos adquiridos con España. Veremos si, por fin, es capaz de renunciar al pastel saharaui.