Hace poco comuniqué que un drigente preso en Venezuela había sido liberado.
Un hermano embera contestó y dijo que debíamos estar muy agradecidos a todos los que internacionalmente habían hecho la campaña por su liberación.
Les adjunto mi respuesta, en palabras sencillas le explico lo que estoy aprendiendo de los indígenas del mundo.
Aunque ellos no se denominen como tales, en los hechos son lo que en occidente se denomina «izquierda».
Hugo Blanco
Al hermano Embera Alberto:
Lo saluda un indígena quechua.
Es cierto que tenemos que estar agradecidos a todos los que internacionalmente contribuyeron a la libertad de Sabino y Alexander. Pero también es cierto que la humanidad debe estar agradecida hacia ellos y hacia todos los indígenas del mundo, quienes defienden con su vida a la Madre Tierra, defendiendo así la continuación de la existencia de la especie humana.
Nunca como hoy hubo tanto ataque a la naturaleza. ¿Quién la ataca? ¿Por qué?
La ataca el gran capital que es insaciable en su voracidad de ganar cada día más y más dinero en la forma más rápida posible. No le importa si con eso destruye la naturaleza, hunde a la humanidad en la miseria y acelera la extinción de nuestra especie incluyendo los descendientes de los propios capitalistas.
¿Cómo? Por todos los medios imaginables: El más peligroso es la emisión de gases de efecto invernadero que están calentando el planeta produciendo que se derritan las nieves y los hielos perpetuos, que desaparezcan arroyos, que cada día los ríos estén mas angostos y que haya muchos desastres que ellos llaman “naturales”, como inundaciones, huracanes, veranos muy calientes, inviernos muy fríos.
Pero no es el único ataque, hay otros, contra los cuales los pueblos indígenas están en la primera línea de lucha: La extracción de petróleo que entre otras cosas envenena ríos. La minería a cielo abierto que roba agua de la agricultura y la envenena. Las centrales hidroeléctricas que también roban agua de la agricultura, que necesitan hacer represas desalojando a miles de indígenas y campesinos, que provocan daños ecológicos al sacar agua de una cuenca y llevarla a otra. La agroindustria es otro ataque a la naturaleza con su práctica de monocultivo, con el uso intenso de agroquímicos que matan el suelo (fertilizantes, insecticidas, herbicidas), muchas veces para la exportación, para producir agrocombustibles en lugar de alimentos. Hay otros ataques más.
Por supuesto esos ataques a la naturaleza son también ataques a toda la humanidad, pero la gente “civilizada” de las ciudades parece que cree, igual que sus niños, que el pan, la papa y la fruta son producidos por los supermercados, por eso no se alarman de la destrucción de la naturaleza. En cambio los pueblos indígenas que están fuertemente ligados a la tierra y que muy poco disfrutan de las “maravillas de la civilización”, sienten fuertemente el ataque
A diario tenemos fuertes luchas indígenas en defensa de la naturaleza:
Los yukpas ante el robo de sus tierras, los awajun y wampis que fueron asesinados por defender la selva, los de Espinar, Perú, que luchan en defensa de su agua, los mapuches de Chile y Argentina, los Ngabe Bugle de Panamá, loa Navajo de EEUU, los Dongria Condh de la India, los bosquimanos de África, los Yamatji de Australia.
Hay otras enseñanzas indígenas para la supervivencia de la humanidad:
1 – Los problemas de la colectividad los resuelve la colectividad, no el individuo. Eso se hace en cualquier comunidad indígena del mundo. Eso se hace en un nivel superior a la comunidad de base en el Cauca, Colombia y en la región de los Kuna en Panamá, donde es tal su fuerza que las constituciones de esos países han tenido que reconocerlos. Eso se hace en Chiapas, México, allí la constitución no reconoce, pero se practica desde hace 17 años resguardado por el ejército indígena.
Si este principio lo practicara el mundo no serían las grandes compañías las que decidieran si abrir o no una mina o una fábrica, si hacer o no una hidroeléctrica. Eso lo decidiría toda la sociedad. No habría calentamiento global.
2.- Lo que se ha dado en llamar “el buen vivir”. La felicidad no consiste (como dice el pensamiento neoliberal impuesto en el mundo) en tener más dinero para comprar lo que ordena la moda y así causar la envidia y el respeto de nuestros congéneres, la felicidad consiste en vivir satisfactoriamente.
3.- El respeto a nuestros antepasados y a nuestros descendientes. Los indígenas respetamos los conocimientos que nos legaron las generaciones anteriores y sabemos que tenemos la obligación de dejar un mundo bueno a nuestros descendientes. A la moral impuesta por las grandes empresas ya no le importa si sus nietos morirán sin agua.
4.- El respeto a la diversidad. Los pueblos indígenas tienen diferentes lenguas, diferentes vestidos, diferentes costumbres. Ellos se respetan en su diferencia, como lo vemos en el Consejo Regional Indígena del Cauca y lo hemos visto en la lucha amazónica peruana.
Estos fueron los principios originales de la humanidad, si ella los reaprende hoy de los pueblos indígenas, se salvará y les agradecerá. Si no los reaprende, se extinguirá y no quedará nadie para agradecer o ser agradecido.