Dos caramelos con veneno. Premio al crecimiento por despojo.
Javier Orozco Peñaranda.
Hace cuatro días JUAN M. SANTOS recibió en Oslo el Premio Nobel de la Paz. Dejó atrás en “El año de la Paz” los cuerpos de 94 personas que defendían los Derechos Humanos y que han sido asesinadas con impunidad este año. Y acaba de recibir -en Madrid- el Premio Nueva Economía Forum 21 “Al Desarrollo Económico y la Cohesión Social” de manos de Marino Rajoy de Ana Pastor, presidentes del Gobierno y del Congreso español.
Ninguno de esos dos caramelos le sale gratis al pueblo de Colombia: el primero le ha servido para ocultar los crímenes cometidos por el Estado en más de medio siglo de guerra sucia y el actual genocidio político. Y el premio de hoy es una afrenta a los millones de personas excluidas en uno de los países más desiguales del mundo.
En los últimos quince años la economía colombiana ha crecido a tasas promedio del 4,2%, superior a la media mundial y va en declive por estar supeditada a la exportación de materias primas, con una balanza comercial negativa como efecto perverso y anunciado de los Tratados de Libre Comercio y con una generalización del trabajo precario, sin derechos.
La minería “legal”, un componente importante de las exportaciones, se está haciendo sobre la base del despojo violento de tierras y territorios a los campesinos, pueblos indígenas y comunidades negras y con un altísimo costo social y medio ambiental que no aparece en las cuentas de las multinacionales porque lo pagan y lo padecen las gente más pobres que tengan la desgracia de vivir en el entorno de las minas, o de estar parados encima de un tesoro.
Y la mano de obra sobre explotada en su mayor parte y sometida a las condiciones infames de la informalidad laboral, no da como para sacar pecho y recoger premios sin afrentar la dignidad de millones de trabajadores-as colombianos. Esto se prueba con solo examinar los míseros resultados del Plan Obama-Santos vendido como una oportunidad en el marco del TLC con Estados Unidos para lograr “prosperidad para todos”, junto con el compromiso de reconocer –por fin- los derechos laborales y dejar de perseguir y de matar sindicalistas. Pero nada de eso se ha cumplido.
Colombia es uno de los países más desiguales del mundo y este crecimiento económico que se premia en Madrid se debe en gran parte al terror paramilitar encargado de quitar tierras para imponer a sangre y fuego proyectos mineros y agroindustrias, despojar derechos laborales y ambientales, aumentando la exclusión, la pobreza, la miseria, la tremenda desigualdad que está lejos de cohesionar a una sociedad en la que el abismo entre ricos y pobres crece día a día aumentando el conflicto social cuando sigue sin resolverse el conflicto armado.
La injusticia social, el crimen de Estado, la violencia como mecanismo para acaparar tierras y poder político no debieran ser premiadas porque la acumulación por despojo y la impunidad estructural son las fuentes del actual conflicto armado interno y son la base material de una sociedad marcada por la insolidaridad de las pocas familias y empresas que se apropian de la riqueza nacional, las mismas que, además, se niegan a pagar a impuestos incluido el predial por sus latifundios improductivos y a devolver las tierras robadas.
Y van más allá. Invocando a Dios y a la Ley amenazan con otro infierno -que ya está en marcha- en forma de plan de exterminio contra la dirigencia social para quienes exigen paz con justicia social, o se opongan a este tipo de crecimiento económico, u osen siquiera afirmar que el crecimiento económico incluyente pasa por tocar los privilegios incluidos en sus sacrosantos derechos de propiedad.
Como no cabe pensar que estas contradicciones entre la riqueza socialmente producida y su apropiación privada sean desconocidas en España, podemos afirmar que lo que se premia en realidad no es la cohesión social inexistente en este “crecimiento económico a la colombiana”, -lo que en realidad les importa un bledo- sino el trato servil que le permite a las empresas españolas ganar y sacar mucha plata, pagar pocos impuestos y que encima les paguemos varias veces por la vía arriendo a 30 años los postes del alumbrado eléctrico como logra CODENSA- ENDESA en Bogotá D.C. y en Cundinamarca, o que les paguemos las deudas privadas con dinero público, como ocurre en estos días -gracias a las gestiones de Felipe González y de Felipe de Borbón- con la intervención de Gas Natural – Fenosa, a pesar de sus caros y pésimos servicios de suministro eléctrico en la Costa Caribe.
Este Premio “Al Desarrollo Económico y la Cohesión Social” además de inmerecido hay que pagarlo. Estos caramelos tienen veneno.