El profesor Bartolomé Clavero, recibe nuevos reconocimientos. Esta vez en Sevilla.
La Universidad de Sevilla entrega sus Premios Fama de excelencia en investigación
En la Rama de Ciencias Sociales y Jurídicas, el premio ha recaído en el catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones
Bartolomé Clavero,
cuya intensa labor investigadora lo ha convertido en un referente internacional en la investigación sobre Historia de las instituciones castellanas en el seno de la diversidad jurídica hispana;
de la tradición jurídica europea con especial atención a su pluralidad interna, y del constitucionalismo comparado entre Europa y América con particular consideración de los derechos de los pueblos indígenas. La trayectoria del profesor Clavero Salvador ha sido distinguida, entre otros, con el Premio Andalucía de Investigación “Ibn-al-Jatib” 2006.
Rectores Magníficos, de la Hispalense y de la Internacional de Andalucía, otras autoridades académicas, compañeras y compañeros docentes y no docentes, amigas y amigos, compañera Mercedes, familiares presentes.
Hay ocasiones en las que la cabeza debe dejar paso al corazón, ocasiones en las que debe dejarse que se exprese el sentimiento en vez del pensamiento. Entiendo que ésta es una de ellas, así que lo que declaro es mi agradecimiento, en primer lugar, porque nuestra Universidad me distinga con el premio Fama de investigación y, en segundo lugar, porque el propio premio exista, con independencia de a quienes se les haya concedido o se les conceda, con independencia ya por lo tanto de mi gratitud personal.
Procuraré explicar muy brevemente, brevísimamente, esto segundo. Premios a la investigación, como premios a la docencia, constituyen objetivamente gestos que destacan el perfil propio del profesorado universitario, un perfil que ha de moverse entre dichas tareas, la de investigación y la de docencia, algo que merece hoy subrayarse porque estamos en tiempos en los que dicho perfil del profesorado universitario está precisamente modificándose.
El perfil del profesorado universitario está hoy extendiéndose más allá de la investigación y de la docencia. Desde hace cerca de diez años, desde que la ANECA, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, se ha hecho cargo de la promoción del profesorado se toma en cuenta no sólo la investigación y la docencia, sino también otros méritos como el de la gestión corporativa o el de la de transferencia de conocimientos como tarea independiente a la publicación de investigaciones, méritos estos otros que están llegando a alcanzar un valor marginal o comparativo, no digo absoluto, superior a los genuinos.
Cuando decidí dedicarme a la profesión universitaria tenía claro que optaba por la investigación y por la docencia, no por la gestión corporativa como tampoco por el empleo político de la posición académica. Es de agradecer que haya compañeros y compañeras con inclinación a la gestión corporativa o a la comunicación social, pero ésta es una cuestión y otra muy distinta que la administración universitaria y la animación cultural sean ahora elementos obligados y sobrevalorados del perfil del profesorado universitario.
Una persona que venga rindiendo en investigación y en docencia por haberse concentrado en ellas acaba hoy encontrándose en inferioridad de condiciones en relación a otra dedicada a cumplimentar el currículum requerido por la ANECA, currículum seriamente descentrado respecto a una cosa y a la otra, a investigación y a docencia. Hay una entera generación universitaria a la que se le han modificado sin aviso las reglas de juego por el cambio sobrevenido e inexplicado del perfil del profesorado universitario. Se encuentra seriamente perjudicada por haberse dedicado a la investigación y la docencia cuando la investigación y la docencia eran los factores únicos que, al menos en teoría, justamente cualificaban.
En esta coyuntura todo reconocimiento de investigación o de docencia creo que debe ser bienvenido como forma de reivindicar el perfil propio del profesorado universitario. Y como forma de recuperarlo. Estamos también en tiempos en los que los grados universitarios están literalmente degradándose, degradándose en el sentido objetivo de que están rebajando programadamente su nivel, lo cual no tiene por qué ser malo si responde a necesidades sociales de capacitación profesional de cualificación media y acceso abierto, y si se viere además acompañado por la promoción de una buena enseñanza de postgrado que a su vez también responda a necesidades sociales de ulteriores cualificaciones profesionales. La Universidad pública no debe permitirse el arte por el arte.
Así las cosas, si sabemos encauzarlas, tengo para mí que la enseñanza más estrictamente universitaria del futuro será la de postgrado, la que también de forma más estricta habrá de seguir vinculando la investigación a la docencia sin otros aditivos. Si el perfil del profesorado universitario de grado va a ser definitivamente otro, vamos a tener que recrear el de postgrado. Y esto puede ser obra de cada Universidad. Las Universidades veteranas, como la nuestra, entiendo que debieran hacer una fuerte apuesta por la enseñanza de posgrado, aquilatando mejor sus títulos y programas, exigiendo para la admisión bastante más que la capacitación procurada por el grado, evaluando con criterios más realistas tanto el trabajo del alumnado como la carga docente y por fin, pero no lo último, seleccionando profesorado para dedicación exclusiva al postgrado.
¿Qué mejor vía para esta selección de profesorado que la de reconocimientos como el de este premio? Pensarán ustedes que lo que estoy haciendo es postularme, pero hice la advertencia de que ya no hablaba en términos personales.
En términos personales, lo que he dicho y lo que repito es gracias, muchas gracias. En términos personales, lo que ofrezco hoy son mis disculpas por no haberme limitado a decir gracias, muchas gracias.