COMUNICADO DE PRENSA
Junio, 2007 NUEVA YORK– Human Rights First, la organización de derechos humanos basada en Nueva York, anuncio hoy que el colombiano Iván Cepeda, activista de derechos humanos, ha sido otorgado el prestigioso Premio Medalla de la Libertad Roger N. Baldwin 2007 para defensores internacionales de derechos humanos.
“Iván Cepeda es un defensor de derechos humanos valiente que ha sobrepasado amenazas e intimidaciones para promover los derechos de las victimas de conflicto interno armado” dijo Maureen Byrnes, Directora Ejecutiva de Human Rights First.
Dr. Cepeda es el fundador y vocero público de un número de organizaciones de derechos humanos, incluyendo el Movimiento Nacional para las Víctimas de Crímenes del Estado, que consiste de más de 200 organizaciones. Junto con otros defensores de derechos humanos ha participado en un proceso de documentación de aproximadamente 40,000 casos de crimines de lesa humanidad cometidas en Colombia desde 1966. A través de una notable perseverancia, ha demostrado que los grupos paramilitares han cometido violaciones de derechos humanos graves frecuentemente con la complicidad de miembros de las fuerzas armadas colombianas.
El padre de Dr. Cepeda, Manuel Cepeda Vargas, un senador colombiano, fue asesinado brutalmente en 1994 e Iván ha sido forzado a vivir en el exilio dos veces como consecuencia de amenazas en contra de su vida. Desafortunadamente, las autoridades del gobierno colombiano han exacerbado frecuentemente estas amenazas a través de comentarios denigrantes en su contra o sometiéndolo a investigaciones criminales sin bases. “Este Premio reconoce la importancia y la legitimidad del trabajo de Ivan por los derechos humanos y también el de otros defensores de derechos humanos colombianos que han sido estigmatizados injustamente por el gobierno colombiano,” dijo la señora Byrnes. “Es nuestra esperanza que el gobierno colombiano se unirá a nosotros en reconocer y celebrar públicamente la contribución esencial hecha por los defensores de derechos humanos como Ivan Cepeda.”
El premio es un homenaje a las asociaciones de víctimas en Colombia, sometidas hoy a grave riesgo, y también a los periodistas que promueven los derechos humanos. El premio le será presentado a Dr. Cepeda en Nueva York el 20 de Junio del 2007. También se reunirá con organizaciones internacionales y agentes del gobierno estadounidense en Washington y Nueva York.
Human Rights first recibió muchas nominaciones altamente calificadas para defensores de derechos humanos de todas partes del mundo. Un comité internacional de selección examinó estas nominaciones y recomendó su selección.
Este Premio fue nombrado en honor a Roger Baldwin, fundador de la Union Americana de Libertades Civiles (American Civil Liberties Union) y de la Liga Internacional por los Derechos Humanos. Este Premio es presentado por Human Rights First cada segundo año a un activista o a una organización de derechos humanos fuera de los Estados Unidos que ha hecho una contribución distinguida a la protección y promoción de los derechos humanos.
Human Rights First es una organización internacional de derechos humanos que protege individuos en riesgo: refugiados huyendo la persecución; victimas de los crimines de lesa humanidad, victimas de la discriminación, activistas de derechos humanos quienes son atacados por definiendo los derechos de otros y la gente cuyo derechos humanos son erosionado en el nombre de la seguridad nacional. No aceptamos los recursos de los gobiernos.
www.humanrightsfirst.org
El paramilitarismo es la prueba más consistente del carácter simulado de la democracia
por Iván Cepeda Castro
fm_cepeda@yahoo.fr
Discurso de Iván Cepeda, al recibir la Medalla de la Libertad Roger Baldwin, el 20 de junio de 2007.
Señoras y señores:
Hace más de una década, ante el homicidio perpetrado contra mi padre, el último congresista sobreviviente del movimiento político Unión Patriótica, dejé la academia y decidí consagrar mi vida a la protección y promoción de los derechos humanos. Elegí trabajar con las víctimas de crímenes contra la humanidad.
Son múltiples las caras del reto que implica intentar superar esta experiencia traumática. En primer lugar, la impunidad. La impunidad no es, como se piensa a menudo, la sola ausencia de sanción judicial. La impunidad es la condición legal y culturalmente instituida por un Estado que ha cometido crímenes masivos. La impunidad crea una nueva articulación de relaciones entre los perpetradores y las víctimas, en la que las víctimas son tenidas bajo el control de quienes han utilizado métodos de terror. Por esta razón, es fundamental preservar en la memoria las campañas de exterminio del pasado. Pero es igualmente importante ser conscientes de las estructuras de opresión del presente.
Bajo ciertas circunstancias puede ocurrir también que la impunidad abierta ceda su lugar a otras formas de dominación, y se esconda tras procedimientos de reparación humanitaria. Reducida a una forma de compasión, la reparación corresponde a un concepto de víctima que priva a las personas de su condición de actores con iniciativa. Esta clase de tratamiento de las víctimas perpetúa la desposesión de atributos jurídicos y políticos para grupos e individuos.
Durante estos años de lucha contra la impunidad, paulatinamente llegué a la convicción de que es necesario hacer conciente la diferencia entre la actitud humanitaria, y la concepción propia de los derechos humanos que son, a mi juicio, un proyecto político.
No tengo nada en contra de mitigar las consecuencias de las enfermedades, las catástrofes naturales, o los sistemas económicos y políticos arbitrarios. No obstante, la tarea de los defensores de derechos humanos no consiste solamente en aliviar el sufrimiento. Como dice uno de los grandes abogados en este campo, Roberto Garretón: ‘No basta con luchar para que un individuo no sea torturado. Necesitamos abolir la tortura’. Eso quiere decir que es imperativo transformar el sistema que produce el genocidio, la desaparición forzada, las ejecuciones extrajudiciales, la tortura, el secuestro, el desplazamiento forzado. Los derechos humanos son la vía más universal para construir ese ideal de convivencia justa: la democracia.
Como otras naciones, en su historia reciente mi país ha sufrido los efectos de los crímenes contra la humanidad. Pero con una peculiaridad sustancial. En contraste con otras sociedades en las que también han acontecido el genocidio y la guerra, en Colombia las atrocidades se han escondido bajo un sistema de democracia simulada. El de mi país es tal vez el caso más ilustrativo de los extremos a los que se llega a través del formalismo legal y de un modelo de aparente participación ciudadana.
Ante tal situación, el actual gobierno colombiano ha optado por una actitud negacionista. Contra toda evidencia, niega que exista el conflicto armado que afecta el país por más de cuatro décadas, y ahora busca persuadir a la comunidad internacional de que entramos en la era del posconflicto y la transición. Asimismo, niega que existan víctimas de la acción del aparato estatal. Y sobre todo niega que los grupos paramilitares hayan sido una creación de políticas de Estado, y que sigan actuando.
En Colombia el paramilitarismo es la demostración más consistente del carácter simulado de la democracia. Durante las últimas dos décadas, cerca de 20.000 personas fueron enterradas en sepulturas clandestinas en todos los rincones del país. Por medio de estas cruentas campañas, los paramilitares y las fuerzas armadas estatales impusieron gobiernos locales totalitarios. Cerca de 4’000.000 de personas, el 10% de los colombianos, fueron desplazadas por la fuerza para usurpar sus tierras. Así, el paramilitarismo de Estado ha sido una estrategia de imposición de un poder despótico y de acumulación de riquezas y territorios.
Cerca de un centenar de los más estrechos colaboradores del presidente Álvaro Uribe están siendo investigados por la Fiscalía General y la Corte Suprema de Justicia por sus nexos con los grupos paramilitares. Esto demuestra que la desmovilización paramilitar es una ficción. El desmonte definitivo de las redes paramilitares es un paso ineludible en la búsqueda de democracia.
Las víctimas de la violencia en Colombia necesitan mucho más que asistencia humanitaria. Su realidad requiere ser reconocida. Su participación auténtica en todos los procesos sociales y políticos debe ser garantizada, sin que se les imponga una falsa reconciliación.
Expreso mi agradecimiento a Human Rights First por haberme distinguido con esta prestigiosa medalla. Asimismo agradezco a la organización que postuló mi nombre US Office on Colombia. Este galardón es un revelador respaldo internacional a las víctimas de crímenes de Estado. Quiero dedicar este premio a todos los que hacen esfuerzos por erradicar los crímenes contra la humanidad en mi país: a las comunidades que resisten hoy al despotismo, a los defensores y defensoras de derechos humanos, a las organizaciones que pertenezco -el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, y el Movimiento Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad-.
También dedico esta distinción a Brigadas Internacionales de Paz que desde hace años nos acompaña solidariamente, garantizando que podamos seguir trabajando en el país.
Pero en especial, deseo consagrar este premio a una defensora de derechos humanos, que además de ser mi interlocutora permanente, me ha acompañado a mí y a muchas otras víctimas de la violencia en Colombia con su luminosa presencia, su sensibilidad humana y su inteligencia. Se trata de Claudia Girón, quien además de ser mi colega, es mi esposa. Con ella comparto este honroso reconocimiento.
fotos: Iván Cepeda en Tercer Encuentro Internacional Territorio y VIDA. Oviedo