Silvana Melo (APE) en www.argenpress.com sobre lo que está ocurriendo en Formosa-Argentina con el Pueblo Qom, cuyo líder Felix Díaz, premio Notal SOL, ha sido recientemente ratificado por su Comunidad como dirigente, y sobre cuya familia se ceba la represión..
Silvana Melo (APE)
Los 14 niños wichis muertos de desnutrición en Salta en 2011.
La docena de qompi asesinados por bala estatal y “accidentes de tránsito” en Formosa y Chaco.
Los centenares de muertos de hambre, chagas y tuberculosis en el Impenetrable, en La Primavera, en Río Bermejito.
Las persecuciones, casas incendiadas, golpes, camionetas que atropellan y huyen, López, Mario y Roberto, la bebé Lila Coyipé y su madre, los Díaz atacados por patotas de sicarios del poder económico sojero y del poder político formoseño, el aislamiento a los resistentes, a quienes no se les permite tierra ni semilla, quienes pagan y pagarán caro esa insolencia libertaria, ese rostro de resignación atávica que abre boca y surcos para reclamar el tramo de tierra que pisa y que pisó 521 años atrás.
Pero ahora es igual. Vienen por el oro y la tierra, como en aquel sangriento crepúsculo de su historia.
Mientras los medios oficialistas rescatan a un ignoto y desconocido Presidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), Daniel Fernández, la fiscal de Estado de Formosa declara como verdad revelada que los episodios de violencia bajo los que murieron decenas de aborígenes (ab-origine, estuvieron allí desde el origen) qom «estuvieron mediatizados».
No discute la represión, sino el rebote mediático. Reservado a algunas líneas o segundos en los grandes medios opositores exclusivamente para desacreditar al gobierno nacional y sus aliados y no por preocupación genuina.
Una oportuna campaña publicitaria de cámaras de empresarios o determinadas multinacionales suele terminar con ese tipo de coberturas en cinco minutos.
Por su parte, los medios formoseños, en su mayoría alineados con el Gobernador, suelen hablar de borracheras contumaces y tránsito enloquecido cuando jóvenes qom son molidos a palos o mueren aplastados por una Ranger en un desértico camino de tierra.
La resistencia de Félix Díaz, elegido nuevamente líder por su pueblo, tiene la mansedumbre firme que brota de los fondos de la historia.
Nunca levanta la voz pero pone el cuerpo.
Ese rostro de impavidez inconquistable desquicia a los oficialismos.
Ese hombre frágil, líder de un pueblo diezmado por el hambre, las enfermedades y la represión, irrita a los gobernantes.
Entonces comienzan, incipientes todavía, las campañas. Agrupaciones del núcleo duro del kirchnerismo, que llevan nombres de desaparecidos ilustres, se juntan a debatir “qué pasa con los qom” y sus paneles están compuestos por Fernández (INAI) y funcionarios formoseños.
Aseguran que la tragedia originaria “está siendo manipulada por la oposición política, la oposición ideológica y la oposición mediática al Proyecto Nacional y Popular”. En las redes sociales ya circulan fotografías que vinculan a Félix Díaz con dirigentes políticos opositores. O lo acusan de arrendar tierras a empresarios sojeros.
Cristina asegura que los qom “están politizados”. Y todo se reduce a una pelea partidaria y ocasional. Tan barata como las explicaciones de Jorge Capitanich: “Tengo un amor entrañable con las comunidades originarias”. Quince días después de la violenta represión contra las comunidades que reclamaban que no les cambien el modo de distribución de los alimentos.
Y de la muerte de Florentín Díaz, cuando escapaba de la balacera con su hijo.
El reclamo y la resistencia de los qom (y no quom como suelen llamarlos los grandes comunicadores que sólo se acercan a su tragedia para esmerilar al Gobierno pero no conocen siquiera su denominación correcta) es profundamente político.
Como fue política la decisión de Néstor y Cristina Kirchner de impulsar los juicios a los genocidas.
Como fue política la estratégica ubicación de Gildo Insfran y Jorge Capitanich detrás de la Presidenta en el acto del 25 de Mayo.
Y, para compensar, la estéril discusión sobre Colón, cuando Bennetton y Turner todavía están en condiciones de quedarse con miles de hectáreas más en la Patagonia y despojar a los mapuches de sus tierras, de sus cahuiles y sus chacayales.
Mientras Gildo Insfrán construye el hombre nuevo formoseño (“La síntesis del hombre nuevo formoseño está en el pensamiento y la acción de afirmar el crecimiento espiritual y cultural, el sentido de pertenencia y el orgullo de nuestro Ser es un compromiso de todos por hacer valorar la decisión de ser Formoseños”. www.formosa.gob.ar) controla la paz y la violencia, la vida y la muerte y prohíbe a los ejecutores del Plan ProHuerta entregar semillas a La Primavera.
Pero no puede con la fragilidad tristona de Félix Díaz.
Gildo Insfran renovó por un 75,17% la gobernación de Formosa en 2011 camino a los 20 años de gobierno. Cristina Fernández, ese mismo día, fue votada por el 78,16% de los formoseños. Gildo es un aliado clave al que no hay que fastidiar oyéndole a los enemigos, gran parte de ellos indocumentados, que traen problemas con las multinacionales y el empresariado al que le interesa el país, dispuestos a holgar de hambre en la 9 de Julio, lejos del tapir y el palo santo.
Por eso no son atendidos ni lo serán. Por Gildo, por Capitanich, por Gerardo Zamora. Por Urtubey, que soporta los “hábitos culturales” de los wichis que se resisten a ser clientes del estado.
En Salta, Jujuy, Formosa, Chaco y Neuquén sobrevive al 65 % de las comunidades aborígenes del país.
El programa de relevamiento determinado por ley (26.160-Emergencia Territorial, vigente hasta noviembre de 2013) sólo se cumplió en un 4,11%. Pero se gastó el 76% del dinero presupuestado. Seguramente prescribirá, sin decisión política de continuarlo.
Los intereses de los terratenientes y empresarios de la soja son tan fuertes como la pauta publicitaria de la Cámara Minera. Para quienes el silencio es saludable.
“Si no hubieran venido todavía estaríamos aquí con las plumas”, dijo Susana Giménez, sabia vocera de la Opinión Pública.
Mientras Félix Díaz se acomoda la vincha parado, solo, frente a la lupa feroz del poder.
Y Colón sigue sin saber qué tierra pisó ni qué mar será su destino.